La inflación se ha convertido en el enemigo invisible de millones de trabajadores. Aunque los sueldos parecen mantenerse estables en la nómina, el poder adquisitivo se reduce día tras día. El coste de la vida se incrementa sin que los salarios acompañen ese ritmo. Ortega advierte que el impacto no se percibe de inmediato, pero se acumula en cada compra, en cada recibo y en cada gasto básico.
El economista insiste en que la pérdida de capacidad de compra es más peligrosa de lo que parece. Los ciudadanos creen que su sueldo sigue siendo suficiente, pero la realidad es distinta. La diferencia entre lo que se cobra y lo que se puede comprar es cada vez mayor. En este contexto, identificar el gasto que más castiga la economía doméstica es clave para entender cómo se erosiona el bienestar.
EL COSTE DE LA CESTA DE LA COMPRA SE DISPARA
Los alimentos básicos han experimentado un aumento sostenido en los últimos meses. El pan, la leche, el aceite y las frutas se han encarecido de forma notable. La subida no es puntual, sino estructural, y afecta directamente al bolsillo de las familias. Ortega señala que este gasto cotidiano es el que más contribuye a la sensación de pérdida de poder adquisitivo.
La inflación en productos de primera necesidad genera un efecto inmediato en la economía doméstica. Cada visita al supermercado se convierte en un recordatorio de cómo el dinero rinde menos. El impacto es más fuerte en hogares con ingresos ajustados, donde cada euro cuenta. Este fenómeno explica por qué muchos trabajadores sienten que su salario ya no alcanza para cubrir lo básico.
LA VIVIENDA Y LOS ALQUILERES PRESIONAN EL PRESUPUESTO
El coste de la vivienda se ha convertido en otro factor determinante. Los alquileres han subido en las principales ciudades y las hipotecas se encarecen con los tipos de interés. La presión sobre el presupuesto familiar es evidente y deja menos margen para otros gastos. Ortega advierte que este componente es uno de los más difíciles de controlar.
La vivienda no solo es un gasto fijo, sino también un indicador de desigualdad. Quienes destinan gran parte de su salario al alquiler tienen menos capacidad de ahorro. La falta de políticas efectivas para contener los precios agrava la situación. En este contexto, la inflación se convierte en un problema estructural que afecta a la estabilidad social.
EL TRANSPORTE DIARIO SE HA VUELTO UN LUJO
El coste del transporte público y privado ha aumentado de manera constante. La gasolina, los peajes y los billetes de tren o autobús se han encarecido. Este gasto, que antes era asumible, ahora representa una carga significativa para los trabajadores. Ortega subraya que el transporte es un gasto inevitable para millones de personas.
La movilidad diaria se convierte en un factor que erosiona el salario real. Los trabajadores que deben desplazarse largas distancias son los más afectados. La combinación de precios altos y salarios estancados genera un círculo difícil de romper. Este gasto, aunque necesario, se ha transformado en un lujo para muchos hogares.
LA ENERGÍA Y LOS RECIBOS DEL HOGAR NO DAN TREGUA
La electricidad, el gas y el agua han experimentado incrementos que golpean directamente la economía doméstica. Los recibos mensuales se han disparado y no muestran señales de moderación. La energía se ha convertido en uno de los principales motores de la inflación. Ortega advierte que este gasto es especialmente sensible porque afecta a todos los hogares.
El encarecimiento de la energía tiene un efecto multiplicador en otros sectores. Los costes de producción y transporte también se elevan, repercutiendo en los precios finales. La falta de alternativas asequibles deja a los consumidores sin margen de maniobra. Este gasto fijo se convierte en una carga que devora el salario sin que se perciba en la nómina.
EL OCIO Y EL CONSUMO SE RESIENTEN
El ocio, los restaurantes y las actividades culturales también reflejan el impacto de la inflación. Los precios de entradas, menús y espectáculos han subido de forma constante. Este gasto, aunque no esencial, forma parte de la calidad de vida de los ciudadanos. Ortega señala que la renuncia al ocio es una consecuencia directa de la pérdida de poder adquisitivo.
La reducción del consumo en actividades recreativas afecta a la economía en su conjunto. Los sectores vinculados al ocio sufren una caída en la demanda. La inflación no solo erosiona el salario, sino también la capacidad de disfrutar de la vida. Este fenómeno explica por qué muchos trabajadores sienten que su bienestar se deteriora.
EL SALARIO SE QUEDA ATRÁS FRENTE A LA INFLACIÓN
El salario nominal parece estable, pero su valor real se reduce cada día. Los trabajadores creen que mantienen su poder adquisitivo, pero la inflación lo desmiente. La diferencia entre lo que se cobra y lo que se puede comprar es cada vez más evidente. Ortega advierte que este desfase es el verdadero problema.
El concepto de inflación explica cómo el dinero pierde valor con el tiempo. Al mismo tiempo, el salario no logra seguir el ritmo de los precios. La combinación de ambos factores genera una sensación de estancamiento económico. Este desequilibrio es el que, según Ortega, está matando la capacidad de compra de los ciudadanos.









