Durante años fue un tema prohibido, pero un secreto a voces que se comentaba en los despachos, en los periódicos y en las sobremesas. Ahora, en las memorias del Rey emérito, Juan Carlos I rompe su silencio y aborda de frente —o al menos, en apariencia— los episodios más oscuros de su relación con Hacienda.
Y es que el monarca retirado, que reside en Abu Dabi desde 2020, ha dedicado uno de los capítulos más comentados de su libro a hablar sobre los ingresos millonarios no declarados, los regalos procedentes del Golfo Pérsico y los movimientos de dinero que marcaron su caída, aunque cómoda retirada.
El tono del relato, según los primeros lectores, oscila entre la defensa y la confesión. El emérito asegura que nunca tuvo intención de defraudar y que su situación fue “malinterpretada” por los medios, pero admite haber cometido “errores personales y de confianza”. Palabras cuidadosamente medidas que, lejos de cerrar la polémica, la reavivan en un momento en que su figura pública continúa siendo objeto de debate dentro y fuera de España.
Un pasado que, con toda lógica, sigue persiguiendo al Rey emérito
En este capítulo de las memorias del Rey emérito, Juan Carlos I explica su versión sobre el origen de los fondos que no declaró. Se refiere a ellos como “donaciones personales” de “amistades en el extranjero” y, aunque evita dar nombres concretos, todo apunta a los vínculos con varias monarquías del Golfo, que le habrían hecho regalos por valor de más de 100 millones de euros.
Según el exmonarca, esos obsequios fueron interpretados “con mala intención” y su falta de declaración no obedeció a una voluntad de engañar al fisco, sino a un “desconocimiento” de las nuevas obligaciones tributarias que, en aquel momento, recaían sobre él.
Sin embargo, sus explicaciones contrastan con la realidad judicial: la Fiscalía del Tribunal Supremo investigó durante meses el origen de esas fortunas y los movimientos de cuentas en el extranjero, aunque finalmente archivó el caso al no poder imputar al rey por su inviolabilidad durante el ejercicio del cargo. No obstante, se debatía sobre si era posible juzgarle después de que abdicase, cosa que finalmente tampoco sucedió. Aun así, el daño reputacional fue bastante notorio. En 2020, presionado por el Gobierno y por su propio hijo, Felipe VI, Juan Carlos decidió abandonar España y establecer su residencia en Abu Dabi, lejos del foco mediático y del ruido político.
El tono del capítulo no es, ni mucho menos, de arrepentimiento abierto, sino más bien de amargura. El emérito se lamenta de haberse convertido en “un símbolo de controversia” y acusa a ciertos sectores de “no perdonar los errores de quien más hizo por la democracia”.
Otros capítulos polémicos en las memorias del Rey emérito
Este no es el único fragmento del libro que ha despertado controversia. En otras partes, Juan Carlos I se refiere con dureza a su sucesor, Felipe VI, y a la reina Letizia, a quienes acusa de haberle dado la espalda durante su exilio. También dedica pasajes al papel de Franco en su designación como heredero, al que describe con elogios que han sorprendido incluso a sus seguidores más fieles.

Las reacciones no se han hecho esperar. Políticos, periodistas y analistas han coincidido en señalar que las memorias del Rey emérito no buscan reconciliar, sino defender una versión muy personal de la historia reciente de España.
Con estas páginas, Juan Carlos I pretende quizá cerrar un capítulo de su vida, pero el eco de sus propias palabras parece haber abierto otro. Las sombras fiscales, las amistades incómodas y los silencios prolongados vuelven a ocupar titulares.









