La velocidad de la información suele imponerse sobre la reflexión, Antoni Daimiel observa con atención cómo el periodismo ha cambiado en las últimas décadas. Desde sus primeros pasos como corresponsal hasta la dirección de un medio, ha vivido la transformación de una profesión que define la democracia y la sociedad.
Hoy, Daimiel reflexiona sobre la relación entre poder y periodismo, y cómo las presiones económicas y tecnológicas han modificado la independencia de los medios. Para él, la esencia del oficio sigue siendo la misma: informar con rigor, contrastar hechos y ofrecer a la ciudadanía herramientas para comprender la realidad sin sucumbir al sensacionalismo o la inmediatez.
El oficio frente al poder
Daimiel recuerda con claridad sus primeros años como corresponsal. “Cuando me fui muy joven de corresponsal, el poder tenía miedo del periodismo”, dice. Aquella época —explica— estaba marcada por un respeto casi reverencial hacia el trabajo de los reporteros, que eran vistos como guardianes de la verdad y la transparencia pública.
Sin embargo, el panorama cambió. “Veinte años después, era el periodismo el que tenía miedo del poder”, reflexiona. Para el periodista, esa inversión de fuerzas no ocurrió de un día para otro: fue el resultado de un proceso gradual en el que la concentración mediática, la dependencia económica de la publicidad y la irrupción de las redes sociales alteraron la esencia misma del periodismo.
“El poder aprendió a convivir con los medios, a manejarlos y a seducirlos. Muchos periodistas dejaron de ser incómodos para convertirse en funcionales”, resume Daimiel. A su juicio, el desafío actual es recuperar la autonomía y la credibilidad que históricamente definieron al periodismo.
La transformación del periodismo

El periodista reconoce que la irrupción tecnológica trajo ventajas innegables, pero también una pérdida de profundidad. “Hoy el periodismo está más informado, pero menos formado”, sentencia. La presión por la inmediatez y el clic constante, sostiene, llevó a una pérdida del tiempo necesario para contrastar, analizar y pensar.
En ese sentido, Daimiel insiste en que el verdadero valor del periodismo no está en ser el primero, sino en ser el más veraz. “Antes, el periodista investigaba para explicar la realidad; ahora, muchas veces, opina para confirmar lo que la audiencia ya quiere escuchar”, advierte.
La figura del periodista, agrega, debe volver a situarse como mediadora entre los hechos y la ciudadanía, no como amplificadora de intereses ajenos. “El buen periodismo no busca likes, busca sentido. No se debe al ruido, sino al contexto.”









