sábado, 25 octubre 2025

No es solo la edad: descubre tu “edad metabólica” y cómo tu intestino revela tu vitalidad real.

- La ingeniera química Marta León explica cómo la microbiota influye en el envejecimiento, las hormonas y la energía vital, demostrando que la salud empieza en el intestino.

Hablar con Marta León es como escuchar a alguien que ha encontrado el secreto de sentirse bien sin prometer milagros. Ingeniera química de formación y apasionada de la microbiota y la salud femenina, lleva años explicando, con palabras sencillas, lo que muchos aún no saben: que el bienestar —y hasta el envejecimiento— empieza en el intestino.

Cuidar tus intestinos es cuidar tu edad biológica”, dice sin rodeos. Su voz transmite calma, pero también una convicción nacida de la experiencia. Porque, según ella, la juventud no está en una crema cara, sino en un equilibrio invisible que ocurre dentro del cuerpo.

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Microbiota y envejecimiento: un reloj que se puede ajustar

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La microbiota es clave para la energía y la salud diaria. Fuente:Canva.

La base del envejecimiento es la oxidación. Cuanto más oxidados estamos, más rápido envejecemos”, explica Marta con naturalidad, como si hablara de un reloj al que podemos darle cuerda o dejar que se desgaste antes de tiempo.
La microbiota —ese universo de microorganismos que vive en nuestros intestinos— tiene mucho que decir sobre cómo envejecemos. “El intestino actúa como un termostato. Regula la inflamación, el metabolismo, la energía… Cuando se desajusta, lo notamos enseguida.”

Por eso, además de hablar de edad cronológica, cada vez se usa más el término edad biológica o metabólica. “Y la microbiota tiene mucho que ver en eso. Si la cuidas, envejeces más despacio y mejor.”

Cuando el cuerpo te avisa

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Un intestino equilibrado mejora la digestión, el ánimo y las defensas. Fuente:Canva.

A veces el cuerpo susurra antes de gritar. Marta menciona señales que muchos pasan por alto: la hinchazón al final del día, las digestiones lentas, el cansancio crónico o el hambre constante.No es normal pasar varios días sin ir al baño. Si las toxinas no se eliminan, acaban recirculando y afectando a todo el organismo.”

Habla sin dramatismos, pero con realismo. “Las heces son testigos de lo que pasa dentro. Mirarlas antes de tirar de la cisterna puede decirnos más de lo que creemos.” También recuerda que la microbiota influye en cómo gestionamos la energía: cuando se desequilibra, el cuerpo se agota aunque no hayamos hecho gran cosa.

El intestino: una farmacia y un laboratorio

El intestino y la vida Merca2.es
Cuidar la microbiota es cuidar la vida desde dentro. Fuente:Canva.

El intestino es la sede central de nuestro cuerpo. Somos un superorganismo rodeado de millones de bacterias que trabajan por nosotros”, explica.
Cuando ese ecosistema se altera, llega el estrés oxidativo, uno de los principales responsables del envejecimiento acelerado. Pero también se resiente el ánimo. “El 90% de la serotonina —la hormona de la felicidad— se fabrica en el intestino. Por eso, cuando no está bien, tenemos más bajones, ansiedad o antojos de dulce.”

No solo existe la microbiota intestinal. También hay comunidades microbianas en la boca, la piel y la vagina, y todas se comunican entre sí. “La microbiota vaginal, por ejemplo, depende de los estrógenos. Los lactobacilos mantienen el pH equilibrado y actúan como guardianes naturales frente a infecciones.”
Un desequilibrio ahí puede afectar incluso a la fertilidad, ya que el pH cambia durante la ovulación para facilitar el paso de los espermatozoides. “En las clínicas de fertilidad, reequilibrar la microbiota vaginal mejora las tasas de éxito.

Incluso la boca tiene su papel: una bacteria típica de la periodontitis se ha encontrado en zonas cerebrales de pacientes con demencia. “Todo está conectado. Lo que pasa en la boca o el intestino no se queda ahí.”

Pequeños hábitos que lo cambian todo

A veces, los consejos más simples son los que más transforman. “Masticar bien es fundamental. Comer rápido significa digerir mal”, explica. Recomienda soltar el cubierto entre bocado y bocado.

También defiende la crononutrición: respetar los horarios del cuerpo. “Mientras más tarde cenes, más engorda la cena, aunque sea ligera.” Lo ideal, dice, es cenar al atardecer y dejar un margen antes de dormir.

Y algo tan básico como el agua también importa. “Beber con el estómago vacío ayuda a limpiar. Pero hacerlo durante la comida diluye los jugos gástricos y entorpece la digestión.”

Microbiota y menopausia: equilibrio hormonal desde el intestino

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Durante la menopausia, el cuerpo cambia, y el intestino también. Marta explica que una parte de la microbiota —el estroboloma— recicla los estrógenos que el hígado ha desactivado. “Si no funciona bien, los síntomas empeoran: sofocos, aumento de peso, rigidez.

Por eso recomienda cuidar el intestino con fermentados naturales, semillas, antiinflamatorios como la cúrcuma y el jengibre, y suplementos como vitamina D, K2 y Omega-3.

Su mensaje final es sencillo, pero profundo: “Cuidar el intestino es cuidar la vida.”
Y lo dice sin promesas vacías, con la serenidad de quien entiende que la juventud —la verdadera— no se busca fuera, sino dentro.


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