Cuando una comunidad decide reconocer a una persona por su trayectoria vital y su huella social, no reconoce solo logros particulares, sino que reivindica valores comunes. En la Región de Murcia se acaba de conceder este título de persona mayor del año a Francisca Moya, primera catedrática de la Universidad de Murcia (UMU). Pero no es una distinción, en este caso, por casualidad, sino que se refleja un camino de dedicación a la didáctica, la investigación, la lucha por la igualdad de género y el voluntariado. Hablaremos, pues, de los hitos que hicieron posible ese reconocimiento y de cómo late su ejemplo entre generaciones.
EL CAMINO ACADÉMICO DE UNA PIONERA

Francisca Moya nació en Cieza y mantuvo firme su vocación académica a través del tiempo. Alcanzar el título de primera mujer catedrática de la Universidad de Murcia (UMU), fue un hecho simbólico, pero también una imagen para muchas jóvenes que deseaban acercarse a las cimas del mundo universitario. No fue un hecho que le concediera simplemente, sino que fue el resultado de años de investigación seria, de publicaciones, de dedicación. Su nombre no solo aparece en actas académicas universitarias, sino en muchos campos de la docencia y del conocimiento.
Pero no solo fue llegar a ese título: ascender en el mundo académico significaba también abrir pasos a donde no los había, en un contexto tradicionalmente masculino, su figura rompía muchas barreras invisibles. Aun cuando estaba en lo alto de su carrera académica, no perdía de vista la docencia en el sentido más puro de la palabra, ella recordaba que una catedrática no solo investiga, sino que educa, acecha, corrige y motiva a sus alumnos.
Más allá de la creación de un legado académico, su recorrido académico es una mirada pluralista, diversa. No fue catedrática de gabinete: participó en debates públicos, abanderó tesis de igualdad, constituyó una universidad más abierta a la sociedad. Su trayectoria es el puente entre la exigencia científica y el deseo de cumplir con el bien común.
UN COMPROMISO SOCIAL

Reconocer a Francisca Moya como Persona Mayor del Año no se hace única y exclusivamente por su trayectoria universitaria, sino por toda una vida entregada al servicio de los demás. Y así se le reconoció en los Premios Mayores Región de Murcia, donde también recibieron el galardón otras personas y proyectos con vocación social.
Desde su implicación desde Proyecto Hombre, hasta su colaboración activa con Cruz Roja, ha evidenciado que la excelencia intelectual puede ir de la mano con la solidaridad de cada día. Ser una figura pública no le impidió ensuciarse las manos en causas locales, el instinto de cercanía ha estado en la beta de su ser. Cada hora donada, cada momento con quienes necesitan algo de nosotros habla de una coherencia personal que va más allá de la institucionalidad del reconocimiento.
La selección de otros premiados -por ejemplo, mujeres dedicadas al cuidado de personas con Alzheimer o talleres intergeneracionales que conectan jóvenes y mayores por la vía de la tecnología– ratifican hasta dónde se puede llegar en todo lo que se busca: acción cotidiana, cercanía, conectar generaciones. En la misma gala del 1 de octubre, en el Teatro de Invierno de San Javier, se rendirá tributo a esos modos de vida que han de servir de inspiración por su energía y su entrega.








