sábado, 1 noviembre 2025

Edadismo, la batalla silenciosa de los mayores de 55

El edadismo, el momento en el que la edad deja de ser solo un número para pasar a ser una barrera invisible, algo esencial y vital, se ha roto de entre nosotros, de nuestra forma de vernos entre nosotros. Vivimos en una sociedad que, por rodillas, le está rindiendo culto a la juventud: cada arruga, cada marca de la experiencia es una especie de pecado estético, cada una de aquellas canas es un estigma. La vejez se traduce, en demasiados casos, en invisibilidad; y no estamos exagerando: el reciente barómetro presentado por “Hablando en Plata” revela que quienes superan los 55 años de edad la sienten en el día a día.

CÓMO SE MANIFIESTA EL EDADISMO

Edadismo, la batalla silenciosa de los mayores de 55
Fuente: Freepik

El edadismo no solo es un estereotipo implícito, sino un mecanismo que atraviesa las representaciones sociales, las estructuras y los vínculos de las personas. El edadismo se manifiesta a través de la invisibilidad social, la infantilización del discurso y el infravalor de las capacidades. En el barómetro, 71,2 % de las personas encuestadas afirman sentirse “invisibles” a medida que se hacen mayores.

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En el barómetro, 70,6 % creen que se las considera una carga social. En el terreno laboral, la situación se agrava. En este sentido, el 84,5 % de quienes buscan trabajo afirma que se siente discriminado por su edad; un 27,6 % de quienes ya tienen trabajo afirma que también lo padece. El edadismo afecta más intensamente a las mujeres mayores: son las que más intensamente han indicado ser ignoradas en la publicidad, en las decisiones grupales y sometidas a presiones estéticas.

Las tecnologías de la información y la comunicación y la digitalización —que podrían dar lugar a inclusión— muchas veces funcionan como barreras. Casi la mitad (49,7 %) de los mayores ha tenido dificultades a la hora de usar herramientas digitales; más de uno de cada cuatro se considera “incompetente” con el uso de la página web o del correo electrónico. Y no acaba aquí. En la administración pública, un 41,3 % de los mayores señala que ha padecido discriminación en relación con sus trámites por su edad; de la misma manera, un 22,4 % en el ámbito sanitario siente que le tratan de forma condescendiente.

DE LO INDIVIDUAL A LO ESTRUCTURAL

DE LO INDIVIDUAL A LO ESTRUCTURAL
Fuente: Freepik

Frente a esta dura, pero compartida realidad, ¿qué podemos hacer cada uno de nosotros y qué pueden hacer nuestras instituciones? La guerra contra el edadismo requiere tanto un insurgente simbólico como políticas estructurales. Por lo que toca a las personas, el primer paso consiste en reconocer que cualquiera puede contribuir a normalizar el envejecimiento real: no hacer bromas sobre las personas “viejas”, no deducir las limitaciones de uno a partir de la edad sin preguntar, ejercitar la formación intergeneracional.

Las personas que son víctimas del edadismo también pueden llegar a serlo: explicar cómo se han sentido, desvelar lo no palpable, colectivizar su voz. El refuerzo del tejido social es clave: potenciar espacios donde convivan generaciones, iniciativas culturales donde la edad no sea reclamación ni límite, programas de formación que aporten formación a personas mayores en competencias digitales. En el barómetro, un 80,1 % de la población daba su apoyo a la idea de formar a profesionales de la salud y la administración para el trato justo.

Estructuralmente, las instituciones públicas deben tomar las riendas. Las políticas para las personas mayores no pueden ser reclamaciones de un “rescate”, sino que deben ser una prioridad transversal: movilidad, urbanismo, servicios sanitarios, diseño digital accesible. Envejecer no puede significar perder derechos. Quienes diseñan leyes, planes y presupuestos deben tomarse muy en serio la obligación de incluir la voz de las personas mayores como un sujeto, no como un sujeto pasivo y receptor última.


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