
El envejecimiento y la edad es una de las grandes fronteras tanto de la medicina como de nuestra vida personal y el sentido que le otorgamos al paso del tiempo. En una reciente entrevista, el Dr. José Viña comparte su visión de experto sobre la forma en que podemos vivir más años —y, lo más importante, mejor—, huyendo de los mitos y de la resignación. “Se está perdiendo cerebro muy útil por el simple hecho de ser mayor”; expone el experto, quien nos advierte de que la edad no es una condena, sino un instrumento mal usado. Su libro La ciencia de la longevidad recopila su experiencia de más de treinta años, en un donde alimentación, ejercicio, estrés, relaciones sociales y prevención son un todo.
CUANDO LA EDAD NO ES EXCUSA

Al Dr. Viña no le falta la práctica de lo que predica: «hago ejercicio. Entreno dos días a la semana, hago musculación… después hago otro día la actividad deportiva». No se contenta con el paseo de primavera, sino que también propone un entrenamiento controlado, un entrenamiento individualizado en función de cada persona, en función de su edad y de su condición. Y el Dr. Viña lo advierte: «el paseo está bien; hay que hacer aeróbico… pero después hay que hacer musculación».
Este enfoque dual —actividad aeróbica + fuerza muscular— es fundamental, ya que argumenta que «el músculo se pierde mucho con la edad». En cuanto a alimentación, su enfoque es simple; pero contundente: «tengo cuatro comidas, cuatro piezas de fruta o verduras al día». Cierto es que admite que «lo de beber no lo cumplo tanto, pero bebo con moderación».
Y hay que añadir que otro de sus defectos es que «no duermo bastante» porque por la noche le resulta difícil llegar a ser yo: estudiar, leer trabajos, oír música… El mensaje es evidente: empezar desde jóvenes. «Pensamos que uno empieza a envejecer a los 30. A esa edad ya hay que empezar a cuidarse». Tampoco se trata de obsesionarse, sino de adoptar unos hábitos que, con el tiempo, permiten convertir la vejez de una etapa de declive a una de satisfacción.
EL VALOR DE LA LONGEVIDAD

Una de las frases más espinosas de la entrevista es, afirma él, la que dice: «Se están perdiendo unos cerebros que presentan unas características muy especiales, muy útiles por ser mayores.» Aquí Viña hace hincapié en lo que se tiene por edadismo o discriminación por edad, una forma de ver que disminuye el valor de la gente más mayor.
El científico afirma que la madurez no significa solo memoria o fuerza; representa «tolerancia, juicio, capacidad de comprender, de evaluar las cosas». Más aún: «Con la edad te ciñes a lo que se puede decir trascendente y empiezas a no perder el tiempo con las bobadas.» A esa idea la llama gerotrascendencia, el momento dado de la persona en que se ubica con perspectiva, en que se ocupa de lo esencial y en que deja de consumir tiempo en lo superfluo.
En este sentido, viña defiende la idea de la vejez como una etapa luminosa, de sabiduría, en la que «el señor mayor va a ser más feliz que el joven» si se dan las condicionantes. Desafíos hay, sin embargo, que representan el de la fragilidad, «ese síndrome geriátrico que aparece en el momento en que la fuerza cede, cuando el caminar se hace lento y cuando la mano pierde el agarre». Y así y todo, aunque es duro —»el 30 % de la población española tiene más de 65 años… y ese 30 % es dependiente«—, Viña insiste en que hay forma de poder tratarlo.






