La pastelería, ese arte que combina tradición y creatividad, se enfrenta hoy a retos inéditos. En Mallorca, Pastelerías Pomar, con más de un siglo de historia, se mantiene como un referente del oficio gracias a la pasión de sus dueños y la calidad de sus productos. Desde las emblemáticas ensaimadas hasta los turrones artesanos, este negocio familiar resalta por su autenticidad y la transmisión generacional del conocimiento.
Detrás de cada dulce, hay un trabajo riguroso que requiere dedicación, paciencia y productos de primera calidad. Matías Pomar, maestro pastelero y cuarta generación de la familia, asegura que solo cuidando cada detalle se puede competir con las grandes industrias de la pastelería. Su visión combina la tradición con la innovación, y la pasión familiar con la profesionalización de un sector cada vez más exigente.
La pasión familiar como motor de la pastelería

Matías Pomar comenzó a vivir la pastelería desde niño, junto al horno de su familia, y confiesa que nunca fue por obligación, sino por pasión. “Llegar del colegio y ponerme a hacer galletas despertó algo que llevas en la sangre”, recuerda. Esta conexión con el oficio ha permitido que la cuarta y quinta generación trabajen juntas, asegurando la continuidad de un legado centenario.
El éxito de Pastelerías Pomar radica en la combinación de tradición, calidad y enseñanza. “Mi padre decía que con grandes materias primas puedes hacer un mal producto, pero con materiales de baja calidad es imposible hacer algo bueno”, explica Matías. Por ello, las recetas y técnicas se comparten con becarios y colegas, manteniendo vivo un conocimiento que trasciende generaciones y evita que el arte de la pastelería desaparezca.
Retos y oportunidades en el oficio
El sector vive momentos difíciles. La falta de personal motivado y los sueldos relativamente bajos dificultan la continuidad de muchas pastelerías artesanas. Matías subraya que aquellos talentos que emergen a menudo terminan abriendo su propio negocio, lo que refleja la complejidad de retener al personal. Aun así, asegura que el futuro puede ser prometedor si se trabaja con estrategia, calidad y constancia.
La pastelería de Pomar se mantiene fiel a su esencia: un 95% de las ventas son directas al cliente, lo que garantiza frescura y control de calidad. Las ensaimadas y los turrones, elaborados con almendra mallorquina y chocolate blanco, no solo son productos tradicionales, sino también un negocio rentable, con márgenes de entre 8% y 12%, dependiendo de la época del año y del volumen de ventas.
Matías reconoce que montar una pastelería desde cero es complejo y costoso, y recomienda optar por traspasos de negocios ya establecidos. La clave, asegura, es trabajar con productos de calidad, cuidar la elaboración y mantener la frescura. Para él, la identidad artesanal y el vínculo emocional con los clientes son valores insustituibles que garantizan que la pastelería siga siendo un oficio apreciado y respetado.








