miércoles, 29 octubre 2025

No es el Wi-Fi, es cómo lo usas: la nueva regla de oro para convivir con la tecnología sin miedo

- Entre ondas, pantallas y rutinas digitales, aprender a desconectar se ha vuelto una nueva forma de autocuidado.

La tecnología no descansa, aunque nosotros deberíamos hacerlo. Vivimos inmersos en un océano invisible. Ondas, señales, campos pulsantes. No las vemos, pero están en todas partes: en el reloj que mide nuestros pasos, en los auriculares con los que trabajamos, en el router que nunca duerme. Es curioso… tanta comodidad nos ha hecho olvidar que lo invisible también puede afectarnos.

No se trata de vivir con miedo —ni de volver a la cueva, claro—, pero quizá sí de hacer una pausa y preguntarnos: ¿de verdad necesitamos estar conectados todo el tiempo?

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Bluetooth: ese compañero que nunca descansa

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A veces, desconectarse es la mejor manera de volver a conectarse. Fuente: Canva.

Auriculares, relojes, pulseras, básculas, coches, cepillos de dientes… el Bluetooth se ha metido hasta en los objetos más pequeños de nuestra vida. Es práctico, rápido, y parece inofensivo. Pero el problema no es usarlo, sino no saber apagarlo.

Algunos especialistas advierten que dormir con un smartwatch puesto no es la mejor idea. “Fatal”, dicen algunos. Y no por capricho: estos dispositivos emiten señales de manera constante, incluso mientras soñamos.
Los deportistas profesionales, por ejemplo, lo usan solo para registrar sus entrenamientos. Después lo apagan y descargan los datos manualmente. Ellos saben que el cuerpo también necesita desconectarse.

Lo mismo pasa con los auriculares inalámbricos. Son cómodos, sí, pero si los usas horas y horas… el cuerpo te lo hace notar: dolor de cabeza, presión en las sienes, fatiga mental. Como si dos pequeños imanes se hablaran sin parar a ambos lados de la cabeza.

No es que sean “malos”, simplemente no están pensados para acompañarnos todo el día. Igual que el café: uno o dos te activan, cinco te desvelan.

El móvil en la mesita: ese hábito que cuesta soltar

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El silencio también puede ser una forma de salud. Fuente: Canva.

Admitámoslo: casi todos dormimos con el móvil cerca. Algunos en la mesita, otros debajo de la almohada, “por si acaso”. Y lo cierto es que esa costumbre —tan inocente en apariencia— podría ser una de las más dañinas.

Hay quienes la llaman “lo peor de lo peor”. Otros, más moderados, prefieren hablar de equilibrio. Pero el consejo es sencillo: saca el móvil del dormitorio.
Si no puedes —porque estás pendiente de una llamada o un familiar enfermo—, reduce al mínimo su actividad:

  • Apaga el Bluetooth y los datos.
  • Deja solo la señal GPRS.
  • Y colócalo lejos, tres o cuatro metros, en el pasillo o incluso en el baño.

Dormir cerca del teléfono no es descanso; es como dormir con la mente encendida.

Jóvenes y pantallas: cerebros que no desconectan

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El equilibrio no está en apagarlo todo, sino en saber cuándo hacerlo. Fuente: Canva.

El impacto más preocupante, sin embargo, no está en los adultos, sino en los jóvenes. Adolescentes que pasan la noche mirando notificaciones, pendientes de cada mensaje, incapaces de desconectar.
Un neurólogo contaba que ha atendido a chicos de 14 o 15 años con problemas neurológicos graves, incluso microderrames, por la exposición y el estrés digital. Suena exagerado, pero no lo es.

Vivimos en una generación que nunca apaga el móvil, y cuyo cerebro no sabe descansar. Ansiedad, hiperactividad, falta de atención… y, por encima de todo, miedo a estar desconectados.
Ese miedo tiene nombre: nomofobia. Tan extendida está, que ya existen clínicas de desintoxicación digital con lista de espera. Sí, como si se tratara de una adicción más.

Wi-Fi: el compañero que olvidamos apagar

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La luz de una pantalla no debería sustituir la del descanso. Fuente: Canva.

En casi todas las casas hay un pequeño aparato con luces parpadeantes que nunca se apaga. El router. Está ahí, silencioso, trabajando día y noche, aunque nadie lo use.
¿Hace daño? Nadie lo sabe con certeza. Pero apagarlo por la noche —dicen los expertos— no cuesta nada y puede hacer mucho.

Si no puedes desconectarlo, al menos aléjalo unos metros del lugar donde duermes. Evita tenerlo junto a la cama o detrás de la pared del dormitorio.
Y ya que hablamos del Wi-Fi, hay otro tema importante: la seguridad. Es una puerta abierta que pocos vigilan. Los hackers pueden acceder a tu red desde la calle, robar tu IP o colarse en tus cuentas. No es ciencia ficción, pasa a diario.

Por eso, muchos recomiendan algo que suena casi antiguo: volver al cable.
Una conexión por cable Ethernet, adaptadores PLC o fibra óptica dentro de casa no solo son más estables, también más seguras. Y sin esa nube invisible de señales flotando a tu alrededor.

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