sábado, 8 noviembre 2025

Paz Velasco (57 años), criminóloga, lo tiene claro: “Todos tenemos la capacidad de matar”

La criminóloga Paz Velasco sostiene que la maldad no es patrimonio de unos pocos, sino una posibilidad humana universal. Asegura que todos tenemos la capacidad de matar, aunque solo las circunstancias extremas la despiertan.

La criminóloga Paz Velasco (57 años) lo tiene claro: “Todos tenemos la capacidad de matar”. Con una mirada lúcida y años de estudio sobre el comportamiento humano, la especialista española propone derribar los tabúes que rodean al mal y entender que su raíz puede estar mucho más cerca de lo que imaginamos.

A través de su obra y de su constante trabajo como criminóloga, invita a reflexionar sobre la delgada línea que separa la bondad de la maldad, y cómo las circunstancias, más que la genética, pueden llevar a cualquier persona a cruzarla.

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La criminóloga que estudia la banalidad del mal

La criminóloga que estudia la banalidad del mal

Para la criminóloga Paz Velasco, el mal no es un concepto abstracto ni una simple cuestión moral, sino un fenómeno cotidiano. Según sus investigaciones, solo un 5% de la población puede considerarse “realmente malvada”, un dato que, lejos de tranquilizar, plantea nuevas preguntas sobre nuestra naturaleza. Inspirada por autores como Robert Hare, pionero en el estudio de la psicopatía, la criminóloga distingue entre “personas malvadas” y “actos malvados”. Mentir, manipular o aprovecharse de otro pueden ser ejemplos de maldad común, mientras que asesinar por placer pertenece a una escala extrema.

La criminóloga sostiene que el contexto histórico, cultural o económico influye de forma decisiva en cómo se manifiesta la maldad. Desde la Edad Media, donde se vinculaba al pecado o la brujería, hasta la actualidad, en que la neurociencia ha empezado a localizar zonas cerebrales asociadas a la agresión, el concepto de mal ha evolucionado junto con la humanidad. “El mal ya no se esconde en el alma, sino en el cerebro”, afirma citando al neurocientífico Jesús Puyol, uno de los referentes que la criminóloga sigue con atención.

Entre la biología y el entorno: los matices del crimen

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En su análisis, la criminóloga explica que el ser humano es un “animal bio-psico-social”, influido tanto por su biología como por su entorno. Factores genéticos, como la activación del gen MAOA tras experiencias traumáticas, pueden predisponer a la violencia, pero nunca la determinan por completo. “El crimen es multifactorial”, insiste la criminóloga, quien ha investigado tanto asesinatos cometidos por psicópatas como casos de violencia cotidiana, desde el bullying hasta el maltrato familiar.

La criminóloga también aclara una distinción esencial: no es lo mismo tener la capacidad de matar que ser un asesino. Esa capacidad, dice, se activa en situaciones límite —por supervivencia, defensa o miedo—, sin implicar planificación ni frialdad. Matar por impulso no equivale a asesinar con premeditación. “Todos podríamos hacerlo si las circunstancias nos empujan”, repite con serenidad, más como advertencia que como provocación.

En sus investigaciones, la criminóloga cita ejemplos donde pesan más los rasgos de personalidad —como en el caso de José Bretón o Ana Julia Quezada—, y otros donde el entorno o la frustración resultan decisivos. Ningún crimen, sostiene, puede explicarse con un único factor. Y quizás por eso su trabajo fascina: porque al mirar en los ojos de un asesino, la criminóloga no busca justificar, sino comprender. Y en ese espejo, todos, en algún grado, nos vemos reflejados.


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