martes, 28 octubre 2025

Miguel Ángel Herrador (58), responsable de AEMET Madrid, advierte: «Los temporales serán más frecuentes y devastadores; este invierno tendremos al menos 4 bombogénesis documentadas»

Se pronostica un mínimo de cuatro "bombas meteorológicas" o bombogénesis para el próximo invierno en España. El calentamiento del mar y los cambios en la atmósfera son el combustible para estos fenómenos meteorológicos extremos.

Los temporales que se avecinan este invierno podrían cambiar nuestra percepción del mal tiempo para siempre, y no es una forma de hablar. La advertencia llega de una de las voces más autorizadas, Miguel Ángel Herrador, el actual responsable de la AEMET en Madrid, y sus palabras resuenan con la contundencia de un trueno en una noche serena. Lo que nos espera, según él, no son simples borrascas, ya que su pronóstico anticipa que los temporales serán más frecuentes y devastadores en los próximos meses, un cambio de paradigma que nos obligará a mirar al cielo con otros ojos.

La frialdad de los datos se convierte en un escalofrío cuando Herrador pone cifra a su pronóstico, un número que genera una profunda inquietud. ¿Estamos realmente listos para lo que viene? El experto de la AEMET, con 58 años de experiencia a sus espaldas, no titubea al afirmar que los modelos con los que trabajan son claros, pues vaticina que este invierno tendremos al menos cuatro bombogénesis documentadas en nuestras latitudes. Un término técnico que, traducido al lenguaje de la calle, significa la formación de auténticas «bombas meteorológicas» a las puertas de casa.

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¿UNA BOMBA METEOROLÓGICA A LAS PUERTAS DE CASA?

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Puede que el término «bombogénesis» suene extraño, pero es fundamental entender su significado para comprender la magnitud del aviso de Miguel Ángel Herrador. Hablamos de una ciclogénesis explosiva, un fenómeno donde la presión atmosférica en el centro de una borrasca se desploma a una velocidad vertiginosa, concretamente más de 24 milibares en menos de 24 horas. Es como si el tiempo se acelerase de forma violenta, ya que este proceso da lugar a ciclones extratropicales de una intensidad y virulencia extraordinarias, capaces de generar un caos generalizado.

Las consecuencias de uno de estos eventos van mucho más allá de una simple jornada de lluvia y viento. Imagina rachas huracanadas que arrancan árboles y mobiliario urbano, un oleaje descomunal que engulle paseos marítimos y lluvias torrenciales que desbordan ríos en cuestión de horas. La advertencia de que «los temporales serán más frecuentes y devastadores» cobra aquí todo su sentido, porque estos fenómenos meteorológicos extremos impactan directamente en infraestructuras críticas como el transporte o el suministro eléctrico, paralizando regiones enteras y poniendo en riesgo la seguridad de miles de personas.

EL CALDO DE CULTIVO PERFECTO PARA EL CAOS

Detrás de esta predicción tan alarmante sobre los temporales que nos esperan, se esconde una ciencia robusta que conecta directamente con la crisis climática que ya nadie se atreve a negar. Fuente: Freepik
Detrás de esta predicción tan alarmante sobre los temporales que nos esperan, se esconde una ciencia robusta que conecta directamente con la crisis climática que ya nadie se atreve a negar. Fuente: Freepik

La razón por la que expertos como Miguel Ángel Herrador se muestran tan categóricos tiene una explicación científica que se encuentra, en gran medida, en la temperatura de nuestros océanos. El mar Mediterráneo y ciertas zonas del Atlántico están registrando temperaturas anómalamente altas, actuando como un combustible de alto octanaje para las borrascas. Este calor acumulado es energía pura, y un océano más cálido potencia la evaporación y proporciona la humedad necesaria para que las tormentas se intensifiquen de forma explosiva, validando la preocupante proyección de la AEMET.

Pero no solo el agua caliente influye en esta peligrosa ecuación atmosférica. Los cambios en los patrones de circulación global, como las ondulaciones cada vez más pronunciadas de la corriente en chorro, también juegan un papel crucial en la formación de estos temporales. Estas alteraciones permiten que las masas de aire frío y caliente choquen de manera más violenta y frecuente sobre la península. Es la combinación de todos estos factores, según Herrador, lo que crea el escenario ideal para que se formen las cuatro bombogénesis documentadas que pronostica para este invierno, un cóctel meteorológico de consecuencias impredecibles.

CUANDO LA ADVERTENCIA LLEGA, ¿ESTAMOS ESCUCHANDO?

La previsión de un invierno con fenómenos tan severos no es solo un dato para los telediarios; es una llamada de atención directa sobre nuestra capacidad de respuesta ante los temporales. Fuente: Freepik
La previsión de un invierno con fenómenos tan severos no es solo un dato para los telediarios; es una llamada de atención directa sobre nuestra capacidad de respuesta ante los temporales. Fuente: Freepik

La pregunta que flota en el aire es tan inevitable como incómoda: ¿están nuestras ciudades y pueblos preparados para soportar el impacto de borrascas tan violentas? La advertencia de Miguel Ángel Herrador sobre la frecuencia y devastación de los temporales pone a prueba la resiliencia de nuestros servicios de emergencia, infraestructuras y planes de protección civil. No se trata solo de tener quitanieves o bombas de achique, pues la verdadera preparación implica una revisión profunda de los protocolos de actuación y una comunicación mucho más eficaz con una ciudadanía que a menudo subestima el poder de la naturaleza.

El aviso de la AEMET, con esa alarmante cifra de «al menos cuatro bombogénesis», nos sitúa ante un espejo que refleja nuestras propias vulnerabilidades. Proteger los hogares en zonas inundables, asegurar las infraestructuras costeras o adaptar los cultivos al clima adverso son tareas que ya no admiten más demoras. El pronóstico de que «los temporales serán más frecuentes y devastadores» no es una hipótesis lejana, sino una realidad inminente que exige acción coordinada por parte de administraciones y ciudadanos para mitigar unos daños que, de lo contrario, podrían ser catastróficos.

EL ESPEJO DE FILOMENA Y GLORIA: ¿SE REPETIRÁ LA HISTORIA?

Para visualizar el alcance de lo que nos advierte la AEMET, basta con desempolvar los recuerdos de algunos temporales recientes que dejaron una cicatriz imborrable en nuestra memoria colectiva. Fuente: Freepik
Para visualizar el alcance de lo que nos advierte la AEMET, basta con desempolvar los recuerdos de algunos temporales recientes que dejaron una cicatriz imborrable en nuestra memoria colectiva. Fuente: Freepik

Muchos todavía recuerdan el colapso que supuso la borrasca Filomena en 2021, que paralizó el centro de la península bajo un manto de nieve histórico. Aquel episodio nos enseñó una dura lección sobre nuestra fragilidad. Ahora, al escuchar a Miguel Ángel Herrador advertir que lo que viene será peor, es imposible no sentir un escalofrío, porque aquel caos demostró que los fenómenos extremos pueden superar cualquier previsión y desbordar por completo nuestra capacidad de respuesta en cuestión de horas.

Si Filomena fue un golpe de realidad en el interior, la borrasca Gloria en 2020 fue la prueba de la furia que el mar puede desatar en nuestras costas. Las imágenes de olas gigantes devorando playas y destrozando paseos marítimos en el Mediterráneo siguen muy presentes. Aquello fue solo una muestra de lo que una borrasca profunda puede hacer. El pronóstico de Herrador de «al menos cuatro bombogénesis documentadas» sugiere que podríamos enfrentarnos a varios eventos con un potencial destructivo similar o incluso superior al de Gloria en un mismo invierno, una perspectiva simplemente aterradora.

ADAPTARSE O PERECER: EL FUTURO YA NO ES LO QUE ERA

Esta acumulación de evidencias y pronósticos científicos nos empuja hacia una conclusión ineludible: debemos cambiar nuestra relación con el clima y asumir la nueva normalidad de los temporales extremos. Fuente: Freepik
Esta acumulación de evidencias y pronósticos científicos nos empuja hacia una conclusión ineludible: debemos cambiar nuestra relación con el clima y asumir la nueva normalidad de los temporales extremos. Fuente: Freepik

Hemos entrado en una era en la que la meteorología ya no sigue los patrones a los que estábamos acostumbrados. La afirmación de que «los temporales serán más frecuentes y devastadores» no es un titular para un día, sino el resumen de nuestro futuro climático a corto y medio plazo. Asumirlo es el primer paso para empezar a actuar, entendiendo que la adaptación ya no es una opción, sino una necesidad imperiosa para garantizar nuestra seguridad y bienestar en un entorno cada vez más hostil y volátil.

Quizás la advertencia de Miguel Ángel Herrador, con su crudeza y su precisión casi quirúrgica, sea el revulsivo que necesitábamos para tomar conciencia de verdad. El invierno que se acerca se perfila como un examen final para el que llevamos demasiado tiempo sin estudiar, una prueba de estrés para toda la sociedad. Lo que está en juego es mucho más que evitar atascos o inundaciones; es nuestra capacidad para convivir con la fuerza desatada de un planeta que nos está enviando señales inequívocas a través de estos violentos temporales.


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