El exdeportista olímpico y actual coach Pedro García Aguado no habla desde la nostalgia ni desde la superioridad moral, sino desde la experiencia. A sus 56 años, tras haber superado adicciones y acompañado a miles de jóvenes en procesos de cambio, lanza una advertencia que resuena en una sociedad cada vez más frágil: “Estamos criando la generación más débil de la historia”.
Su diagnóstico no apunta al fracaso individual, sino a una estructura que ha cambiado profundamente. La generación actual, dice, ha crecido en un contexto de inmediatez, sobreprotección y falta de cultura del esfuerzo. Para Aguado, la raíz del problema no está solo en los jóvenes, sino en los adultos que han confundido bienestar con comodidad y libertad con ausencia de límites.
Una generación sin frustración ni responsabilidad

El exwaterpolista —que fue campeón olímpico con la selección española en Atlanta 1996— asegura que la fortaleza no se entrena con privilegios, sino con dificultad. En sus talleres de orientación y programas educativos, observa un patrón común: jóvenes que abandonan ante la mínima adversidad. “Muchos padres les han quitado todas las piedras del camino, y eso les impide desarrollar resiliencia”, explica.
Aguado sostiene que esta generación tiene acceso a más información que nunca, pero carece de las herramientas emocionales y financieras para gestionarla. La inmediatez digital, sumada al consumismo y la cultura de la gratificación instantánea, ha creado una dependencia del éxito rápido. “Todo lo quieren ya. Si no lo consiguen en un clic, se frustran y lo abandonan”, señala.
Su análisis incluye un componente que suele pasar desapercibido: la falta de educación económica. Según él, esta generación no comprende el valor del dinero ni del esfuerzo que implica ganarlo. “No saben ahorrar, no entienden la diferencia entre necesidad y deseo. Y eso genera adultos endeudados, emocionalmente inseguros y financieramente vulnerables”, advierte.
El desafío de los adultos y la reconstrucción del esfuerzo
Para Aguado, el cambio no pasa por culpar a los jóvenes, sino por revisar el modelo educativo y familiar. Los adultos, dice, deben volver a ejercer su autoridad como guías, no como amigos. “La verdadera libertad nace del orden, no del capricho”, repite con convicción.
Esa reflexión apunta al corazón del problema: una generación criada en el confort, pero desarmada ante la realidad. El desafío está en enseñarles a tolerar la frustración, a valorar el esfuerzo sostenido y a comprender que el éxito personal no se mide en likes ni en velocidad, sino en constancia.
Pedro García Aguado insiste en que aún hay tiempo para revertir la tendencia, pero el cambio exige valentía y coherencia. “Si seguimos evitando que los jóvenes sufran o se equivoquen, les robamos su crecimiento”, afirma. En un mundo hiperconectado y emocionalmente saturado, su mensaje suena incómodo, pero necesario: solo enfrentando la dificultad se forja una generación capaz de sostener su propio futuro.

 
                                    



 
 



