En 2012, Porsche se presentó en el Salón del Automóvil de Ginebra con su nuevo 918 Spyder, uno de sus primeros superdeportivos ‘eléctricos’. En realidad, el modelo tenía trampa: aunque contaba con dos motores eléctricos que aportaban potencia adicional a cada par de ruedas —tanto delanteras como traseras—, también necesitaba un motor de gasolina V8 y una caja de cambios automática de siete velocidades. Ahora, 13 años después, Porsche sigue anclada en esa dependencia del rugido de los motores de combustión.
Y no es porque la firma no haya avanzado en la producción de vehículos eléctricos. De hecho, la nueva versión del Porsche Macan, que llegará próximamente al mercado bajo la denominación GTS, es un SUV 100% eléctrico con un sistema de propulsión que alcanza los 420 kW (571 CV). Más bien, el problema radica en que el público no parece respaldar plenamente el giro hacia la electrificación de Porsche, pese a las fuertes inversiones que la marca ha realizado en esta transformación.
En concreto, las ventas se desplomaron en 2024 y han seguido cayendo durante los primeros nueve meses de este año. Esa situación ha obligado a Porsche a emitir tres advertencias consecutivas sobre sus beneficios —los llamados profit warnings—, y ha reducido su valor bursátil a la mitad desde 2022. Además, ha provocado un relevo en la cúpula: Michael Leiters, exdirector ejecutivo de McLaren, sustituirá a Oliver Blume al frente de la compañía.
Las existencias de Porsche en España, al máximo
El hundimiento de las ventas de Porsche se ha replicado, con mayor o menor intensidad, en distintos mercados del mundo. Uno de los casos más llamativos es China, que hasta hace poco era su principal destino comercial. Sin embargo, en mercados más pequeños, como España, la situación también empieza a ser preocupante.
Las cuentas de Porsche Ibérica, la filial que gestiona las operaciones de la marca en España y Portugal, reflejan con claridad esos problemas. En los últimos años, el volumen de existencias —especialmente de coches no vendidos— se ha disparado desde la pandemia. Las últimas cuentas depositadas por la filial muestran un valor cercano a los 120 millones de euros en inventario, lo que representa un aumento del 126% respecto a un año antes.
Esa cifra, además de ser la más alta de la historia de Porsche Ibérica, supone un incremento del 361% respecto a hace una década y un riesgo evidente para la estabilidad de la filial. El auditor EY lo señala en su informe como uno de los elementos clave de la auditoría, advirtiendo que ese exceso de existencias genera una fuerte tensión en los flujos de efectivo. De hecho, el flujo de explotación —el que refleja los cobros y pagos reales del negocio— fue negativo y los beneficios se hundieron en las últimas cuentas presentadas.
Porsche: un futuro incierto
Otro indicador de las dificultades que atraviesa Porsche en España es el incremento de su gasto en marketing y publicidad, que creció casi un 50% en solo un año. La marca alemana se enfrenta a numerosos frentes abiertos. Su apuesta por la electrificación le afecta por partida doble: en países donde la adopción del coche eléctrico es baja, como España, y en otros donde es alta, como China, donde la competencia local le está ganando terreno.
Revertir esa situación no será sencillo. Reconducir a Porsche hacia una gama más dependiente de los motores de gasolina implicará tiempo y una importante inversión. A partir del próximo año, el superventas Porsche Macan solo estará disponible como versión eléctrica, una decisión que, en mercados con baja infraestructura de carga como España, podría limitar su crecimiento. Además, lanzar una alternativa de combustión requeriría al menos dos o tres años de desarrollo adicional, con el consecuente aumento de costes y retraso en los lanzamientos.
Fuera de España, los retos de Porsche son todavía mayores. Michael Leiters tendrá que gestionar dos mercados enormes y complejos: por un lado, China, que llegó a ser el mayor mercado de la firma, pero cuyas ventas han pasado de casi 100.000 unidades a poco más de 40.000 en apenas dos años, reflejo de la feroz competencia local; por otro, Estados Unidos, donde la marca también sufre el impacto de los aranceles, ya que Porsche no cuenta con fábricas en el país para mitigar esos costes.
En definitiva, igual que sucedió con el Porsche 918 Spyder hace más de una década, la firma alemana sigue necesitando el empuje de los motores de combustión para que sus beneficios vuelvan a alcanzar velocidad máxima.








