La Dra. Boz lleva años enseñando a las personas a comprender su metabolismo, y advierte que algo tan común como tener 95 de glucosa en ayunas ya es motivo de alarma. “No es para nada normal”, subraya.
Boz no tiene reparos en señalar al culpable de buena parte de los males metabólicos: la insulina. La llama sin rodeos “el dictador de los recursos alimenticios”.
Su función, explica, es almacenar energía, pero cuando está elevada todo el tiempo, el cuerpo entra en un modo de acumulación sin fin. “Hace crecer cosas —dice con media sonrisa— y ciertamente hace crecer las células de grasa.”
Ese exceso no solo se nota en la balanza. También en pequeños signos que muchos ignoran: verrugas, piel más gruesa, fatiga constante o hambre sin motivo aparente.
“Cuando los pacientes comen tan seguido, no es falta de voluntad —dice Boz—, es la insulina la que los hace sentir hambre.”
Reiniciar el cuerpo desde dentro

La Dra. Boz propone un punto de partida que suena casi poético: un “reinicio mitocondrial”.
“Es como darle una segunda oportunidad a tus células”, dice. El método consiste en reducir los carbohidratos a un límite que a muchos les parece imposible: veinte al día durante una semana. “Después te enseño el siguiente paso.”
Suena extremo, pero tiene sentido cuando lo explica: una sola manzana puede sumar dieciséis gramos de carbohidratos. Incluso el brócoli cuenta.
Cuando la glucosa cae, las cetonas suben, y el cuerpo empieza a consumir su propia energía almacenada. Es en ese momento —asegura Boz— cuando muchas hormonas “dormidas” se liberan: testosterona, vitamina D, y otras que estaban atrapadas en la grasa.
“A veces, la vitamina D sube en seis semanas sin tomar ni una pastilla”, comenta con una mezcla de orgullo y sorpresa.
El “truco” de las cetonas exógenas

Para quienes no logran soportar la transición al modo cetogénico, Boz tiene un as bajo la manga: las cetonas exógenas.
“Es un truco para el hígado”, explica. “Si detecta cetonas en la sangre, cree que los recursos son bajos y empieza a producir más por sí mismo.”
Este simple gesto —beber pequeñas dosis de BHB— puede evitar el temido malestar de los primeros días y mantener al paciente en el camino sin rendirse.
Tres palancas que cambian el juego

Más allá de la alimentación, Boz comparte tres herramientas que llama “palancas metabólicas”:
- Comer temprano. “El impacto de cenar tarde es diez veces peor para la insulina que comer lo mismo al mediodía.”
- Entrenar en Zona Dos o usar sauna. “Si puedes hablar, pero no quieres, y estás sudando… estás en Zona Dos.” Dos horas semanales en este rango pueden reducir la mortalidad en un 25%.
- Reponer magnesio. “El magnesio es la bujía de la mitocondria. Sin él, no hay chispa.” Recomienda baños con sales de Epsom: “Ese metal se absorbe por la piel. Es como flotar en el Mar Muerto.”
El desafío femenino

Boz no ignora una verdad biológica que a muchas mujeres les cuesta aceptar: sus cuerpos lo tienen más difícil.
“Sus mitocondrias son distintas. Se aferran a la grasa más tiempo. Simplemente no es justo”, dice, casi riendo.
Por eso, insiste en la importancia de registrar los datos y no perder el control de las cetonas. “Si dejas de mirar, volverás a subir de peso.”
Un mensaje de esperanza (y de responsabilidad)
Al final, lo que propone la Dra. Boz no es una dieta ni una moda. Es una invitación a recuperar el control del cuerpo.
“El cuerpo puede repararse —dice con convicción—, pero tienes que darle la oportunidad.”









