La realidad de nuestro día a día es que la gran mayoría de las personas no es capaz de pasar más de una hora sin consultar su teléfono móvil para cualquier cosa. Por ello, existen curiosidades sobre los Amish que siguen causando mucho interés, como el hecho de que llevan siglos viviendo al margen de la tecnología.
Y es que en pleno siglo XXI, miles de familias en Estados Unidos siguen desplazándose en carros tirados por caballos, trabajando la tierra con herramientas manuales y vistiendo ropa que parece sacada del siglo XVIII. Lo más sorprendente no es su aspecto, sino su firme convicción de que la modernidad no necesariamente trae felicidad.
Aunque a simple vista puede parecer un estilo de vida anticuado, su modo de organizarse tiene una lógica profunda. Los Amish creen que la tecnología, si no se controla, termina separando a las personas. Por eso, evitan cualquier cosa que fomente el aislamiento o la dependencia externa. No usan coches porque creen que eso debilita los lazos entre vecinos y no tienen televisión ni internet porque puede traer ideas que pongan en riesgo la armonía del grupo. En cambio, valoran la autosuficiencia, el trabajo manual y la cooperación comunitaria por encima de todo.
Es posible tratar de entender qué hay detrás de esta comunidad rara a los ojos de todo el mundo, y para ello hay que conocer cuáles son las curiosidades sobre los Amish que les distinguen de los demás.
Las curiosidades sobre los Amish que el mundo moderno no logra comprender
Uno de los aspectos más fascinantes dentro de las curiosidades sobre los Amish es que, aunque rechazan la mayoría de las comodidades modernas, no viven completamente al margen del progreso. Algunas comunidades permiten el uso de baterías, paneles solares o maquinaria agrícola siempre que no suponga una dependencia externa. No se trata de rechazar la tecnología por completo, sino de decidir de manera colectiva hasta qué punto su uso puede alterar el equilibrio social.
Otra de las grandes curiosidades sobre los Amish es su sistema educativo. Los niños asisten a escuelas propias hasta los 14 años, donde aprenden lectura, escritura, matemáticas básicas y valores comunitarios. A partir de esa edad comienzan a trabajar en la granja o a aprender un oficio. No existen universidades ni títulos académicos, porque para ellos el conocimiento más valioso es el práctico: saber cultivar, construir y convivir en paz con los demás.
El famoso “Rumspringa” es otro aspecto que llama la atención del resto del mundo. Durante esta etapa, los jóvenes Amish pueden salir de su comunidad, usar ropa moderna, probar la tecnología e incluso experimentar la vida “exterior”. Después, deben decidir si regresan y se bautizan como miembros adultos o si prefieren quedarse fuera. Lo más sorprendente es que la gran mayoría elige volver, lo que demuestra la fuerza de su identidad colectiva.
También la salud se rige por principios tradicionales. Evitan los fármacos y prefieren los remedios naturales, la alimentación casera y la prevención. Su dieta, basada en productos frescos, pan casero y verduras del huerto, se complementa con una rutina activa que les permite tener menos problemas cardíacos y niveles más bajos de estrés. Aunque la realidad es que ante ciertas enfermedades, la ciencia siempre es la opción más efectiva.
Y aquí viene otra duda: ¿Cómo logran prosperar económicamente? Muchos Amish logran salir adelante gracias a su capacidad de producir bienes de calidad. Fabrican muebles artesanales, alimentos orgánicos y productos textiles que hoy son muy valorados incluso fuera de sus comunidades. Aunque no utilicen internet, sus creaciones llegan a todo el país mediante distribuidores externos. De hecho, han demostrado que se puede vivir sin tecnología y aun así tener éxito financiero, algo que desconcierta al mundo moderno.
Una vida sencilla que esconde una profunda sabiduría
En un tiempo en el que la felicidad parece medirse por el número de seguidores o la última actualización del móvil, estas curiosidades de los Amish, sin entrar en el debate religioso, nos recuerdan que la plenitud puede encontrarse en lo más simple. Su estilo de vida no es una excentricidad del pasado, sino una declaración silenciosa contra la prisa, la dependencia tecnológica y la desconexión emocional que domina la sociedad actual.

Muchos los observan con sorpresa, incluso con incomprensión, pero tal vez, y solo tal vez, sean ellos quienes mejor han entendido lo que realmente importa: el contacto humano, la familia y la calma interior. En un mundo saturado de pantallas, notificaciones y consumo inmediato, su ejemplo invita a detenernos y reflexionar sobre nuestras propias prioridades. Quizás las verdaderas curiosidades de los Amish no estén en cómo viven sin electricidad, sino en cómo logran mantener intacta su manera de ver el mundo.









