jueves, 30 octubre 2025

Eduardo Roldán (46 años), albañil: «La gente ahora llega diciendo que quiere ganar 2500€ – 3000€ sin demostrar nada. Yo pedía que me probasen primero»

En tiempos donde todo se acelera, Eduardo Roldán, albañil de 46 años, reivindica la paciencia, la humildad y el valor del trabajo bien hecho. Su historia recuerda que construir también es una forma de vivir.

En un contexto donde todo parece correr a la velocidad de las pantallas, todavía existen oficios que se sostienen sobre el valor de la paciencia, el esfuerzo y el saber hacer. Eduardo Roldán, albañil de 46 años, lo sabe bien. Desde muy joven aprendió que en este trabajo no hay atajos: solo las manos, el cuerpo y la constancia pueden levantar una pared firme.

“Hoy muchos llegan diciendo que quieren ganar 2.500 o 3.000 euros sin demostrar nada”, dice con una mezcla de asombro y resignación. “Yo pedía que me probasen primero”. En la voz de este albañil hay una serenidad que no se consigue en las aulas, sino en los andamios, bajo el sol o el frío, cuando el cemento aún está fresco y la jornada parece no tener fin.

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El oficio como escuela de vida

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Eduardo comenzó como ayudante a los 17 años, cuando su padre —también albañil— lo llevó por primera vez a una obra. “Era otro tiempo”, recuerda. “Si querías aprender, observabas. Nadie te explicaba nada, te ganabas el respeto con el trabajo”. Esa escuela silenciosa le enseñó el valor de la responsabilidad y la satisfacción que da ver algo crecer desde cero.

Con el paso de los años, se convirtió en albañil especializado en reformas y construcción tradicional. Ha levantado muros, restaurado fachadas y devuelto la vida a casas antiguas que otros habrían derrumbado sin pensarlo. “Cada ladrillo tiene su sitio, y si lo ponés mal, la pared lo dice”, comenta sonriendo. Esa conexión entre las manos y el material es lo que, según él, diferencia a un albañil de oficio de uno improvisado.

Para Roldán, el respeto por el trabajo manual se ha ido diluyendo. “Muchos jóvenes quieren resultados rápidos, pero no entienden que este oficio te forma como persona. Un albañil aprende a equivocarse, a corregir y a no rendirse”. Habla con orgullo de quienes aún se acercan con ganas genuinas de aprender, sin miedo a ensuciarse las manos ni a empezar desde abajo.

Albañil: Orgullo y herencia del trabajo bien hecho

Albañil: Orgullo y herencia del trabajo bien hecho
Fuente: agencias

Ser albañil, dice, no es solo levantar paredes: es construir confianza. Cada obra es un compromiso, una huella que queda en el tiempo. “Cuando paso por una casa y sé que la hice yo, siento que algo mío se queda ahí, aunque nadie lo sepa”, confiesa.

Hoy dirige su propio pequeño equipo de albañiles, a quienes enseña el oficio con la misma exigencia con que él fue formado. “No me importa si tardan, lo importante es que lo hagan bien. Un albañil sin paciencia no llega lejos”. Aunque reconoce que los tiempos cambiaron, Eduardo defiende la dignidad del trabajo manual. “Ser albañil no es una tarea menor. Es un arte que sostiene al mundo, aunque muchos no lo vean.”

Mientras limpia el polvo de sus manos, reflexiona sobre el futuro del oficio. “Habrá máquinas, habrá tecnología, pero siempre va a hacer falta alguien que sepa poner un ladrillo en su lugar. Eso no lo reemplaza nadie”. Entre andamios y mezcla, Eduardo Roldán sigue demostrando que ser albañil no solo es un trabajo: es una forma de vida. Una herencia de esfuerzo y humildad que todavía tiene mucho que enseñar a una sociedad que, a veces, olvida el valor de construir desde abajo.


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