Desde el pasado 14 de octubre, Microsoft dejó de ofrecer soporte técnico y actualizaciones de seguridad a su sistema operativo más extendido en la última década, Windows 10. Sin embargo, un gran número de compañías aún lo mantiene activo en sus equipos, desconociendo que esta decisión puede tener consecuencias graves para su operativa diaria.
El problema no reside únicamente en la obsolescencia tecnológica, sino en el desconocimiento del impacto real que conlleva mantener software desactualizado. Lo que para muchos empresarios supone una manera de “ahorrar” en tecnología, para los expertos en seguridad representa una vulnerabilidad latente que puede abrir las puertas a ciberataques, pérdida de datos o interrupciones en los servicios.
Apostar por Windows 10 es un riesgo que pasa inadvertido
Según datos del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), más del 40% de las pymes españolas no ha actualizado sus sistemas operativos a versiones más recientes que el Windows 10, a pesar de las advertencias de los últimos meses.
En la mayoría de los casos, los responsables empresariales no son plenamente conscientes de que el fin del Windows 10 implica la ausencia de parches de seguridad ante nuevas amenazas. Esto convierte cada ordenador conectado a la red en una posible vía de acceso para ciberdelincuentes.
El gerente de i3e, Sergio García Estradera, recuerda que “muchas empresas siguen trabajando con sistemas obsoletos porque no perciben el riesgo inmediato, pero los ataques no siempre se detectan a tiempo”.
Este grupo catalán, con más de 25 años de experiencia en soluciones tecnológicas, advierte de que los incidentes más graves suelen producirse cuando ya es demasiado tarde. “Un ataque informático no solo puede afectar a los archivos o al correo electrónico, sino paralizar completamente una empresa durante días, con pérdidas económicas y reputacionales difíciles de recuperar”, añade.
Falta de alfabetización digital en el tejido empresarial
España cuenta con un ecosistema empresarial dominado por pequeñas y medianas empresas. Según el Ministerio de Industria, estas representan más del 98% del total del tejido productivo. Sin embargo, la transformación digital sigue siendo desigual y muchas aún usan el Windows 10.
En palabras de Francisco García Parra, fundador de i3e, “el desconocimiento es uno de los mayores enemigos de la seguridad tecnológica. Muchas decisiones se posponen porque no se comprende su urgencia ni su impacto directo en la continuidad del negocio”.
La falta de alfabetización digital se traduce en una baja inversión en ciberseguridad, sistemas de respaldo o infraestructuras actualizadas. A menudo, las pymes priorizan el día a día operativo sobre la planificación tecnológica, sin tener en cuenta que una brecha de seguridad puede implicar sanciones legales, pérdida de confianza de clientes o incluso el cierre temporal de la empresa.
Ciberseguridad como necesidad, no como lujo
Trabajar con sistemas obsoletos o con el Windows 10 deja expuestas a las empresas a ataques cada vez más sofisticados. Los ciberdelincuentes aprovechan vulnerabilidades conocidas en software sin soporte para infiltrarse en redes corporativas, robar información o secuestrar datos mediante ransomware.
Según el informe anual de Check Point Research, en 2024 se registró un incremento del 21 % en los ciberataques dirigidos a pymes en Europa, siendo España uno de los países más afectados.
Los expertos insisten en que la seguridad informática debe abordarse como una inversión estratégica y no como un gasto secundario. Las soluciones actuales, como la migración de Windows 10 a Microsoft 365 o la adopción de entornos en la nube, ofrecen una capa de protección avanzada y permiten mantener los sistemas actualizados de forma automática.

Además, facilitan la colaboración entre empleados, la gestión remota y la continuidad de los procesos incluso en escenarios de contingencia.
La nube como oportunidad de modernización
Más allá de la seguridad y del Windows 10, la digitalización aporta ventajas competitivas en productividad y eficiencia. La adopción de entornos en la nube permite que los trabajadores accedan a la información desde cualquier dispositivo y ubicación, con niveles de protección que cumplen los estándares internacionales más exigentes. Este tipo de soluciones reduce el riesgo de fallos locales y elimina la dependencia de servidores internos antiguos, que suelen requerir mantenimiento constante.
El sector tecnológico coincide en que el momento actual con el fin del Windows 10, representa una oportunidad para dar el salto hacia una infraestructura más moderna, flexible y escalable. “Nuestra propuesta —explican desde i3e— se basa en acompañar al empresario durante todo el proceso, asegurando que la migración sea sencilla y que los equipos puedan centrarse en lo importante: su negocio”.
El coste de no actuar y seguir usando Windows 10
Migrar a un sistema moderno desde Windows 10, puede implicar una inversión inicial, pero los expertos coinciden en que el coste de no actualizarse es mucho mayor. Según estimaciones de la consultora Deloitte, una interrupción operativa causada por un ciberataque puede suponer pérdidas superiores a los 50.000 euros en una pyme media. A ello se suma la pérdida de datos confidenciales y la posible afectación a clientes o proveedores.
La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) recuerda, además, que mantener sistemas sin soporte podría incumplir la normativa de protección de datos (RGPD), ya que impide garantizar la seguridad de la información tratada. En ese sentido, no solo está en juego la operativa, sino también el cumplimiento legal.
Adaptarse o quedar atrás
El fin de Windows 10 significa el fin de una era tecnológica y obliga a las pequeñas y medianas empresas a replantear su estrategia digital. La modernización no solo consiste en cambiar un sistema operativo, sino en adoptar una mentalidad de mejora continua, donde la tecnología se convierte en una herramienta para crecer y no en una carga.
Los expertos coinciden en que este cambio requiere formación, acompañamiento y una visión a largo plazo. La transición puede parecer compleja, pero contar con el apoyo de profesionales especializados reduce riesgos y facilita la integración de soluciones modernas sin interrumpir la actividad diaria.
Mientras algunas empresas ya han iniciado el proceso de transformación digital, otras aún se aferran a estructuras heredadas que, tarde o temprano, dejarán de ser viables. La decisión, por tanto, no es si actualizar o no, sino cuándo hacerlo antes de que las consecuencias sean irreversibles.

                                    


 



