miércoles, 5 noviembre 2025

No llegues a tener sed: el método que evita las adicciones antes de que empiecen

- Las adicciones no comienzan en una fiesta, sino en una herida que nadie ve.

Las adicciones, más que un asunto de voluntad, son un reflejo profundo de lo humano. Mezclan el cuerpo con la emoción, la biología con la necesidad. Lo dice con claridad un especialista en adicciones que lleva años acompañando a personas en este camino. “La adicción empieza con dolor y termina con dolor”, resume. Y uno entiende que habla desde la experiencia.

Para él, ser adicto no tiene que ver solo con consumir demasiado, sino con perder el control. Es seguir usando, sabiendo que hace daño, y aun así no poder parar. No es un mal hábito ni una simple costumbre: es un sistema de vida que termina envolviendo todo —las rutinas, las relaciones, incluso la forma de soportar el día.

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Un diagnóstico que asusta… pero también libera

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El dolor es muchas veces el punto de partida del cambio. Fuente: Canva

Buscar ayuda no es fácil. Quien lo logra, suele hacerlo después de años de silenciosa lucha. Siete, diez, quince… el tiempo que se tarda en tocar fondo. A veces llegan cuando ya todo se ha roto: la pareja, el trabajo, los vínculos.

El diagnóstico profesional puede dar miedo, pero también tiene algo de alivio. Muchos, antes de entrar a una consulta, se reconocen escuchando a otros en grupos de apoyo. “La historia de otro adicto es el espejo más poderoso”, explica el experto. En esos espacios, la frase “yo estuve ahí” tiene más peso que cualquier diploma.

A diferencia de otros tratamientos médicos, en las adicciones no gana el más inteligente, sino el más dispuesto. “El tratamiento no es para inteligentes, es para obedientes”, dice con una mezcla de ternura y dureza. Porque la mente brillante suele ser la que mejor justifica, posterga o niega.

El cerebro, el placer y la trampa invisible de la expectativa

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Tocar fondo puede ser el comienzo de un camino diferente. Fuente: Canva

Detrás del consumo hay un cerebro que busca anticipación más que placer. Lo que engancha no es tanto el efecto, sino la promesa. Esa chispa que enciende la idea de “esta vez va a ser distinto”. Pero no lo es. El resultado, una y otra vez, acaba siendo decepcionante.

Con el tiempo, el placer natural —ese que viene de una buena comida, una conversación o un logro— desaparece. Recuperarlo puede llevar meses o incluso años. “El equilibrio vuelve, pero hay que atravesar un desierto”, advierte. Y ese desierto es la parte más difícil: vivir sin anestesia hasta que el cuerpo y la mente se reacomodan.

Del dolor al propósito

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La recuperación es un acto de reconstrucción interna. Fuente: Canva

A diferencia de lo que muchos piensan, la adicción no surge de la pereza, sino de la obsesión. Requiere una dedicación impresionante: tiempo, energía, dinero y un nivel de compromiso casi académico. “Desarrollar una adicción es como hacer un MBA”, bromea el experto. Por eso, cuando esa misma energía se canaliza hacia la recuperación, puede convertirse en pura fuerza vital.

Exadictos que hoy corren maratones, emprenden o ayudan a otros. Historias que demuestran que el fondo no es el final, sino el punto de giro.

Detrás de casi todas las historias, sin embargo, hay una herida antigua. Abusos, abandono, negligencia… el trauma infantil es una puerta abierta. Las sustancias funcionan como una muleta: alivian el peso, pero también lo perpetúan.

El largo camino de la recuperación

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Sanar también significa volver a vincularse con otros. Fuente: Canva

La recuperación no es un acto heroico, sino una tarea artesanal. Se hace en grupo, no en soledad. Los espacios de apoyo permiten sanar con otros, mirarse sin vergüenza, compartir sin miedo.

El especialista recuerda tres pilares fundamentales:

  1. Entrega. Dejar de luchar solo y confiar en algo más grande: un grupo, un poder superior, el propio proceso.
  2. Lugares, personas y cosas. Cambiar el contexto que alimenta el consumo.
  3. Sacrificio. Aceptar que para ganar hay que perder algo: amistades, rutinas, refugios falsos.

No se sale de una adicción sin perder algo. Pero lo que se gana después, compensa todo”, dice.

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