miércoles, 29 octubre 2025

Mariano Sigman (52), neurocientífico: “La memoria no es un archivo donde se guardan cosas, es un cuaderno donde escribimos quiénes somos”

- El neurocientífico reflexiona sobre la memoria, la identidad y el poder de reescribirnos a través de las palabras.

La memoria es el hilo con el que tejemos quiénes somos. Escuchar a Mariano Sigman hablar de la mente humana es como sentarse a conversar con alguien que ha dedicado su vida a observarnos desde dentro. No habla con solemnidad ni con tecnicismos; más bien lo hace con esa mezcla de curiosidad, ternura y lucidez de quien aún se asombra de lo que somos capaces de sentir.

En su última charla, el neurocientífico y autor argentino se sumerge en los temas de siempre —la memoria, la identidad, el trauma, la biología del cerebro—, pero lo hace desde un lugar distinto: la frontera entre lo que somos por dentro y lo que decidimos ser. Porque, según él, la ciencia puede explicar cómo funciona el cerebro, pero lo verdaderamente humano ocurre un poco más allá, en ese terreno blando donde habitan los recuerdos, las palabras y las emociones.

Publicidad

La vocación de entendernos

memoria
La curiosidad es el punto de partida de todo conocimiento. Fuente: Canva.

Cuando le preguntan si se considera filósofo, Sigman se ríe. “Soy científico de alma”, responde, con esa calma de quien ya ha hecho las paces con sus propias preguntas. Y no son pocas.
Desde pequeño —dice— se obsesiona con lo mismo que nos ronda a todos: por qué lloramos, por qué recordamos, por qué sentimos nostalgia por algo que ya no existe. No busca verdades absolutas; prefiere caminar hacia ellas. “He hecho ciencia profesionalmente muchos años —cuenta—, y ahora sigo experimentando con todo lo que tiene que ver con la condición humana”.

Y se nota. Habla de la mente no como un sistema de engranajes, sino como un paisaje en constante cambio. Uno en el que, si miramos con atención, aún podemos reconocernos.

Neurociencia, psicología… y las trampas del lenguaje

Memoria Merca2.es
Cada historia que contamos moldea quiénes somos. Fuente: Canva.

A veces —dice— nos perdemos entre metáforas. Hoy parece que todo tiene una “explicación cerebral”: el amor, la tristeza, la motivación… Pero según Sigman, la mayoría de esas teorías son pura psicología vestida de neurociencia.

“En general, si te fijas —advierte—, casi toda la divulgación que se hace de la neurociencia cognitiva es puramente psicológica”.
Y tiene razón: mencionar las neuronas o las sinapsis puede sonar elegante, pero no siempre explica lo que realmente importa. Peor aún, puede llevarnos a creencias erróneas, como pensar que dejar de aprender con la edad es inevitable. “Eso —dice, casi con un suspiro— es falso.”

Porque el aprendizaje no se agota; cambia, se transforma, madura con nosotros. La curiosidad, al final, no entiende de años.

Las palabras, ese espejo donde nos reinventamos

Calma Merca2.es
Recordar también es volver a escribir el pasado. Fuente: Canva.

Hay un punto en la conversación donde todo se vuelve íntimo. Sigman habla del poder de las palabras, y uno siente que ahí está el corazón de su mensaje.
“Nuestras ideas moldean el cerebro”, explica. Y no es una metáfora bonita: lo dice literalmente. Cada vez que contamos algo que nos ha pasado, reescribimos la historia. Elegimos un fragmento, una luz, un encuadre. Somos —dice él— los guionistas y directores de cámara de nuestra propia vida.

Y eso tiene una consecuencia maravillosa: lo que nos contamos sobre nosotros mismos termina moldeando quiénes somos. “Tenemos mucho más margen para cambiar cosas profundas de nuestra identidad —añade—, pero no lo vemos porque no entendemos la memoria como un proceso de escritura”.

Quizá por eso, cuando uno cambia su manera de narrar el pasado, cambia también su presente.

Trauma y memoria: volver a mirar sin dolor

memoria1 Merca2.es
A veces, la calma llega cuando dejamos de entenderlo todo. Fuente: Canva.

Cuando llega el turno de hablar del trauma, Sigman baja la voz. Dice que un trauma no es solo un recuerdo: es una memoria que se resiste a apagarse. Vuelve, invade, duele otra vez.
Pero también explica que en esa misma repetición está la llave para sanar. Cada vez que recordamos algo, esa memoria se vuelve maleable, y podemos reconstruirla poco a poco, limando los bordes del dolor.

“Cada vez que la cuentas —dice— cortas alguno de los hilos que la hacen tan traumática”. No se trata de olvidar, sino de reeducar la emoción que acompaña al recuerdo. De aprender a mirar sin miedo, como quien vuelve al mismo lugar, pero esta vez bajo el sol.

Al final, le piden una última reflexión. Y él se queda pensando, unos segundos.
Nada es tan grave”, responde.

Y sí. Quizá ese sea su mensaje más profundo: entender que vivir no siempre es resolver, a veces basta con aprender a respirar un poco mejor dentro del caos.

YouTube video

Publicidad