A veces no hace falta mirar un análisis para saber que algo no anda bien. Basta escuchar al cuerpo. Eso es, precisamente, lo que propone Fernando Sánchez, terapeuta y referente internacional en biodesprogramación, un enfoque que une ciencia, emoción y sentido común.
Sánchez sostiene una idea tan directa como incómoda: detrás de cada enfermedad hay una emoción no resuelta. Lo dice sin dramatismo, pero con la convicción de quien lo ha visto repetirse en miles de personas. Más de 3.000, para ser exactos.
Su trabajo consiste en ayudar a cada consultante a encontrar la raíz emocional del síntoma. No para etiquetarlo, sino para entender qué parte de la historia quedó sin cerrar. “El cuerpo —dice— solo está intentando decirnos algo que la mente se negó a escuchar”.
El cuerpo como mensajero

Sánchez lo resume en una frase que se queda dando vueltas en la cabeza:
“Lo que no solucionemos psicológicamente, lo vamos a solucionar biológicamente.”
El cuerpo, explica, busca una salida para lo que la mente reprime. Y si esa emoción se queda estancada, el organismo responde. No como un castigo, sino como una especie de grito silencioso.
Su visión bebe de los estudios del doctor Ryke Geerd Hamer, creador de la Nueva Medicina Germánica, quien descubrió que un impacto emocional intenso —un bio-shock— deja una marca visible en el cerebro y altera el órgano vinculado a ese conflicto.
Para Sánchez, no se trata de un error del cuerpo, sino de una solución biológica de emergencia, un intento de adaptación.
“La enfermedad aparece cuando vivimos en incongruencia”, explica. “Cuando decimos sí pero queremos decir no. Cuando callamos lo que duele”.
Y deja claro algo: no se ve a sí mismo como un sanador. “Yo no doy consejos —aclara—. Te muestro la emoción que hay detrás, te pongo la información en la mano. Lo que hagas con ella ya es tu decisión.”
Cuando el cuerpo habla: de la migraña al cáncer

A lo largo de su carrera, Sánchez ha identificado un patrón que se repite: el cuerpo no miente. Cada síntoma tiene un lenguaje propio.
Las migrañas, por ejemplo, suelen esconder una desvalorización intelectual: personas que sienten que deben resolverlo todo, rápido, y que no se permiten fallar. “Siempre hay una desvalorización intelectual”, asegura.
El dolor de rodilla, en cambio, aparece en quienes rechazan la autoridad o se resisten a ceder. “No me quiero arrodillar”, dice casi como un mantra. “Las personas que sufren de rodilla no soportan que les digan cómo hacer las cosas.”
Los problemas óseos y musculares reflejan inseguridad; la diabetes, una incongruencia emocional: el cuerpo se prepara para luchar, pero la persona no actúa.
El cáncer de mama, explica, suele tener raíces en el miedo a la desprotección, especialmente en mujeres que vivieron abandono o maltrato y vuelven a sentirlo años después, quizá ante una separación o un divorcio.
Incluso la neumonía puede tener un trasfondo emocional: “la tristeza o el miedo a morir”, dice con voz baja.
“Vivir con el asaltante”

Entre todas sus metáforas, hay una que deja huella: “vivir con el asaltante”.
“El asaltante —explica— es todo lo que te roba energía: una persona, una situación, incluso un pensamiento.”
Vivir con ese asaltante eleva el cortisol, agota al cuerpo y deja al sistema inmune sin defensas. “Hay gente que vive con el asaltante cada día sin darse cuenta”, lamenta.
Y no se refiere solo al estrés laboral o a los conflictos familiares, sino también a esa voz interna que repite: “no puedes”, “no sirves”, “no eres suficiente”.
Una filosofía sencilla (y profundamente humana)

Al final de cuentas, Fernando Sánchez no solo habla de enfermedades, sino de vida. De cómo nos tratamos a nosotros mismos. “Venimos un suspiro —dice—. ¿Cómo quieres vivirlo? Venimos a ser felices. Todo lo demás son creencias.”
Lo que no resolvemos con la mente, el cuerpo lo gritaNo pretende convertir a nadie ni prometer curas milagrosas; su mensaje es casi un recordatorio de sentido común: la mente crea, y lo que crea, el cuerpo lo siente.
“Observa tus pensamientos durante un mes”, propone. “Y cuando uno sea negativo, cámbialo por otro positivo”. Suena simple, pero asegura que puede transformar una vida entera.
Para él, todo empieza con una elección: ser feliz y no hacer daño a nadie. Nada más, nada menos.
Y cuando le piden una definición de salud, sonríe:
“Vivir con amor y sin apego al resultado. Esa es la mejor medicina que existe.”









