Franco Pisso, abogado y especialista en comunicación no verbal, asegura que la procrastinación no es una condena: existe una cura científica que permite a quienes la padecen dejar de postergar tareas y compromisos. Este fenómeno, tan común en estudiantes, profesionales y emprendedores, tiene raíces biológicas y psicológicas que pueden ser comprendidas y manejadas con estrategias concretas y efectivas.
La procrastinación, a menudo confundida con pereza, es en realidad un mecanismo de defensa del cerebro frente a la ansiedad, la falta de motivación y la percepción de tareas demasiado lejanas o abrumadoras. Comprender cómo funciona la mente y aplicar métodos respaldados por la ciencia puede transformar la manera de enfrentar los desafíos diarios, generando un impacto positivo en la productividad y el bienestar personal.
Victoria diaria: el primer paso para derrotar la procrastinación

Según Pisso, el primer principio científico para superar la procrastinación consiste en fijar metas pequeñas y alcanzables. “La idea es lograr una victoria diaria”, explica. La clave está en fragmentar objetivos grandes en pasos simples y concretos. Por ejemplo, en lugar de proponerse “estudiar todo el temario”, se sugiere abordar un capítulo por día. Esto no solo genera un sentido de logro inmediato, sino que activa la dopamina, la hormona vinculada a la motivación, y mantiene la energía mental para continuar con nuevas tareas sin esperar a que la inspiración llegue de forma espontánea.
Asimismo, el experto subraya la importancia de afrontar primero las tareas más desagradables, aquellas que solemos posponer por miedo, ansiedad o simple resistencia. “Comer el garrón al principio del día maximiza la capacidad del cerebro de decir ‘no’ a las distracciones y a la postergación’’**, asegura. Este enfoque, respaldado por estudios sobre agotamiento del ego, sostiene que nuestra fuerza de voluntad se reduce a medida que avanza el día, por lo que abordar los desafíos más difíciles temprano garantiza un mejor desempeño y disminuye la procrastinación acumulada.
Equilibrio biológico y mental: dopamina, sueño y hábitos
Pisso también advierte sobre los factores biológicos que influyen en la procrastinación. El consumo de café y otras bebidas similares apenas al despertar puede generar dependencia y altibajos en la energía, afectando la concentración y la motivación. Además, la falta de sueño y una alimentación inadecuada reducen la capacidad de autocontrol, reforzando la tendencia a postergar actividades. Integrar hábitos saludables, como ejercicio físico temprano y exposición al sol, ayuda a generar dopamina, cortisol y adrenalina de manera natural, creando un entorno interno propicio para la acción.
Otro aspecto crítico señalado por Pisso es la percepción errónea de la procrastinación como enemigo absoluto. “No peleamos contra la procrastinación, sino contra sus causas: ansiedad, perfeccionismo o miedo al fracaso”, explica. Reconocer estas raíces permite abordar el problema de manera estratégica y sostenida. Finalmente, la agenda y la planificación diaria se convierten en herramientas indispensables: organizar los pasos, medir avances y consolidar victorias diarias transforma la procrastinación de obstáculo en hábito superable.









