miércoles, 12 noviembre 2025

Jordi Soler (44), psicólogo, «Si tu pareja te dice esta palabra, sal de ahí»

Hay frases que, lejos de ser inofensivas, actúan como termitas en los cimientos de una relación. El psicólogo Jordi Soler desvela la señal de alarma definitiva que muchos pasan por alto en su día a día.

Que tu pareja te diga una palabra concreta y que eso sea motivo suficiente para replantearte todo es una idea que asusta. Pero, ¿y si esa palabra fuera la llave que desvela una dinámica tóxica oculta a simple vista? A veces, los problemas más graves en una relación no llegan con gritos, sino susurrados en frases aparentemente cotidianas, y la señal más peligrosa se esconde en una palabra que anula tu percepción de la realidad. Sigue leyendo, porque lo que estás a punto de descubrir puede cambiar por completo la forma en que entiendes tu vínculo amoroso.

Las conversaciones que tenemos con nuestro compañero sentimental construyen o destruyen el futuro en común. En ese delicado equilibrio, existen alertas que no podemos permitirnos ignorar por más tiempo, porque alertan de un problema de fondo, y según los expertos, una de las banderas rojas más claras es cuando tu pareja invalida sistemáticamente tus emociones. Comprender el mecanismo que se esconde detrás de esta dinámica es crucial para proteger no solo la relación, sino tu propia salud mental en esta convivencia.

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EL VENENO SILENCIOSO QUE DINAMITA LA CONFIANZA

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En el universo de una relación, la confianza es el aire que se respira. Sin ella, todo se marchita. Pero, ¿qué ocurre cuando ese oxígeno empieza a estar viciado por comentarios que, sin parecer agresivos, te dejan una sensación de confusión y malestar? Es una erosión lenta, casi imperceptible al principio, que muchas crisis de pareja comienzan con una comunicación que genera dudas en lugar de certezas. Identificarlo es el primer paso para evitar que el daño sea irreparable.

Este desgaste no es casual, sino que responde a un patrón muy concreto. Un comentario aquí, una corrección allá, y de repente empiezas a dudar de tus propios recuerdos y sentimientos en la vida en común. Es una estrategia sutil, pero devastadora, donde el objetivo implícito es alterar tu percepción para tomar una posición de control dentro del noviazgo. Prestar atención a estas señales no es desconfianza, es un acto de autocuidado fundamental para cualquiera.

¿AMOR O CONTROL? LA LÍNEA QUE NADIE DEBERÍA CRUZAR

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Toda relación sentimental sana se basa en el respeto mutuo, en la libertad de ser uno mismo sin miedo a ser juzgado o cuestionado. Sin embargo, a menudo se confunden los celos o la sobreprotección con el amor, cuando en realidad son manifestaciones de una necesidad de control. Cuando tu pareja intenta moldear tu realidad, la relación deja de ser un espacio seguro para convertirse en un campo de minas emocional. Diferenciar un consejo de una imposición es vital.

El psicólogo Jordi Soler es tajante al respecto: el amor verdadero acompaña, no dirige. Cuando una de las partes siente que debe medir cada palabra o justificar cada emoción, la conexión se ha roto, aunque sigan compartiendo el mismo techo. Soler insiste en que el control se disfraza de preocupación, pero su finalidad es siempre limitar la autonomía del otro. Una pareja sana te impulsa a crecer, no a encogerte para caber en su mundo.

LA «PALABRA» REVELADA: CUANDO TUS SENTIMIENTOS DEJAN DE IMPORTAR

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Llegamos al núcleo del problema, a esa palabra que, según Soler, debe hacer saltar todas las alarmas. No se trata de un insulto evidente, sino de algo mucho más demoledor: «exageras». Ya sea dicha así, o con sus variantes como «te lo estás tomando a la tremenda», «no fue para tanto» o «estás loca/o», esta simple palabra tiene el poder de anular por completo lo que sientes y piensas. Es un ataque directo a tu credibilidad y a tu salud emocional.

Cuando tu pareja te acusa de exagerar, lo que realmente está diciendo es: «Tu percepción es incorrecta, la mía es la que vale». Este mecanismo, conocido en psicología como gaslighting o luz de gas, busca deliberadamente que dudes de tu propio juicio. Soler advierte que si esta palabra forma parte del vocabulario habitual de tu pareja, estás en una relación tóxica. No es un comentario sin más, es una herramienta de manipulación para no hacerse responsable de sus actos.

EL EFECTO DOMINÓ: DE UNA FRASE A UNA RELACIÓN ROTA

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El impacto de escuchar repetidamente que «exageras» es profundo y duradero. Al principio, puede que intentes defender tu punto de vista, pero con el tiempo, la duda se instala en tu mente. Comienzas a preguntarte si, efectivamente, el problema eres tú, y la consecuencia directa es una aniquilación progresiva de la autoestima de la víctima. Dejas de confiar en tu instinto y te vuelves más dependiente de la aprobación de la otra persona.

Una vez que la autoestima queda dañada, toda la dinámica de la pareja se resiente. La comunicación se vuelve imposible, porque una de las partes ha dejado de sentirse legitimada para expresar su malestar. En esta fase, la relación se convierte en una jaula donde uno tiene el poder y el otro ha aprendido a no sentir para no molestar. Es el principio del fin de cualquier atisbo de amor y el preámbulo de una ruptura inevitablemente dolorosa.

RECUPERAR EL TIMÓN: CÓMO PROTEGERTE Y PONER LÍMITES

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La primera vez que te invaliden con un «exageras», la reacción es fundamental. Soler recomienda no entrar en una discusión sobre si la reacción es o no proporcionada. En su lugar, hay que ser firme y claro, porque la respuesta debe centrarse en la legitimidad de tus propias emociones, que son incuestionables. Una frase como «Puede que tú lo veas de otra forma, pero así es como yo me siento» devuelve el foco a lo que importa y no acepta el marco de la manipulación.

Si este patrón se repite y no hay un reconocimiento del daño ni una voluntad de cambio, la decisión, aunque dura, es clara. No puedes construir un futuro juntos con alguien que niega tu realidad. Protegerte es la máxima prioridad, y a veces, eso implica poner distancia. Recuerda que mereces un amor que valide tus sentimientos, no que los cuestione, porque una pareja debe ser un refugio, no un campo de batalla donde tengas que luchar por el derecho a sentir.


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