Pilar Pérez, Premios Salud Activa: “El movimiento es vida, y yo no pienso parar”

Una generación de mayores demuestra que la vitalidad no tiene fecha de caducidad: más de 2.000 participantes celebran su energía en los Premios Salud Activa

Pilar Pérez, Premios Salud Activa: “El movimiento es vida, y yo no pienso parar”

Cada año, cuando llegan los Premios Salud Activa, podría pensarse que el protagonismo de esta gala recae en personas con muchos menos años. Y, sin embargo, quien se postula con fuerza en esta gala tiene 60, 70, 80 o incluso 90 años. Porque cumplir años no significa detenerse: significa cambiar de ritmo, reinventarse, sí, pero avanzar con paso firme. En la última edición, 2.000 mayores actuaron, compartieron sus historias y los testimonios recogidos hablan con voz potente: la vitalidad no tiene fecha de caducidad, y es que esta celebración de la vejez activa va más allá de los premios: es un grito de inspiración para todos, es una invitación a vivir con intención, día a día.

HISTORIAS QUE CONMUEVEN, FORMATO PREMIO

Pilar Pérez, Premios Salud Activa: “El movimiento es vida, y yo no pienso parar”
Fuente: Freepik

En la velada a la que asistí, lo que me impresionó no fueron los discursos serios, ni los nombres populares, sino aquellas vidas que desnudan momentos muy crudos y hermosos a la vez. “El movimiento es vida; yo no pienso parar”, dijo Pilar Pérez, de 92 años, mientras explicaba cómo había modificado la suya: clases de sevillanas, zumba, tai chi… y ahora, dirigiendo lecturas en su centro de mayores de Lugo. En sus palabras no hay ornamentos, hay decisiones convertidas en sudor, en entusiasmo, en voluntad de ser.

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Y entonces nos encontramos con que los finalistas no son personas ejemplo; son las y los maestros. Pepa Alonso, de 69 años, superó varios cánceres y sostiene que su mejor estrategia es nunca parar mental y físicamente. Está preparando su reingreso en la universidad, hace pilates, convive con sus amigos. “Si la vida te da palos, haz una hoguera, y a luchar”, dice con voz firme.

Son relatos que espantan la inacción. María del Carmen, de 73 años, fue al teatro en busca de la luz tras la oscuridad, y hoy anima a otros y otras con charlas y pequeñas obras de teatro propias. Julián Estévez aprendió a andar en bici a los 64 y hoy pedalea con otros mayores y hace rutas por España. Nunca es tarde para recurrir al asombro.

EL MOVIMIENTO COMO CLAVE

EL MOVIMIENTO COMO CLAVE
Fuente: Freepik

La actividad física y el movimiento constituyen una bandera, pero no suficiente por sí sola. Lo que distingue es la perseverancia: evidentemente asumir que su cuerpo debe continuar utilizándose: caminar, bailar, estirarse, pedalear. No es entrenar para perfilar músculos, sino entrenar para aguantar, para moverse con el tiempo. A eso hay que agregar el músculo psicológico: asumir adaptaciones, tolerar el dolor, abrazar el aprendizaje. Las mujeres que comparten sus trayectorias no aceptan la resignación: se adaptan.

Ser activo no es solo físico. El teatro, las lecturas, los talleres, el voluntariado: todo eso es alimento para el alma. El deseo de dejar huella —aunque sea pequeña— da sentido a cada día. Cuando María del Carmen volvió atrás la ansiedad y empezó su taller teatral no solo “mató el tiempo”: tejió la comunidad, se rehabilitó emocionalmente, creó lazos nuevos. Y Julián, con su ruta en bicicleta, no solo recorría kilómetros: redactaba la fraternidad con otros mayores.

La salud activa no se sustenta en un ejercicio aislado, sino en redes humanas, en compromisos reales: con uno mismo, con otros. Quienes crean cultura, crean estructura para esto —como los organizadores de estos premios— no celebran el pasado, sino el presente futuro: aquellos que hoy son inspiradores para que otros continúen.