jueves, 30 octubre 2025

El sector educativo español ya es uno de los principales objetivos del cibercrimen

La defensa frente al cibercrimen en el ámbito educativo no pasa solo por la tecnología, sino por la concienciación colectiva. Profesores, familias y estudiantes deben entender que la seguridad digital es una responsabilidad compartida.

La digitalización del sistema educativo ha transformado profundamente la enseñanza, pero también ha abierto una nueva puerta al cibercrimen. Los centros escolares, desde colegios hasta universidades, manejan cada día grandes volúmenes de información personal, académica y administrativa que se ha convertido en un blanco valioso para los delincuentes digitales.

Lo que antes era un espacio protegido por aulas y archivadores físicos, hoy se encuentra expuesto en plataformas online, aplicaciones de comunicación y redes internas interconectadas. Esa conectividad, aunque indispensable para la educación moderna, también ha incrementado las vulnerabilidades.

Publicidad

Según datos de Check Point Research, España registró en el primer trimestre de 2025 una media de 4.484 ciberataques semanales en el ámbito educativo, lo que representa un aumento del 73 % respecto al año anterior.

Un ecosistema cada vez más expuesto

Las escuelas, universidades y academias dependen cada vez más de herramientas tecnológicas para la gestión de tareas, el intercambio de información y la comunicación entre docentes, estudiantes y familias.

Sin embargo, la rapidez con la que se adoptan estas plataformas no siempre va acompañada de una protección adecuada. La combinación de redes Wi-Fi abiertas, contraseñas débiles y dispositivos personales conectados crea un entorno ideal para el cibercrimen.

Los expertos de ESET España advierten que los atacantes aprovechan cualquier vulnerabilidad para infiltrarse en los sistemas educativos y obtener credenciales o datos sensibles. Entre las técnicas más comunes se encuentran el phishing, el vishing y la creación de mensajes falsos que simulan proceder de docentes o personal administrativo.

El problema no solo es técnico, sino también humano: un clic erróneo o un correo mal interpretado puede comprometer la seguridad de toda una institución.

El auge de la inteligencia artificial también ha contribuido a que los ataques del cibercrimen sean más sofisticados. Hoy, los delincuentes pueden generar correos con lenguaje natural o audios falsificados que imitan la voz de un profesor o un responsable del centro.

Para Josep Albors, director de Investigación y Concienciación de ESET España, la cuestión no es rechazar la IA, sino formar a la comunidad educativa en su uso responsable: “La inteligencia artificial puede ser una aliada en el aprendizaje, pero también un riesgo si se utiliza sin conocimiento. La clave está en combinar innovación con seguridad”.

Casos recientes de cibercrimen que encendieron las alarmas

Los incidentes ocurridos en los últimos meses muestran que las amenazas del cibercrimen son reales y afectan tanto a la gestión académica como a la privacidad de los alumnos. En agosto de 2025, un joven fue detenido en Jaén tras acceder sin autorización a la plataforma educativa Séneca, donde alteró calificaciones y obtuvo correos privados de varios profesores.

Poco después, el portal Educacyl, dependiente de la Junta de Castilla y León, sufrió un ciberataque que afectó a trámites de becas y ayudas, exponiendo información personal y bancaria de cientos de usuarios.

Estos casos evidencian que la información académica tiene un enorme valor en el mercado negro, donde los datos personales, direcciones o historiales académicos pueden utilizarse para robo de identidad o fraudes financieros.

Los ciberdelincuentes saben que muchos centros educativos carecen de departamentos especializados en ciberseguridad y que sus recursos tecnológicos, en ocasiones, son limitados o están desactualizados.

El auge de la inteligencia artificial también ha contribuido a que los ataques sean más sofisticados.
El auge de la inteligencia artificial también ha contribuido a que los ataques sean más sofisticados.

Según un informe conjunto de INCIBE y el Ministerio de Educación, el 37 % de los centros públicos españoles no cuenta con protocolos de respuesta ante incidentes digitales. Este vacío provoca que, tras un ataque, la detección y recuperación sean lentas, aumentando los daños potenciales.

La brecha formativa: una amenaza silenciosa

Más allá de las medidas tecnológicas, los especialistas en cibercrimen coinciden en que la formación en seguridad digital sigue siendo una asignatura pendiente. Muchos docentes y alumnos desconocen cómo identificar un correo fraudulento o cómo proteger sus contraseñas. Esa falta de cultura digital facilita que los ataques tengan éxito con técnicas de manipulación social cada vez más sofisticadas.

El cibercrimen aprovecha los periodos de exámenes o la publicación de notas para lanzar campañas de engaño. Suplantan páginas web oficiales o envían mensajes con archivos adjuntos infectados, aprovechando el estrés o la urgencia del momento.

La educación digital no puede quedarse en el uso de herramientas tecnológicas, debe incluir la conciencia de los riesgos y la capacidad de actuar frente a ellos”, subraya Albors.

Invertir en prevención es una cuestión de sostenibilidad

La seguridad digital en el entorno educativo no debe considerarse un gasto, sino una inversión a largo plazo. El cibercrimen no solo supone pérdidas de datos, sino también interrupciones de las clases, bloqueos administrativos y daños reputacionales que pueden tardar meses en resolverse.

Publicidad

Los informes de ESET indican que las escuelas que implementan políticas de autenticación en dos pasos, actualizaciones automáticas y supervisión constante de sus redes reducen en un 60 % la probabilidad de sufrir incidentes graves. Sin embargo, estas medidas siguen sin ser una norma generalizada, sobre todo en centros pequeños o rurales.

El nuevo marco normativo impulsado por el Gobierno contra el cibercrimen, que obligará a registrar digitalmente los accesos y garantizar la protección de los datos personales, pretende establecer un estándar mínimo de seguridad. No obstante, su eficacia dependerá de la capacidad de los centros para adaptarse y de los recursos que se destinen a la formación y al mantenimiento técnico.

Educación para una cultura digital segura

En última instancia, la defensa frente al cibercrimen en el ámbito educativo no pasa solo por la tecnología, sino por la concienciación colectiva. Profesores, familias y estudiantes deben entender que la seguridad digital es una responsabilidad compartida. Crear hábitos seguros, verificar la procedencia de los mensajes o evitar redes públicas sin protección son gestos sencillos que pueden marcar la diferencia.

Como apunta Albors, “cuando hablamos de ciberseguridad en la educación no se trata únicamente de proteger ordenadores o contraseñas, sino de garantizar un entorno de aprendizaje confiable, donde los estudiantes puedan crecer sin miedo a que su información se vea comprometida”. La alfabetización digital, tanto en las aulas como en los hogares, será la mejor vacuna frente al cibercrimen y las amenazas de un entorno tecnológico cada vez más complejo y globalizado.


Publicidad