A veces, el cuerpo solo necesita que le escuchen: ahí empieza el verdadero método natural. Vivimos con prisa. De un lado a otro, sin parar, con la cabeza llena y el cuerpo… resistiendo. Dormimos poco, comemos rápido, y cuando algo duele, tomamos lo primero que encontramos en el cajón de las pastillas. Pero quizá no debería ser así.
Cada vez más personas buscan otra manera. Algo más lento, más honesto. Como lo que propone la Medicina Natural Integrativa (MNI): una forma de cuidar la salud que empieza por escuchar al cuerpo, no por silenciarlo.
De los dolores al cambio de rumbo

José Carlos no empezó siendo terapeuta. Era ingeniero. Y como muchos, convivía con dolores cervicales, lumbares, migrañas… lo típico. Lo normal, dicen.
Probó de todo: calmantes, médicos, posturas. Y aunque a ratos funcionaban, el malestar volvía. Hasta que un día se preguntó: ¿y si el cuerpo está intentando decirme algo?
Ese fue el principio. Empezó a notar que, curiosamente, cuando se movía más, sudaba o nadaba en el mar, mejoraba. No del todo, pero más que con los medicamentos. Y eso le hizo cambiar el foco.
Limpiar primero, curar después

“Si un pez enferma, hay que mirar el agua”, dice José Carlos. Y lo mismo pasa con nosotros.
La MNI apuesta por depurar el cuerpo, no sobrecargarlo. Menos procesados, más comida real.
El equilibrio del pH, por ejemplo, es clave. Cuando hay demasiada acidez —por estrés, malos hábitos, azúcar, alcohol— el cuerpo se inflama. Y eso se nota.
Evita aditivos con “E”. Y si puedes, elige ecológico.
El intestino: donde empieza casi todo

Cada vez hay más estudios que confirman lo que muchos terapeutas ya intuían: el intestino no solo digiere. Afecta al estado de ánimo, a la energía, a la inmunidad.
Y cuando está desequilibrado —por antibióticos, por comida basura, por estrés— se nota en todo el cuerpo.
Por eso, en su enfoque, cuidar la microbiota es fundamental. Con alimentación, sí, pero también con descanso y calma.
No es solo lo que comemos, sino cómo lo digerimos. La MNI da mucha importancia a la microbiota: ese mundo invisible que habita nuestro intestino y que afecta desde la digestión hasta el estado de ánimo.
Antibióticos, estrés, mala alimentación… todo puede alterar ese ecosistema. Por eso, restaurarlo es parte esencial del tratamiento.
Dormir, calmarse, respirar

Para el insomnio o el dolor muscular, José Carlos prefiere empezar por lo natural: plantas como la melisa o la pasiflora, baños de agua caliente, respirar profundo antes de dormir.
Y un aviso importante: “si siempre tomas melatonina desde fuera, tu cuerpo deja de producirla solo”.
También habla de la importancia de bajar el volumen mental: menos ruido, menos pantallas, más silencio. Yoga, meditación, incluso música suave… todo suma.
¿Problemas de sueño? ¿Dolores musculares? Antes de recurrir a una pastilla, José Carlos propone infusiones de melisa, pasiflora o magnesio con harpagofito. “El cuerpo sabe producir melatonina. Solo hay que dejarle”.
También habla del silencio, del yoga, de la música a 432 Hz. “No son modas. Son formas de volver a ti”. Incluso usan biorresonancia cuántica para detectar desequilibrios energéticos y carencias minerales.
Pequeños gestos, grandes cambios
Aquí no hay promesas mágicas. Solo una propuesta: cuidarte con más coherencia.
“No se trata de hacerlo perfecto”, dice José Carlos. “Se trata de ser ejemplo. Si un niño ve a su padre beber agua en lugar de refrescos, aprende sin que nadie le diga nada.”
Al final, la salud no es una meta. Es un camino. Uno que empieza con decisiones pequeñas, repetidas con cariño. Cada día.
Desde dentro.









