El downsizing inmobiliario, que es la venta de una vivienda de gran tamaño para adquirir otra más pequeña y liberar capital, se ha convertido en una tendencia consolidada en el mercado residencial español. Lo que hace unos años era una práctica marginal, hoy representa una parte significativa de las operaciones en zonas costeras.
Según datos de Keller Williams, la mayor red inmobiliaria del mundo, este tipo de transacciones ya supone el 7% de su actividad en la Costa del Sol, la Costa Blanca y las Islas Baleares. El perfil es homogéneo: matrimonios europeos de entre 60 y 70 años, procedentes del Reino Unido, Alemania, Bélgica, Países Bajos o Estados Unidos, venden sus viviendas de entre 250 y 300 metros cuadrados en ciudades como Mánchester, Hamburgo o Ámsterdam y compran apartamentos modernos de 90 o 100 metros en primera línea del Mediterráneo.
En el proceso, obtienen entre 200.000 y 400.000 euros netos, lo cual les aporta un ahorro que refuerza su estabilidad económica durante la jubilación. El fenómeno, que tensiona la ya dramática situación ocupacional en varias zonas que sufren la crisis de vivienda, responde a la decisión de reducir gastos y optimizar recursos. Mantener una vivienda grande en el norte de Europa implica impuestos altos, consumo energético elevado y mantenimiento costoso.
CONSECUENCIAS
En España, pese a la escalada de precios coincidente con el desplome del poder adquisitivo de la población local por el estancamiento de salarios, la factura mensual puede reducirse hasta un 40%. Cambiar de país y de vivienda permite a estos extranjeros que no molestan a Vox vivir con menos carga económica y mayor comodidad, en entornos con mejor clima y servicios adaptados a su etapa vital.
Más allá del estilo de vida, la diferencia de precios entre mercados es la clave de este desplazamiento. Una vivienda valorada en 2 o 3 millones de euros en Marbella equivaldría a entre 5 y 7 millones en Londres o a 6 u 8 millones en Berlín.
Con la venta de su propiedad en el norte, muchos compradores reinvierten en España y aún conservan capital líquido suficiente para reforzar su jubilación. En la primera mitad de 2025, los compradores extranjeros adquirieron 33.134 viviendas en España, un 50% por encima de la media histórica.
En Keller Williams, el 31% de las operaciones de 2024 fueron internacionales, con un volumen intermediado de 577 millones de euros, un 24,7% más que el año anterior. La compañía prevé cerrar 2025 con más de 690 millones de euros gestionados, reflejando la fortaleza de la demanda internacional.

La oferta se ha adaptado con rapidez. Promotores y fondos inmobiliarios desarrollan viviendas de tamaño medio, con domótica, accesos adaptados, ascensores, zonas comunes de alto nivel y servicios de mantenimiento y seguridad. No se trata de residencias asistidas, sino de hogares diseñados para jubilados activos, que buscan reducir superficie sin renunciar al confort ni a la independencia.
El contexto demográfico también impulsa el fenómeno. La población mayor de 65 años en las regiones costeras alcanzará el 20% antes de 2030. Solo en 2024, el número de pensionistas en España creció un 13%. Este envejecimiento, unido a la búsqueda de liquidez por parte de quienes poseen patrimonio inmobiliario en el norte de Europa, garantiza la continuidad del downsizing como estrategia de jubilación en el mercado europeo.
El fenómeno tiene consecuencias indirectas. La llegada de capital extranjero presiona los precios. Y las zonas de costa se polarizan: viviendas de lujo para compradores internacionales y escasez creciente de opciones asequibles para la población local. España, por su clima, su localización y su diferencia de precios frente al norte de Europa, se consolida como epicentro de este fenómeno.
El país atrae cada año a miles de nuevos residentes que cambian metros por sol, tranquilidad y liquidez, en un movimiento que refleja la nueva geografía económica y social del Mediterráneo.

 
                                    

 
 



