España lleva más de 30 años viendo cómo los salarios reales permanecen prácticamente inmóviles. Mientras otros países europeos y americanos han experimentado incrementos significativos, el trabajador español medio apenas ha visto un aumento del 2,76% ajustado por inflación. Este estancamiento refleja un fenómeno complejo, ligado a la productividad, la estructura económica y la evolución de la industria, con efectos directos sobre la vida cotidiana de millones de ciudadanos.
La comparación internacional es alarmante. Alemania y Francia han registrado subidas del 24% y 28% respectivamente, mientras España figura entre los cuatro países de la OCDE con peor desempeño salarial. Esta brecha evidencia no solo un problema coyuntural, sino un déficit estructural que limita el poder adquisitivo y la capacidad de ahorro de los trabajadores, afectando su bienestar y las perspectivas de crecimiento económico.
El estancamiento salarial y la trampa de la productividad
El estancamiento de los salarios en España tiene raíces profundas. La productividad por trabajador, según BBVA Research, apenas ha crecido en las últimas tres décadas. Esto significa que un trabajador español medio produce solo un poco más de bienes y servicios que hace 30 años, lo que dificulta que las empresas puedan aumentar de manera sostenida los salarios sin comprometer sus cuentas. La falta de productividad se combina con un proceso de terciarización de la economía: el empleo se concentra en servicios de baja productividad, mientras que la industria, tradicional motor de salarios altos y estabilidad económica, ha perdido peso.
El efecto es doble: los salarios no crecen y se reduce el incentivo para invertir en formación, innovación o expansión industrial. La evolución histórica muestra que las etapas de mayor aumento salarial coinciden con saltos de productividad, como ocurrió en la revolución industrial en Europa. Sin una mejora sostenida de la productividad, los aumentos de salario seguirán siendo esporádicos y limitados, afectando especialmente a la clase media y generando sensación de estancamiento generalizado.
La industria como clave para romper el ciclo de salarios bajos

La desindustrialización ha sido determinante. La aportación de la industria manufacturera al valor añadido bruto se redujo del 17,9% en 2000 al 11,8% en 2024, y el empleo industrial perdió casi una cuarta parte de sus puestos. Sectores industriales de alta tecnología y mayor productividad, como automoción avanzada o maquinaria, generan un valor por trabajador mucho mayor que los servicios de baja complejidad. Al retroceder la industria, la productividad media de la economía cae, y con ella los salarios.
Recuperar un sector industrial competitivo es esencial para que los salarios puedan crecer de manera sostenida. Mejorar la productividad en empresas rezagadas, fomentar inversión en I+D, educación tecnológica y formación profesional, así como conectar la investigación universitaria con la industria privada, son estrategias clave. Solo así se podrá romper el círculo de baja productividad y salarios estancados, construyendo una economía más próspera y equitativa a largo plazo.









