sábado, 8 noviembre 2025

¿Sabías que el uso masivo que hacemos de las redes sociales sube hasta un 6% la necesidad de electricidad en el mundo?

El auge de los contenidos audiovisuales en redes sociales es uno de los principales motores del incremento energético. Plataformas basadas en vídeo requieren infraestructuras más complejas y sistemas de refrigeración constantes en centros de datos que operan a gran escala.

El crecimiento del ecosistema digital ha impulsado la forma en que nos comunicamos, nos informamos y consumimos contenido, pero también ha desencadenado un impacto energético que comienza a preocupar a organismos internacionales, expertos en sostenibilidad y operadoras responsables. El uso cotidiano y aparentemente inofensivo de las redes sociales oculta una huella energética que aumenta año tras año.

La expansión del tráfico de datos, especialmente vinculada al vídeo en alta resolución y a los servicios de streaming integrados en redes como TikTok, Instagram o YouTube, ha provocado que la demanda global de energía asociada al sector digital alcance cifras inesperadas.

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En la actualidad, centros de datos, redes de transmisión, plataformas virtuales y dispositivos personales forman un entramado que requiere una cantidad creciente de electricidad para mantenerse en funcionamiento continuo.

Redes sociales y un consumo energético que ya deja huella global

Los datos recopilados por instituciones internacionales revelan una tendencia sostenida al alza en redes sociales. Un informe del Parlamento del Reino Unido apunta a que el sector digital en su conjunto consume entre el 4% y el 6% de la electricidad mundial, una proporción que sitúa su impacto por encima de industrias consideradas tradicionalmente intensivas en energía. Además, este ecosistema tecnológico genera entre el 2% y el 3% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, una cifra que seguirá en aumento si no se revisan modelos de uso y eficiencia.

La cooperativa de telecomunicaciones Somos Conexión señala que gran parte de este impacto es invisible para los usuarios. Como recuerda su fundadora, Mercè Botella, cada acción digital implica procesos que requieren energía.

Una fotografía publicada, un vídeo reproducido o un simple gesto de “me gusta” activa servidores, dispositivos de almacenamiento y redes distribuidas que trabajan de forma ininterrumpida. El volumen global de interacciones multiplica este consumo hasta niveles que apenas se perciben en la vida cotidiana.

En 2023, un informe de la International Telecommunication Union reveló que 164 grandes corporaciones del ámbito tecnológico consumieron 581 TWh de electricidad, equivalentes al 2,1% del total global. Sus emisiones directas representaron el 0,8% del total derivado del sector energético. Estas cifras, que excluyen a miles de empresas más pequeñas y al consumo doméstico, reflejan solo una parte del verdadero impacto.

El efecto multiplicador de las plataformas digitales

El auge de los contenidos audiovisuales en redes sociales es uno de los principales motores del incremento energético. Plataformas basadas en vídeo requieren infraestructuras más complejas y sistemas de refrigeración constantes en centros de datos que operan a gran escala.

Botella subraya que cada minuto de reproducción implica una cadena completa de procesos que involucra almacenamiento, transferencia de datos, decodificación y visualización final en el dispositivo.

El impacto también se extiende al ciclo de vida completo de los dispositivos tecnológicos. La extracción de minerales necesarios para fabricar teléfonos, ordenadores y tabletas, así como su transporte, comercialización y posterior reciclaje, incrementa la huella ecológica del entorno digital. La presión por renovar equipos con frecuencia agrava aún más el impacto ambiental.

redes sociales

Repensar el uso cotidiano de las redes sociales para reducir la demanda energética

Aunque renunciar por completo a las redes sociales no es realista, los especialistas insisten en que es posible adoptar hábitos que disminuyan de manera significativa el impacto ambiental. Reducir el streaming innecesario, limitar la reproducción automática de vídeos, ajustar la calidad según las necesidades reales y prolongar la vida útil de los dispositivos son acciones que, acumuladas, pueden marcar una diferencia.

Botella recuerda que el uso moderado de las plataformas no solo tiene efectos positivos sobre el planeta, sino también sobre la salud mental y la calidad de vida. La exposición continuada a redes sociales incrementa la dependencia a la dopamina digital, reduce la concentración y afecta las relaciones personales. Un equilibrio adecuado favorece tanto la sostenibilidad ambiental como el bienestar emocional.

Hacia un modelo digital más eficiente

La responsabilidad no recae únicamente en los usuarios. Las empresas tecnológicas y operadores de red deben avanzar hacia modelos basados en energías renovables, optimización de procesos y transparencia en el impacto ambiental de sus servicios.

Los centros de datos más modernos ya trabajan para mejorar su eficiencia mediante refrigeración sostenible, inteligencia artificial para optimizar cargas y acuerdos energéticos que priorizan fuentes limpias.

La transición hacia un ecosistema digital sostenible implica colaboración entre usuarios, empresas y administraciones públicas. La apuesta por una conectividad consciente permite no solo reducir emisiones, sino también promover un uso más equilibrado de la tecnología.

La digitalización seguirá creciendo y también las redes sociales, pero su evolución debe acompasarse con políticas que garanticen un impacto ambiental responsable.


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