La dieta mediterránea no es una moda, es una forma de entender la vida. El dietista-nutricionista granadino defiende una nutrición real, con ciencia, ética y sentido común. A veces la vida te lleva justo donde no esperabas.
Eso le pasó a Marco Rueda, granadino, joven, y con una pasión clara desde pequeño: la medicina. Pero las notas de corte decidieron otra cosa. “No me dio la nota para Medicina y acabé en Nutrición… y menos mal”, confiesa entre risas. Lo que empezó como un plan B terminó siendo el gran hallazgo de su vida.
Hoy, Marco es dietista-nutricionista especializado en fuerza y rendimiento deportivo, y trabaja con atletas de disciplinas tan duras como la halterofilia o el powerlifting. También asesora a personas que simplemente quieren verse y sentirse mejor. Su filosofía es sencilla: comer bien no es una penitencia, sino una forma de cuidar el motor que te mueve.
De los inicios humildes al respeto profesional

Cuando comenzó, la nutrición aún no tenía el prestigio que tiene hoy. “Antes se veía como algo secundario, casi anecdótico. Pero eso ha cambiado mucho. Ahora la gente entiende que la nutrición es ciencia, y que los nutricionistas y entrenadores somos parte del sistema sanitario.”
Su camino fue, como él dice, “muy orgánico”. Empezó en un gimnasio local haciendo consultas gratuitas para ganar experiencia y visibilidad. No tardó en llegar el efecto dominó.
“El boca a boca es el arma más potente que existe. Ayudas a una persona, mejora, se lo cuenta a su primo, a su pareja, a su entrenador… y al final todo fluye. No hay publicidad más honesta que esa.”
Marco nunca quiso vender miedo. Ni en redes, ni en consulta.
“Un profesional sanitario no está para asustar, sino para educar. Hay que dar herramientas, no amenazas. El miedo no cura ni fideliza.”
Desmontando mitos: las calorías sí importan

Si algo le molesta de la cultura fitness actual son los dogmas.
“Hay un mito que se repite sin parar: que las calorías no importan. Claro que importan. El cuerpo no es una calculadora, pero sí responde a la energía que entra y sale.”
Su tono es firme, pero didáctico. Habla sin dramatismos, con la serenidad de quien lleva años escuchando las mismas preguntas.
Y si hay un enemigo injustamente señalado, ese son los hidratos de carbono.
“Se han convertido en el demonio del siglo XXI. Mucha gente los quita y ve resultados, pero no por dejar el pan o el arroz, sino porque eliminan los ultraprocesados. Es una confusión tremenda.”
El problema, explica, viene cuando se mantienen esas dietas bajas en carbohidratos a largo plazo: cae el rendimiento, llega la fatiga, y la recuperación muscular se vuelve un calvario.
“Sin carbohidratos, el cuerpo no rinde. Es como intentar correr un maratón con el depósito vacío.”
La dieta mediterránea: ciencia, equilibrio y sostenibilidad

En tiempos de modas extremas —cetogénicas, veganas, carnívoras o de nombres impronunciables—, Marco prefiere mirar hacia casa: la Dieta Mediterránea.
“Es la que más evidencia tiene, la más equilibrada y sostenible. Vegetales, frutas, legumbres, aceite de oliva, pescado y un consumo moderado de carne blanca. Nada nuevo, pero todo probado.”
Cuando se habla de rendimiento, los carbohidratos recuperan su papel protagonista.
“El músculo es el órgano más egoísta que existe. Si está activo, no necesita insulina para captar glucosa. Por eso un deportista no puede tenerle miedo a los carbohidratos, tiene que entenderlos.”
El verdadero enemigo, dice, no son los cereales o la fruta, sino el sedentarismo y los ultraprocesados. “La resistencia a la insulina no aparece por comer arroz, sino por moverse poco y abusar del azúcar refinado.”
Una forma de trabajar basada en la coherencia
Marco no cree en fórmulas mágicas. Ni en batidos milagrosos, ni en dietas que prometen resultados imposibles. Cree en la constancia, el conocimiento y la personalización.
“El cuerpo no es un Excel. Es dinámico, se adapta, cambia con el estrés, el sueño, el entrenamiento… Por eso no hay una dieta perfecta, solo una que se ajuste a ti.”
Y ahí está su valor: hablar de nutrición sin adornos, pero con empatía.
Quizá por eso sus palabras calan tanto entre atletas y gente común: porque habla desde la ciencia, pero también desde la experiencia. Y en un mundo saturado de “gurús” que prometen más de lo que saben, esa honestidad pesa.
“Al final”, concluye, “la nutrición no va de contar calorías, sino de entenderte. De saber cuándo tu cuerpo necesita gasolina y cuándo necesita descanso. Lo demás, viene solo.”
Y tiene razón. Porque en el fondo, como él mismo dice, comer bien es aprender a escucharte… pero sin dejar de disfrutarlo.









