El equilibrio: el nuevo espejo del envejecimiento que supera a las arrugas y la memoria

Una investigación revela que la capacidad de mantenerse sobre una pierna predice mejor la salud neuromuscular y la longevidad que otros indicadores tradicionales

El equilibrio: el nuevo espejo del envejecimiento que supera a las arrugas y la memoria

Al hablar del paso del tiempo, solemos referirnos o a pequeñas arrugas o a esos fragmentos de anécdotas o historias que olvidamos recordar. Pero, ¿y si existe un indicador mucho más certero, mucho más revelador del tiempo que nuestras arrugas y nuestras memorias lentas? Recientemente, un estudio que fue publicado en la revista PLOS One parece pensar que un simple ejercicio físico, como es la contención de equilibrio en una sola pierna, revela mucho más acerca de nosotros que los clásicos signos del envejecimiento. La idea es curiosa: ¿puede ser que el equilibrio pueda representar una especie de novedad de nuestra salud neuromuscular y, por tanto, de nuestra vitalidad?

EQUILIBRIO Y ENVEJECIMIENTO NEUROMUSCULAR

EQUILIBRIO Y ENVEJECIMIENTO NEUROMUSCULAR
Fuente: Freepik

Cuarenta participantes, todos ellos mayores de 50 aunque con algunos menores de 65 y otros que estaban por encima de tal umbral, fueron invitados a realizar diferentes pruebas físicas: fuerza de prensión, explosividad en las piernas, velocidad al caminar y entre estos el reto de sostenerse durante 30 segundos en las piernas de peor rendimiento. La respuesta al panorama inicial, ese que no satisface las expectativas de sí realizarse, es que muchas de las pruebas estaban correlacionadas con la edad, pero fue el equilibrio el que proporcionó con más claridad el paso del tiempo.

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Lo curioso de ello es que el entrenamiento para lograr mantener la posición de sostenerse en equilibrio sobre una sola pierna hace caer, de forma muy constante, el rendimiento que ofrece en las pruebas, de circuito y de coordinación sacando a relucir una señal directa de los déficits neuromusculares. La pérdida del equilibrio no tiene que ver con la memoria, o con un tema de estética, sino más bien porque el equilibrio es un espejo más veraz de nuestra condición física interna.

Los resultados obtenidos al realizar la prueba fueron equivalentes en ambos sexos, lo que nos ofrece una universalidad en esa relación entre el equilibrio y la edad. Tal hallazgo pone en tela de juicio la superioridad que nos ofrecen los marcadores tradicionales en la práctica: ¿cuántas veces hemos oído chantajes al decirnos que hay que mantener la memoria fresca o que hay que evitar las arrugas a fin de obtener un estado óptimo?, este estudio nos invita a plantear una nueva mirada hacia el interior de las cosas: un cuerpo que sabe sostenerse con firmeza es un cuerpo que está sano.

DE LA EVIDENCIA AL DÍA A DÍA

El equilibrio: el nuevo espejo del envejecimiento que supera a las arrugas y la memoria
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Si eres capaz de permanecer en la pierna más débil y mantener el equilibrio durante 30 segundos —o al menos intentarlo— estás haciendo exactamente lo que el trabajo de estas páginas tomó como referencia. De hecho, puedes comparar tus tiempos y progresos de mes a mes y ver si sí avanzas, te mantienes o retrocedes. Esa pequeña autoevaluación puede ayudarte a detectar zonas de debilidad antes de que salgan a la luz en caídas o debilidad general. No basta con que intentes pararte.

Es necesario entrenar. Actividades como el tai chi, las clases de yoga dinámico, los ejercicios que se realizan con un apoyo muy reducido, o las actividades de propiocepción pueden hacer que esa capacidad aumente. Parecen prácticas sutiles, pero pueden tensar la línea entre estabilidad y fragilidad silenciosa. Si un día llegas a mantenerte en equilibrio sin dificultad durante esos 30 segundos, el reto puede escalar de diferentes maneras: cerrando los ojos, haciéndolo sobre una superficie inestable, o añadiendo algún movimiento del brazo.

Lo importante es mantener el reto y forzar —sin lesionarte— una leve tensión adaptativa. La mejora del equilibrio de forma progresiva, aunque con dificultades, es el mejor antídoto contra la fragilidad silenciosa. El estudio también nos enseña una lección más filosófica: nuestro cuerpo desea hablar. La incapacidad progresiva para equilibrarnos no es sólo una cuestión muscular, es un susurro propio del sistema nervioso que va siendo ineficaz.