El Dr. Goosen López, médico integrativo especializado en estrés crónico, microbiología y neuronutrición, lleva años observando cómo el ritmo de vida moderno nos pasa factura. Su consulta está llena de historias que tienen un denominador común: el cansancio profundo que no se va con dormir más, los problemas digestivos que aparecen sin causa aparente, la mente saturada. “Todo parte de lo mismo —explica—, de un sistema nervioso que ha olvidado cómo relajarse.”
Según él, el estrés no es el enemigo. De hecho, es un aliado cuando aparece en el momento adecuado. “El estrés es un mecanismo natural de supervivencia. Se activa para mantenernos vivos frente a una amenaza. El problema es que vivimos como si el peligro nunca acabara”, dice con una media sonrisa.
Y ahí está el quid de la cuestión: nuestro cuerpo está diseñado para momentos de estrés agudo, no para un estado permanente de alerta. “Para el cerebro, que te persiga un león o que tengas un conflicto con tu jefe es exactamente lo mismo. La respuesta hormonal y química es idéntica.” El resultado es un organismo que nunca descansa, atrapado en una alarma continua que desgasta todo el sistema.
Cuando el cuerpo se quema por dentro

El Dr. López lo describe como un “agotamiento sistémico”, un incendio que empieza pequeño pero acaba afectando cada rincón del cuerpo. Habla de resistencia al cortisol, esa hormona que en exceso deja de cumplir su función y provoca inflamación crónica. Menciona también la pérdida de minerales esenciales —magnesio, sodio, potasio— que conduce, silenciosamente, a la descalcificación.
Y no se detiene ahí. “Una persona estresada tiene el sistema digestivo paralizado. La digestión se frena, los nutrientes no se absorben y se genera una especie de colapso interno.” Lo dice sin dramatismo, pero con la serenidad de quien lo ha visto cientos de veces. “El cuerpo entra en modo catabólico, empieza a quemar músculo para obtener azúcar. Y esa energía fugaz se convierte después en grasa abdominal. Es un círculo vicioso del que cuesta salir.”
Cuando el café no ayuda

Otro de los grandes malentendidos, según él, es creer que el café “da energía”. “Cada taza de café le dice a tu cuerpo: ‘me está persiguiendo un león’. No te da energía real, solo excita un sistema que ya está agotado”, explica. Esa estimulación constante altera el ritmo circadiano, invierte los picos de cortisol y nos deja atrapados en noches en vela y mañanas sin fuerza.
Con el tiempo, ese desajuste lleva a lo que él llama fatiga adrenal: las glándulas encargadas de gestionar el estrés dejan de responder. “El cuerpo se apaga. No porque quiera rendirse, sino porque ya no puede más.”
El estrés que también se hereda

Quizá lo más sorprendente de todo es que el estrés no termina en nosotros. “Las madres con estrés crónico o con desequilibrios intestinales pueden transmitir ese patrón a sus hijos. No solo heredamos rasgos físicos, también una microbiota alterada.”
Esa microbiota, el conjunto de microorganismos que viven en nuestro intestino, condiciona nuestra forma de responder al mundo. “Es como un legado silencioso que define cómo enfrentamos la vida.”
Cuatro pilares para reconstruirse

Su enfoque terapéutico gira en torno a cuatro palabras: Comida, Hormonas, Toxinas y Traumas. Es su mapa para volver al equilibrio. En la llamada “Fase Cero”, lo primero es limpiar la base: una alimentación antiinflamatoria, rica en proteínas y grasas saludables, sin azúcar. “No hay manera de calmar el cuerpo si lo seguimos alimentando con lo que lo inflama”, resume.
Entre los suplementos que considera esenciales están la vitamina D, el magnesio, el potasio, la vitamina C y el aceite de hígado de bacalao. Aunque advierte: “El ayuno o las dietas cetogénicas no son para todos. Si tu cuerpo ya está agotado, forzarlo más es como empujar a un coche sin gasolina cuesta arriba.”
El poder invisible de la oxitocina
En medio de tanta bioquímica, el Dr. Goosen López guarda un espacio para lo más humano: el afecto. “La oxitocina es la contracara del cortisol. Es la hormona del amor, la que nos calma y nos da claridad mental. Se activa con un abrazo, una conversación amable, incluso con una sonrisa sincera.”
Hace una pausa y añade: “La salud no es solo física, también es emocional. Puedes tomar los mejores suplementos, pero si no tienes paz interior, cariño o propósito, el cuerpo no sana del todo.”
Y, casi en tono de confidencia, cierra con una recomendación sencilla: “El caldo de huesos, el huevo y un gato ronroneando cerca. Con eso puedes empezar a reconstruir más de lo que imaginas.”









