Hablar con el Dr. Wilmer López es escuchar a alguien que lleva casi veinte años viendo cómo una simple molestia puede acabar en algo serio… o quedarse en un susto. Él lo dice sin rodeos, pero con esa calma que da la experiencia: el dolor torácico no siempre es lo que parece.
“Yo lo definiría como cualquier sensación o molestia en el tórax, en toda la parte superior del cuerpo, ambos lados, incluso en la espalda”, comenta. Y mientras lo dice, uno entiende que el pecho abarca más de lo que imaginamos: “Va desde la base del cuello hasta la boca del estómago y las costillas, hasta donde empieza el abdomen.”
Así que sí, ese pinchazo o esa presión pueden venir de mil sitios distintos. No siempre es el corazón. A veces es una contractura, otras el reflujo, y otras… simplemente el estrés.
El dolor que asusta (y con razón)

Según el Dr. López, el dolor torácico es de lo más común en las consultas. “Cada semana veo varios casos. Es muy frecuente, tanto en consulta como en urgencias.”
Y, sin embargo, la mayoría no son graves. “No todo dolor torácico es corazón y muerte, como muchos piensan”, aclara. Menos del 10% de los pacientes que llegan con ese miedo acaban teniendo una emergencia real. El resto suelen ser casos de tensión muscular, ansiedad, pequeñas lesiones… o incluso un herpes zóster que se confunde con algo mucho peor.
Pero claro, cuando te duele el pecho, la mente se dispara. Es normal.
Los factores que multiplican el riesgo

No es lo mismo un dolor en alguien joven y sano que en una persona con diabetes, hipertensión, colesterol alto, obesidad o que fuma. Esos factores —dice el doctor— hacen que todo cambie.
El tabaco y la presión alta, por ejemplo, pueden ser el detonante de un evento cardíaco. Y luego está el reflujo, ese clásico que confunde a tantos: una sensación de quemazón detrás del esternón, que a veces se siente justo como un dolor de corazón.
Primero se escucha al paciente, se pregunta, se observa. Después vienen los estudios: el electrocardiograma, los análisis de enzimas cardíacas y la radiografía de tórax. “Cada uno de esos exámenes es una pieza del rompecabezas”, dice el doctor.
La angina y el preinfarto: señales de aviso

La angina de pecho, explica, es esa opresión que muchas personas llaman “preinfarto”. A veces es estable, a veces no, pero siempre requiere evaluación.
“El tratamiento depende de la causa. Lo que no hay que hacer es tomar medicamentos al azar o esperar a que se pase solo.”
Cuándo ir al médico (sin esperar a que duela más)

El Dr. López insiste en algo que parece obvio pero que mucha gente olvida: si tienes factores de riesgo y aparece un dolor en el pecho, no esperes.
“Da igual si el dolor es leve o pasajero, si tienes hipertensión, diabetes o fumas, acude al médico”, recalca.
Y si el dolor viene con sudoración, frialdad, falta de aire o desmayo, hay que ir directamente a urgencias. Sin pensarlo dos veces.
“Cualquier dolor torácico puede ser una emergencia. Hay que acudir al médico lo más pronto posible.”
Lo dice sin dramatismos, como quien ha aprendido a distinguir entre un susto y una tragedia. “El diagnóstico del dolor en el pecho”, añade, “es como el trabajo de un detective: cada detalle cuenta.”
A veces la pista lleva a un problema leve. A veces, a algo que puede cambiarlo todo. Pero para saberlo, hay que dar el paso. Y hacerlo a tiempo.








