sábado, 1 noviembre 2025

David, cabo primero del ejército del tierra: «La actitud es lo primero que veo y luego la disciplina en el sentido estricto de la falta de respeto»

Cabo primero del Ejército de Tierra, David comparte su historia marcada por la vocación, el compañerismo y el sacrificio. Habla de las misiones, el valor del respeto y el sentido de pertenecer a algo más grande que uno mismo.

Cuando habla de su profesión, David —cabo primero del Ejército de Tierra— no lo hace desde la rigidez de los reglamentos ni desde la distancia de los grados. Lo hace con la serenidad y la convicción de quien ha aprendido a convivir con el sacrificio, la incertidumbre y, sobre todo, con el valor del compañerismo. Para él, el Ejército no es solo una institución: es un sentimiento.

La actitud es lo primero que veo, y luego la disciplina, en el sentido estricto del respeto”, dice sin dudar el cabo primero del ejército del tierra. Esa frase, sencilla y directa, condensa la esencia de su forma de entender la vida militar: una mezcla de vocación, compromiso y respeto mutuo.

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Ejercito de Tierra: Más allá del uniforme

Ejercito de Tierra: Más allá del uniforme
Fuente: agencias

Definir qué significa ser militar no es tarea fácil. “Muchas veces cuando tenemos que definir algo que sentimos profundamente, cuesta explicarlo”, confiesa. “El Ejército te da eso de pertenecer a algo que es más importante que tú mismo. No se trata de pensar en ti, sino en el colectivo, en los compañeros, en tu país”.

David lo compara con un sentimiento tan íntimo como el amor: algo que se siente con intensidad, pero que resulta casi imposible de describir. “Cuando te enamoras, sabes que estás enamorado, pero no sabes muy bien por qué. Con el Ejército pasa igual: es algo que se lleva dentro”.

Esa pasión se refuerza con cada misión, con cada entrenamiento y con cada noche de maniobras compartida. Allí, lejos de los hogares y de las comodidades, el lazo entre compañeros se vuelve inquebrantable. “Pasar frío, hambre o cansancio con otros te une de una manera que no se puede vivir en ningún otro trabajo”, asegura.

Nervios, despedidas y hermandad

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En pocos días, David volverá a desplegarse con el Ejercito. Ya lo ha hecho antes, y aunque la experiencia ayuda, los nervios siguen siendo inevitables. “Siempre te vas nervioso. Son seis meses fuera de tu casa, de tus rutinas. Y aunque ya sepas a lo que vas, cada misión es diferente”.

Recuerda su primera salida, en 2007, al Líbano. Apenas llevaba un año en el Ejército cuando un atentado acabó con la vida de varios compañeros poco antes de su despliegue. “Te aprietas el cinturón. Te das cuenta de que no es un juego. No vas a repartir juguetes”.

Las misiones, dice, son una mezcla de emociones. “Es la despedida de la familia, la ilusión por cumplir la misión, la responsabilidad. Todo junto te revuelve el estómago”. Pero también están los lazos, los códigos no escritos que solo entienden quienes visten el mismo uniforme. **“Aunque no los conozcas de nada, si un compañero cae, lo sientes como si fuera alguien de tu pelotón. Podría haber sido tú”.


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