El panorama mediático español vive una transformación profunda, marcada por la polarización ideológica y el vértigo tecnológico. Las televisiones públicas (La 1 y autonómicas) ejercen de herramientas políticas del PSOE y PP, la cultura se acerca al ámbito conservador, los medios deportivos son sometidos a los intereses del poder que irradian personajes como Florentino Pérez, el tabú monárquico resucita viejas censuras y la crisis del periodismo escrito se agudiza en la era del vídeo.
Analicemos cinco claves mediáticas de inicios de noviembre de 2025.
1. El milagro progresista de La 1
Durante décadas, la hegemonía mediática española ha estado inclinada hacia el conservadurismo, en parte por la dependencia de los anunciantes y por la falta de estrategia cultural de la izquierda. Sin embargo, La 1 (que este curso va camino de pelearle el liderazgo a Antena 3) ha conseguido romper parcialmente ese dominio con una renovada programación que ha conectado con el público.
Su day time ofrece tertulias aguerridas, informativos rítmicos y saludables programas que celebran la diversidad, como ‘La Revuelta’. La televisión pública conecta con amplias audiencias sin plegarse al relato derechista que imponen otros canales privados.
La 1 sería muy saludable y más aplaudida si fuese privado. Sin embargo, los hallazgos de la cadena se manchan porque el canal es público (con lo cual deberían apostar por un rigor y mesura que el canal prosocialista no tiene), los programas son presentados por estrellas externas mientras se marginan a los profesionales de la casa, y se favorecen a productoras afines.
La 1 ha logrado lo que parecía imposible en nuestra televisión reciente: promover un discurso progresista de masas. Pero su método abre un viejo debate sobre los límites del poder público en la batalla cultural.
Y si la izquierda se echa en manos de La 1 tiene dos problemas: las manchas que deja manipular (Javier Ruiz emuló tras la comparecencia de Pedro Sánchez en el Senado a la parcialidad de Gloria Lomana en 1999 en favor de José María Aznar tras el Debate sobre el Estado de la Nación) y la orfandad que sentirá cuando haya cambio de Gobierno y no tengan refugios privados en los que blindarse.
2. El péndulo conservador y ‘Los domingos’
La cultura audiovisual, como el clima político, también oscila. En 2025, la directora Alauda Ruiz de Azúa confirma su talento en ‘Los domingos’, retrato de la mediana burguesía vasca y de una adolescente atrapada entre una tía neurótica y roja y una monja que invaden su vida.
La película de la madre de la soberbia ‘Querer’ es excelente, pero su aparente tolerancia encubre el deseo de destrozar la imagen de la izquierda más catequista, quizá con merecimiento.
‘Los domingos’ no es un caso aislado. En la ficción española proliferan relatos que piden «tolerancia hacia la intolerancia», sea integrismo religioso o espectáculos de dudoso gusto. En ‘La suerte’, las faenas son omitidas. Y en ‘Los domingos’ también se silencian muchos de los peores vicios de la Iglesia.
La cultura pop también refleja este vaivén. Rosalía, icono global que en 2019 gritaba «Fuck Vox», se viste ahora de monja y evita cualquier compromiso político explícito. Solo se pronunció sobre Palestina cuando la presión la obligó. Su metamorfosis ilustra el clima de fondo: una era en la que la autocensura cultural sustituye al activismo, y el miedo a molestar pesa más que la coherencia ideológica.
Sea como fuere, ‘Los domingos’ es un film mayúsculo que se une a la extraordinaria cosecha de películas autóctonas que complementan en 2025 ‘Sirat’, ‘Maspalomas’, ‘Muy lejos’, ‘Romería’, ‘Votemos’, ‘Jone, Batzuetan’ o ‘Una quinta portuguesa’.
3. Florentino Pérez y el control absoluto del periodismo deportivo
El tercer movimiento tiene nombre propio: Florentino Pérez, que se cobra una vieja pieza de caza muy deseada para él. Con la destitución de Vicente Jiménez al frente de As, poco después del cese de Alfredo Relaño, símbolo de independencia y profesionalidad, el diario deportivo ha quedado bajo la órbita del poder blanco.

El presidente de Prisa, el gilista Joseph Oughourlian, ha entregado la dirección a José Félix Díaz, portavoz oficioso del ‘Ser superior’ y aliado de Josep Pedrerol. En Madrid a Florentino ya solo le queda por colonizar El Confidencial…
4. Silenciosa caza al disidente del actual jefe del Estado
El veterano periodista Jaime Peñafiel ha sufrido en carne propia el nuevo tabú mediático. En plena polémica por las memorias del rey emérito, publicadas en Francia bajo el título ‘Reconciliación’, Peñafiel se ha atrevido a criticar la frialdad de Felipe de Borbón y el poder excesivo de Letizia. La respuesta ha sido el vacío: desaparición de la televisión, ninguneo y silencio con la excusa de que tiene tics machistas y clasistas, ¡cómo si no hubiese tantos otros iguales!
En España se puede cuestionar, con razón, a Juan Carlos de Borbón, pero no al actual monarca ni a su consorte. La sacralidad ha vuelto. La monarquía se comporta como en el siglo XIX, blindada frente a la crítica bajo la excusa del respeto institucional.
Peñafiel no es víctima de un linchamiento digital, sino de algo más difícil de atajar: la restauración simbólica del miedo a hablar del rey. La paradoja es cruel: una democracia madura que presume de libertad de prensa, pero donde la crítica a la Casa Real se considera un exceso.
5. El drama del periodismo escrito ante el nuevo Discover
El último golpe llega desde Silicon Valley. Google ha rediseñado su plataforma Discover, el feed que nutre de contenidos a millones de usuarios. Su nueva lógica prioriza el vídeo y las publicaciones de redes sociales. El texto (la palabra, el análisis, la lectura), retrocede.
Luis Collado, responsable de News en Google, lo resumió en una reciente conferencia de la Asociación de Revistas: se simplificará el diseño del feed, se impulsará la personalización y se dará espacio a más voces multiformato.
En la práctica, significa que la escritura será invisible si no se traduce en imagen o sonido. Los jóvenes de entre 18 y 24 años ya confían más en TikTok o en los reels de Instagram que en los periódicos digitales.
La lectura se convierte otra vez en un acto minoritario, como en el siglo XIX, mientras la información se disuelve en espectáculo visual. Si el vídeo es el nuevo catecismo, el periodismo escrito corre el riesgo de ser el último refugio de los descreídos. Oremos.








