jueves, 6 noviembre 2025

Dr. Iñaki Piñuel (60), experto en trauma relacional: “Colocarte en primer lugar no es egoísmo: es el orden psicológico correcto”

- El Dr. Iñaki Piñuel propone la “psicoterapia cero”, una vía valiente para sanar el trauma relacional y recuperar la libertad interior.

Hablar con el Dr. Iñaki Piñuel es asomarse a la trastienda del sufrimiento humano y descubrir que, incluso en medio del dolor, hay salida. Psicólogo, escritor y una de las voces más reconocidas en el estudio del acoso, las relaciones tóxicas y el trauma relacional, Piñuel ha desarrollado lo que él llama la “psicoterapia cero”, un método pensado para quienes viven atrapados en la parálisis emocional que deja el abuso.

Su objetivo, dice sin rodeos, es devolver a las víctimas la capacidad de decidir por sí mismas, de volver a andar sin muletas emocionales. Y lo resume con una frase que repite como un mantra:

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“Cueste lo que cueste, pese a quien pese, caiga quien caiga.”

Pero que nadie se confunda. No es una consigna agresiva ni un grito de rebeldía ciega. “No se trata de una moral psicopática donde el fin justifica los medios”, aclara. Es, más bien, una declaración de independencia emocional, una brújula para quienes han perdido el norte tras años de manipulación o culpa.

Romper con la inercia del sufrimiento

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La voluntad es el punto de partida de toda curación real. Fuente: Canva.

El Dr. Piñuel se ríe, con cierto sarcasmo, cuando menciona los consejos que suelen darse a las víctimas. Los llama “bienintencionados pero letales”. Y cita, para ilustrarlo, un viejo chiste español:

“La cura va muy bien, pero el ojo se pierde.”

Detrás de esa ironía se esconde una advertencia seria: muchas recomendaciones, por sensatas que parezcan, pueden llevar directo al hoyo. Porque en una relación de abuso o lo que él denomina “amor cero”, no hay equilibrio posible. “Nunca os van a salir los números”, dice con una mezcla de paciencia y firmeza. Esperar justicia o comprensión del abusador no es más que alimentar la herida.

Según Piñuel, la salida real comienza cuando la persona deja de esperar un rescate externo y decide ser protagonista de su propia recuperación. Esa decisión —pequeña, pero poderosa— marca el punto en el que la víctima deja de serlo.

La autoestima, entendida de verdad

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La libertad interior nace cuando dejamos de esperar un rescate. Fuente: Canva.

Piñuel desmonta otro mito: el de la autoestima como sentimiento.
“La palabra está manoseada, desgastada, casi vacía”, lamenta. “No es un estado de ánimo, ni algo que te dan los demás con halagos o likes. Es una consecuencia. Surge cuando aplicas tu voluntad, cueste lo que cueste, a hacer lo que es bueno para ti a largo plazo.”

En ese sentido, el amor propio no tiene nada de romántico: es una decisión racional, a veces incómoda, que implica ponerse en primer lugar aunque otros lo tomen por egoísmo. “La primera obligación de cada persona —dice— es cuidar y proteger a quien tiene más cerca: a uno mismo.”

Desobedecer la matrix narcisista

Romper el trance y volver a ser luz Merca2.es
La autoestima auténtica es elegir lo que nos hace bien a largo plazo. Fuente: Canva.

El psicólogo también invita a mirar alrededor con espíritu crítico. “Vivimos en una sociedad narcisista, una matrix psicopática que necesita individuos dóciles, temerosos y paralizados por la culpa.”

Por eso sugiere un acto de rebeldía consciente: desobedecer.

“Desobedece los mandatos de una sociedad que te quiere robotizado, sin metas, sin iniciativa, atenazado por la vergüenza.”

Claro, romper con esa corriente tiene un precio. Llegarán las críticas, las etiquetas, el rechazo. Pero, paradójicamente, esas heridas son señal de crecimiento. “Apúntalas en tu cuaderno de bitácora —recomienda—. Si te señalan y te estigmatizan, probablemente estás empezando a caminar en la dirección correcta.”

El amor racional a uno mismo

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Para Piñuel, el verdadero amor propio no nace del impulso ni de la emoción, sino de la voluntad lúcida. Es una práctica diaria: detenerse, pensar, visualizar y reajustar el rumbo.
Cada día —propone— hay que escaparse un rato del ruido, del torbellino de pantallas y urgencias, para volver a conectar con lo que es bueno, bello y verdadero. Estar “encajado en ese camino” genera una especie de energía tranquila, una fuerza vital que empuja hacia adelante incluso cuando el viento sopla en contra.

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