Hay personas que no solo moldean músculos, sino también mentalidades. Rodney Cordero Murillo es uno de esos entrenadores que dejan huella más allá del gimnasio. Costarricense, máster en entrenamiento deportivo, colega en terapia física y licenciado en salud ocupacional, ha dedicado su vida a un propósito que va mucho más allá del rendimiento físico: ayudar a las personas a reconciliarse con su cuerpo y con su salud.
Su manera de entender el bienestar mezcla ciencia, empatía y sentido común. Habla del movimiento como si fuera un lenguaje universal: “El movimiento es medicina. No se trata de construir cuerpos perfectos, sino vidas más activas, conscientes y sostenibles.”
Un enemigo silencioso: el sedentarismo

Rodney no se anda con rodeos: “El sedentarismo es el nuevo tabaquismo.”
Lo dice sin dramatismo, pero con una calma que revela la gravedad del problema. Vivimos más tiempo sentados que nunca, y eso, advierte, nos está pasando factura.
Aunque muchos creen que una hora de gimnasio al día es suficiente, la realidad es otra.
“Si pasamos ocho o diez horas sentados, esa hora de entrenamiento no compensa el daño. Cada media hora sin movernos aumenta el riesgo de problemas coronarios.”
Por eso defiende las pausas activas: levantarse, estirarse, caminar un poco, mover las articulaciones. Pequeños gestos que pueden marcar una gran diferencia.
“Son hábitos simples, pero poderosos. Y lo mejor es que cualquier persona puede incorporarlos sin necesidad de un gimnasio ni de excusas.”
Romper las barreras mentales

¿Por qué cuesta tanto moverse más? Rodney lo explica sin juicios: “Por cultura, educación, entorno… y por lo que nos repetimos a diario.”
En su trabajo como coach, ha aprendido que el cambio físico empieza en la mente.
“No puedes cambiar a todo el mundo —dice—, pero sí puedes empezar por veinte hoy, otros veinte el mes que viene… y poco a poco, vas cambiando vidas.”
Y lo dice con la serenidad de quien ha visto transformaciones reales. Una de sus grandes misiones es desmentir los mitos del entrenamiento: esa creencia de que hay que matarse en el gimnasio siete días por semana para ver resultados.
“Les explico que no se trata de cantidad, sino de constancia. Con dos o tres días bien planificados por grupo muscular, el cuerpo responde perfectamente”, cuenta.
Y añade, casi como un consejo de amigo:
“Cuando entrenas acompañado, el compromiso crece. Tener a alguien esperándote cambia todo.”
Calistenia: entrenar con lo que tienes

Rodney encontró en la calistenia —el entrenamiento con el propio peso corporal— una herramienta ideal para quienes creen no tener tiempo o recursos.
“Uno de los obstáculos que más escucho es el tiempo”, confiesa. “Pero con la calistenia no hay excusa: puedes entrenar en casa, en la oficina o en el parque.”
Su filosofía es clara: el entrenamiento debe adaptarse a la persona, no la persona al entrenamiento.
“Con una barra, unas anillas o un kettlebell puedes lograr muchísimo. Lo importante es empezar”, asegura.
Más que desarrollar fuerza, se trata de reconectar con el cuerpo, de sentirlo propio, útil y vivo.
Cuerpo, mente y propósito

En su visión, el bienestar es un equilibrio, no una meta.
“La masa muscular —dice— es como nuestro seguro de vida natural. Nos protege del envejecimiento, de las caídas y de las lesiones. Y lo mejor: cuidarla es gratis.”
Pero también insiste en algo que suele olvidarse: no hay cuerpo sano sin mente tranquila.
“Cuando una persona aprende a manejar sus emociones, puede alcanzar su bienestar físico en cualquier momento. El cambio debe ser doble: físico y psicológico. No hay que esperar a estar bien en uno para empezar con el otro.”
Hoy, Rodney dirige un gimnasio al aire libre en Atenas, Costa Rica, un espacio que respira naturaleza y equilibrio. Allí, junto a un equipo de nutricionistas y entrenadores, promueve una vida más simple y más real: moverse, respirar, disfrutar del proceso.
Su lema lo resume todo:
“No se trata de tener tiempo, sino de hacer del movimiento parte de tu vida.”









