miércoles, 29 octubre 2025

Franco Tenaglia (29 años), luchador de artes marciales mixtas y boxeador: «Las mafias funcionan de manera diferente cada una»

Desde Londres hasta los rings de artes marciales mixtas, Franco Tenaglia enfrentó la disciplina del combate y el riesgo de las mafias europeas. Su historia revela cómo la ambición y la supervivencia pueden confundirse en la misma pelea.

A los 29 años, Franco Tenaglia combina la disciplina del deporte con una historia marcada por decisiones difíciles. Nacido con una fuerte vocación por el combate, vivió en Londres una etapa que lo llevó a conocer de cerca un entramado que pocos se animan a relatar: el mundo de las mafias europeas.

Entre entrenamientos y peleas, Franco comenzó a vincularse con personas que operaban en distintos niveles del crimen organizado. Su testimonio revela cómo las mafias funcionan de forma compleja, con jerarquías precisas y códigos de silencio que no admiten errores.

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Entre el ring y la calle: una doble vida en Londres

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Cuando llegó a Londres, su objetivo era claro: vivir de las artes marciales. Sin embargo, la realidad económica no acompañaba. “Un trabajo normal no me alcanzaba para entrenar ni para vivir. Tenía que elegir entre mi sueño o la estabilidad”, recuerda. Esa necesidad de independencia lo llevó a aceptar tareas en entornos que, con el tiempo, descubriría más peligrosos de lo imaginado.

Fue entonces cuando conoció a personas vinculadas con las mafias internacionales, especialmente la albanesa, una de las más extendidas en Europa. “Las mafias funcionan diferente cada una. Algunas son más violentas, otras más estratégicas. Pero todas tienen un sistema”, explica. Franco describe una organización donde la desconfianza es constante y la lealtad se paga con la vida.

Durante años, fue intermediario en operaciones donde el dinero y el riesgo iban de la mano. “No estaba en la calle vendiendo drogas. Estaba en un nivel donde las cosas se movían con estructura. Había jerarquías, protocolos y reglas. Era un mundo con su propio orden”.

Su trabajo consistía en garantizar que nada saliera mal durante las transacciones. “Mi papel era asegurar que nadie robara ni que la policía interviniera. Las mafias son redes muy amplias, y todo depende de la confianza que generes”.

Mafias: Lecciones desde el límite

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Fuente: agencias

En ese ambiente, Franco descubrió tanto la inteligencia como la condena de quienes viven fuera de la ley. “Conocí gente brillante. Algunos hablaban cinco idiomas y habían viajado por todo el mundo. Pero también vi almas vacías, hombres que ya no podían salir de ahí”, confiesa.

Esa dualidad lo marcó profundamente. “Yo nunca quise ser un gánster. Mi sueño siempre fue pelear. Lo otro fue una consecuencia. Lo veía como un medio para poder seguir entrenando”, dice con sinceridad. Sin embargo, la tensión constante, el miedo y la violencia lo llevaron a replantearse el rumbo.

Hoy, Franco vive de las peleas y entrena en equipos reconocidos internacionalmente. Dejó atrás aquella vida, pero conserva una mirada crítica. “Las mafias pueden parecer atractivas desde afuera, pero no hay nada cool en eso. Muchos terminan presos o muertos. Es un camino sin retorno.”


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