La presbicia no llega de golpe: es el reflejo de años mirando sin realmente ver. Vivimos rodeados de pantallas. Miramos más a través de cristales que al cielo, y no es raro acabar el día con la vista borrosa y la cabeza como un tambor. En medio de todo esto, hay una mujer que ha decidido ir a contracorriente: la doctora Ainhoa de Federico. Investigadora, profesora universitaria y, sobre todo, defensora de una visión más humana —y literal— de la salud visual.
Su propuesta no es un eslogan ni una moda pasajera. Se llama “Volver a ver Claro” y es un método que ya ha ayudado a miles de personas a mejorar su vista sin depender de gafas o lentillas. ¿Milagro? No. Disciplina, conciencia y una forma distinta de mirar lo que siempre se dio por hecho.
No es sustituir, es sumar

Ainhoa lo deja claro desde el principio: su trabajo no pretende reemplazar a oftalmólogos ni enfrentarse a la medicina tradicional. “Esto no va de elegir bando”, explica. “Va de integrar. De aprender a cuidar los ojos desde dentro, como una parte viva y sensible de todo lo que somos”.
Según ella, el gran error está en asumir que la vista, una vez dañada, solo puede empeorar. “Yo he visto personas recuperar el 100% de su visión”, asegura. “No es magia. Es entrenamiento, compromiso y, sobre todo, ganas de entender qué hay detrás de cada síntoma”.
Las gafas no curan. Solo sujetan.

Una de las ideas más provocadoras de su discurso es la crítica al uso indiscriminado de gafas. “Si de verdad corrigieran el problema, cada año las necesitaríamos menos. Pero ocurre justo lo contrario”, dice. Y pone un ejemplo sencillo: nadie se cura de una pierna débil llevando una muleta todo el día.
Su método aborda la visión en cinco niveles: físico, emocional, mental, lumínico y de estilo de vida. Sí, hay ejercicios para los ojos. Pero también hay trabajo corporal, alimentación limpia, detox digital y, sobre todo, un proceso de escucha emocional.
Porque, como ella dice con frecuencia: “Los ojos no mienten. Solo expresan lo que muchas veces no queremos ver”.
La ciencia también tiene corazón

Detrás de sus propuestas hay investigación. Su equipo trabaja en un estudio longitudinal con más de 200 casos, usando herramientas avaladas por la optometría.
Además, Ainhoa se apoya en la neurofisiología: “Ver no es solo una función del ojo, es un proceso cerebral. Lo interpreta el neocórtex. Y lo que se entrena, mejora”. También alerta sobre cómo la vida moderna nos está quitando luz natural, descanso ocular y contacto con el entorno. No es casualidad, dice, que hoy haya jóvenes con presbicia antes de los 40.
Dos ejercicios con resultados

El primero es el palmeo: taparse los ojos cerrados con las palmas de las manos, sin presionar. “El calor y la oscuridad profunda relajan los músculos oculares y ayudan a resetear el sistema nervioso”.
El segundo es el asoleo: exponerse al sol con los ojos cerrados durante unos minutos, moviendo la cabeza suavemente. “La luz natural bien dosificada es medicina: mejora la retina, regula las hormonas y calma la mente”.
Y sí, ambos ejercicios sirven tanto para miopía como para presbicia, vista cansada o fatiga digital.
Ver mejor… para vivir mejor
Para Ainhoa, el objetivo no es solo afinar la vista, sino cambiar la manera en la que nos relacionamos con nosotros mismos. “Ver claro es también mirar hacia dentro con honestidad. Escuchar lo que los ojos dicen cuando el cuerpo calla”.
En su centro y en sus cursos online, combina ciencia y sensibilidad. No promete resultados mágicos, pero ofrece herramientas para quienes están dispuestos a mirar de otra forma. Literal y metafóricamente.
Porque, al final, no se trata solo de ver letras nítidas en un cartel. Se trata de recuperar claridad, presencia y calma. De volver a ver el mundo como cuando éramos niños: sin filtros, sin esfuerzo, sin miedo.









