La tecnología avanza, pero sigue siendo la mirada humana la que marca la diferencia. La Dra. Alina Ortega Briones, cirujana ortopeda y traumatóloga del Hospital 12 de Octubre, tiene hoy una misión que a veces suena más grande que cualquier quirófano: dirigir la Vocalía de Innovación de SECOT. Y lo hace con una idea muy clara que repite casi como un mantra: innovar no significa sabérselo todo, sino rodearse de gente brillante que pueda transformar la información técnica en algo que de verdad sirva a los profesionales.
Desde ese espacio, coordina a un equipo multidisciplinar que toca prácticamente todos los palos de la medicina del futuro: inteligencia artificial, impresión 3D, realidad virtual, simulación, aplicaciones… Pero ella misma admite —con esa honestidad que se agradece— que no pretende ser experta en todo. Su papel, dice, es el de puente, el de quien traduce un lenguaje complejo para que llegue limpio y comprensible a los traumatólogos de todo el país.
Una mirada distinta a la innovación

Cuando escucha la palabra “innovación”, a la doctora se le escapa una sonrisa. Le parece un término manoseado, casi vacío. Pero, para ella, sigue teniendo un fondo precioso: es como abrir un espacio en blanco y atreverse a llenarlo con algo nuevo. Ese “algo” no siempre tiene botones ni pantallas; a veces es una idea, una forma distinta de hablar con un paciente o una manera más sana de relacionarse dentro de un equipo.
Y ahí toca un punto que suele pasarse por alto: las habilidades blandas. Durante décadas, la medicina ha funcionado bajo una lógica muy clara: operar mejor, diagnosticar antes, hacer más en menos tiempo. Pero, ¿qué hay de escuchar? ¿De entendernos entre compañeros? ¿De resolver un conflicto antes de que estalle? La doctora lo dice sin rodeos: la mayoría de los problemas que aparecen en un servicio de traumatología no son quirúrgicos, sino humanos. Y eso no se arregla por arte de magia; requiere formación, práctica y voluntad.
Comunicar mejor: un reto que no se enseña en los libros

En la entrevista, reconoce que la comunicación médico-paciente va “muy atrás”. No porque los profesionales no quieran explicarse, sino porque el paciente llega muchas veces en modo alerta, tenso, preocupado. Absorbe poco. Recuerda mal. Y, claro, los folios explicativos acaban guardados en un cajón sin que nadie los entienda del todo.
Por eso insiste en que toca adaptarse: los pacientes ya no consumen información como antes. Ven vídeos, buscan en redes, consultan Google… incluso a ChatGPT. Y lejos de molestarse, a ella eso le encanta. “Es señal de que tienen interés por entender su cuerpo”, dice. Eso sí: nada sustituye la explicación humana, cercana, con ejemplos del día a día. A veces compara la buena comunicación con la receta del cocido de la abuela: sencilla, clara, sin adornos innecesarios. Mucho mejor que una receta de restaurante Michelin que, por muy técnica que sea, no hay quien la siga.
Formar, compartir y cruzar fronteras

La Dra. Ortega ha llevado esa pasión por explicar y enseñar a proyectos que ya son referentes. Fundó Open Tibia España, un curso sobre fracturas abiertas de tibia que nació casi como un impulso personal, después de formarse en Liverpool. Llamó a colegas de enorme trayectoria —Dr. Caba, Dr. Olaya, Dr. Lovic, Dr. Danilo Taype— y, con una financiación más que modesta, echó a andar algo que hoy suma siete ediciones.
También codirige Hot Topics Trauma, un congreso de alto nivel que quiere seguir creciendo y, si todo va como esperan, dar el salto internacional.
Esa faceta viajera la ha llevado a México, Perú, Argentina… y en 2026 desembarcará en Chile con Open Tibia. Le gusta recordar que, cuando enseñas, quien más aprende eres tú. Cada viaje, cada duda de un alumno, la obliga a estudiar otra vez la lección. “La traumatología”, dice, “es un idioma común”, incluso cuando cambian los recursos o los fármacos.









