
Estamos atravesando un periodo en el que la familia se reconfigura, lo que implica que también lo hacen las maneras de comunicarnos y, en consecuencia, la convivencia intergeneracional. En una encuesta reciente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el 58,6 % de las personas mayores de 65 años opina que sus hijos les atienden peor que en tiempos anteriores. Dicha valoración hace reflexionar sobre los vínculos familiares, los cambios sociales y el papel de los mayores en una sociedad en proceso de envejecimiento.
CAMBIO EN LA ATENCIÓN FAMILIAR

En primer lugar, es llamativo que más de la mitad de los encuestados mayores de 65 años consideran que han perdido parte de la atención que antes recibían de sus hijos. Este dato indica que la percepción de apoyo familiar está disminuyendo de forma notable. Una posible explicación se encuentra en el nuevo orden de las relaciones familiares que trae consigo el siglo XXI, en el que los hijos viven más lejos, tienen horarios más exigentes y las familias extensas del pasado se han ido dispersando. En un contexto de alta movilidad y de saturación laboral, se hace más difícil poder cumplir con el rol de cuidador que se tenía antes.
A la vez, también se ha de situar que casi la mitad (46,7 %) de estos mayores cuida de los nietos, lo que da cuenta de que el intercambio intergeneracional no se ha parado, y que los mayores también se siguen moviendo y jugando un papel importante dentro de la familia. Pero es importante notar que contribuir en el cuidado de los más jóvenes no equivale automáticamente a tener la sensación de que se está bien atendido. Esa dicotomía entre dar y recibir tiene efectos: hay participación pero a la vez percepción de disminución en la atención recibida.
RETOS PARA LAS PERSONAS MAYORES

En un segundo lugar, los datos de la encuesta indican que las personas de mayor edad tienen nuevos retos que determinan tanto la forma en la que se ven la atención familiar como la calidad de vida que llevan. Por ejemplo, casi un tercio de las personas de más de 65 años contestan que “en muchas ocasiones” han tenido problemas para realizar trámites con la administración pública porque les han pedido una cita por internet y porque no sabían realizarla.
De esta manera queda evidenciada una brecha digital que enmascara una menor atención institucional y, por consiguiente, también familiar; cuando se necesita la ayuda técnica y no existe la forma de obtenerla la familia puede sentirse desbordada y el mayor puede sentirse más desatendido, como reacción a ello. Otro reto está ligado a la valoración que hacen de sus propios problemas. El 47,6 % creen que las personas de 65 años o más tienen “bastantes problemas” — un porcentaje que puede parecer bajo y que quizás indique una generación que resiste — y el 42,9 % creen que los problemas son de las personas menores de 35 años.






