El Dr. Alejandro Junger lleva décadas dedicado a una misión que va más allá de la medicina: ayudar al cuerpo humano a recordar su sabiduría natural. Conocido mundialmente por su enfoque en la medicina funcional y la desintoxicación, el médico uruguayo atraviesa una etapa especialmente activa. Desde su empresa, trabaja en el relanzamiento de programas y productos diseñados para limpiar y revitalizar el organismo, fruto de una vida entera de exploración personal.
La toxicidad del siglo XXI: una fiebre planetaria

Junger observa el mundo actual con una mezcla de asombro y preocupación. Suele decir que la toxicidad es la gran enfermedad de nuestro tiempo. Su visión no se limita al cuerpo humano: imagina al planeta Tierra como un organismo vivo que sufre fiebre —el calentamiento global—, un síntoma evidente de su intoxicación. “Nunca habíamos estado expuestos a tantas toxinas como hoy”, advierte.
Y tiene razón. Las toxinas se cuelan por todos los resquicios: el aire, el agua, los cosméticos, los medicamentos. “El 90% de los fármacos —explica— están compuestos de químicos tóxicos que no aportan nada al principio activo.” Pero su crítica más profunda apunta hacia los alimentos industrializados. Los llama “productos tipo alimento”, una categoría que suena inofensiva pero que, en sus palabras, llena el estómago y vacía el cuerpo.
“Mucha gente está sobrealimentada y desnutrida, porque come mucho, pero sin lo que el cuerpo necesita”, dice. Es una paradoja moderna: comemos más que nunca, pero nuestros tejidos están hambrientos. El resultado es un cuerpo inflamado, agotado, incapaz de depurarse como antes.
Recuperar el poder del cuerpo

Para Junger, el cuerpo no necesita milagros: solo condiciones adecuadas. “El hígado sabe cómo hacerlo —asegura—, pero no puede trabajar si lo alimentamos con basura.” Su receta es sencilla, aunque exige valentía para cambiar de hábitos. Recomienda volver a lo natural, a los alimentos que vienen de la tierra, no de una fábrica.
“Evita lo que está en cajas, latas, tubos o bolsas —aconseja—. Recorre la periferia del supermercado: ahí está la vida.” Verduras frescas, frutas de temporada, pescados salvajes, carnes de animales criados en pasto… Esa es su propuesta. Y añade una lista de lo que conviene reducir: azúcar, alcohol, café, lácteos y gluten. Los llama “los cinco grandes saboteadores” de la desintoxicación.
Una transformación nacida del sufrimiento

Nada de esto surgió de un laboratorio ni de una teoría médica. Su búsqueda nació del dolor. Durante años padeció síndrome del intestino irritable, depresión y alergias severas. Los tratamientos convencionales le recetaron siete medicamentos distintos. Probó algunos, pero pronto se dio cuenta de algo inquietante: “No estaban corrigiendo nada, solo apagaban los síntomas, forzando una química que no era natural en mi cuerpo.”
Esa etapa lo llevó a lo que describe como una tortura mental. Pensamientos oscuros, automáticos, aparecían sin aviso. “El noventa y nueve por ciento de los pensamientos que venían a mi cabeza no eran mi voz. Eran horribles.” Aquella experiencia —tan humana, tan cruda— fue su despertar.
La meditación: un refugio en medio del ruido

Junger encontró en la meditación su herramienta más poderosa. Aprendió que el problema no era pensar, sino creer todo lo que la mente dice. “Mi mente sigue produciendo pensamientos, quizás con la misma frecuencia que antes, pero ahora puedo mirarlos con desapego, sin que me atrapen.”
Habla con sencillez de ejercicios que cualquiera puede practicar: sentir los pies apoyados en el suelo, el peso del cuerpo, la respiración. “Ahí —dice— el ruido se apaga y uno vuelve a casa.”
Plantas medicinales y el despertar de la conciencia
En su camino, también se acercó al uso consciente de plantas medicinales como la ayahuasca. Una experiencia, en particular, lo marcó profundamente: comprendió el dolor de su hijastro tras su separación. “Fue una lección de empatía, una sacudida al corazón”, confiesa.
Hoy, su visión de la salud es integral: cuerpo, mente y espíritu son una sola unidad. “La iluminación —afirma— es el derecho de nacimiento de los humanos. Es la verdadera razón por la que estamos aquí.”









