Durante más de 180 años, la Guardia Civil ha sido uno de los pilares de la seguridad en España. Sin embargo, detrás del uniforme y la disciplina militar, se esconde una realidad que preocupa cada vez más: la salud mental de quienes protegen a la ciudadanía. Juan Couce, portavoz de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) en Canarias, lo resume con crudeza.
Según él, la Guardia Civil atraviesa una crisis silenciosa. Falta de personal, instalaciones obsoletas, desigualdad salarial y una preocupante ausencia de apoyo psicológico son solo algunos de los problemas que minan la moral de los agentes. En las islas, por ejemplo, un solo psicólogo atiende a casi 4.000 efectivos. Una situación que, en palabras de Couce, “es inasumible”.
Un cuerpo con historia… y con heridas abiertas
La Guardia Civil, con más de siglo y medio de servicio continuo, mantiene un despliegue territorial propio del siglo XIX. En Canarias, algunos cuarteles se encuentran a escasos minutos unos de otros, mientras otros operan con personal mínimo. Esta desorganización se traduce en sobrecarga laboral, estrés y agotamiento. Couce advierte que “las necesidades de servicio” se usan con frecuencia como excusa para modificar turnos o extender jornadas, afectando la conciliación y la salud emocional de los agentes.
Pero el problema va mucho más allá de la gestión del tiempo. La Guardia Civil soporta la tasa de suicidios más alta entre los cuerpos de seguridad del Estado. Los agentes enfrentan situaciones traumáticas sin la debida asistencia profesional: accidentes, fallecimientos y casos de violencia de género que dejan huellas profundas. “Después de ciertas actuaciones no tenemos a quién acudir”, confiesa Couce, y recuerda que muchos compañeros terminan recurriendo a la atención privada para poder seguir adelante.
Guardia Civil: Condiciones desiguales y un futuro incierto

En materia salarial, la Guardia Civil también arrastra una larga batalla. Los agentes denuncian diferencias significativas con la Policía Nacional, pese a cumplir funciones similares. En Canarias, por ejemplo, un policía nacional cobra unos 300 euros más al mes debido a los pluses de territorialidad y turnicidad que no se aplican a la Guardia Civil. “Queremos equiparación, pero también condiciones laborales dignas”, señala Couce.
A todo esto se suma la falta de recursos materiales y la antigüedad de los cuarteles. Muchos de los más de 2.000 repartidos por España presentan estructuras obsoletas o directamente inadecuadas. “Tenemos un despliegue del siglo XIX para un país del siglo XXI”, lamenta el representante, que insiste en la necesidad de reorganizar y modernizar las instalaciones.
Pese a todo, la Guardia Civil sigue siendo uno de los cuerpos más respetados por la ciudadanía. Sin embargo, Couce advierte que el reconocimiento público no basta cuando dentro del propio sistema los agentes se sienten “la cenicienta de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado”. La falta de apoyo psicológico, la desigualdad salarial y la presión jerárquica son heridas que todavía no cicatrizan.

                                    



 



