A sus 108 años, Pere Quintana conserva una lucidez admirable y un sentido del humor que desarma. Exfarmacéutico de profesión y jubilado desde hace más de cuatro décadas, asegura que su secreto es no tener ninguno: “Como no me muero, he pasado más años jubilado que trabajando”, dice entre risas. Su historia es una lección de serenidad, sencillez y amor por la vida.
Nacido en 1917, este catalán que el próximo enero cumplirá 109 años ha visto pasar guerras, crisis y cambios de época sin perder la calma. Habla con gratitud de su larga existencia, marcada por una vida tranquila (mayormente como jubilado), sin grandes sobresaltos, y por el cariño de una familia numerosa.
Una vida sencilla, pero bien vivida
Pere fue farmacéutico durante 37 años. Desde que se jubiló, su vida transcurre entre recuerdos, música y las visitas de sus hijos y nietos. “He vivido mucho más tiempo como jubilado que como trabajador, y eso no hay seguridad social que lo aguante”, comenta con ironía. Sin embargo, más allá de la broma, lo que transmite es una satisfacción profunda por haber disfrutado cada etapa sin prisas.
Para él, vivir bien se resume en dos cosas: mantener una buena relación con la familia y tener la economía ordenada. Lo dice sin alardes, como quien repite una verdad sencilla que ha aprendido con los años. Su filosofía de vida encaja con la de un hombre que nunca buscó más de lo necesario, que valora la salud, la paz y los pequeños placeres de la rutina.
Hoy, como jubilado centenario, Pere pasa muchas horas en casa acompañado por una asistente que lo ayuda en lo cotidiano. No se queja. Asegura que su día transcurre en calma, escuchando música, recordando viejos conciertos en el Palau de la Música y esperando con ilusión las visitas familiares de los fines de semana.
Jubilado de por vida: El valor del tiempo y la alegría de seguir

Pere no hizo deporte, nunca fue amigo del fútbol ni del gimnasio, pero sí cultivó la constancia y el buen humor. “Es pura casualidad llegar a tantos años”, repite. Y quizás ahí radique el secreto: aceptar la vida sin buscar fórmulas mágicas. Su longevidad parece más un resultado de la calma que de cualquier disciplina.
A pesar de su avanzada edad, su mente sigue activa y su voz, firme. “Mi día es mejor de lo que aparento”, dice sonriendo. Ese optimismo discreto define su carácter. Como jubilado ejemplar, no se lamenta por el paso del tiempo, sino que lo celebra.
Ya prepara su próximo cumpleaños, donde planea reunir a toda su descendencia para compartir una comida familiar. Será un homenaje a la vida, al tiempo vivido y a la serenidad de quien ha aprendido que la felicidad se esconde en lo cotidiano.
Con 108 años, Pere Quintana es mucho más que un jubilado longevo: es un testimonio viviente de cómo la sencillez, la música y el afecto pueden alargar la existencia. Su historia recuerda que, más allá de los años, lo importante es conservar el espíritu joven y el corazón agradecido.









