viernes, 24 octubre 2025

‘Aquí hay tomate’: traiciones, escuchas ilegales y una rivalidad tóxica tras las cámaras

Aquí hay tomate revolucionó las tardes de Telecinco desde marzo de 2003, convirtiéndose en un fenómeno que atrapó a millones de españoles tras la comida. Jorge Javier Vázquez y Carmen Alcayde lideraron un espacio de crónica social que alcanzó cifras récord, con una media de 2,7 millones de espectadores y un 23,2% de share durante sus casi cinco años en antena. La fórmula del programa combinaba reportajes grabados, entrevistas explosivas y un enfoque irónico que rozaba constantemente la sátira más ácida. El formato producido por La Fábrica de la Tele se emitía de lunes a viernes en horario de sobremesa.

La época dorada del programa coincidió con una transformación radical de la televisión española. El espacio presentado por Vázquez y Alcayde marcó un antes y un después en el tratamiento de la prensa rosa, estableciendo nuevos estándares de agresividad informativa que otros formatos intentarían replicar sin éxito. Durante sus más de 1.200 programas emitidos, el equipo ofreció más de 1.000 exclusivas que mantuvieron enganchada a la audiencia, convirtiéndose en líder indiscutible de su franja horaria temporada tras temporada, solo amenazado ocasionalmente por culebrones latinoamericanos que tampoco lograron arrebatarle el trono de forma permanente.

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AQUI HAY TOMATE: LA QUÍMICA EXPLOSIVA DE SUS PRESENTADORES

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La pareja formada por Jorge Javier Vázquez y Carmen Alcayde nació de una casualidad que cambiaría sus vidas para siempre. Ambos fueron seleccionados tras un casting en el que su conexión resultó evidente desde el primer momento, aunque inicialmente Alcayde estaba destinada a ser reportera. La química entre ambos presentadores se convirtió en uno de los grandes atractivos del formato, creando un tándem perfecto que supo captar la atención del público con naturalidad y desparpajo. Sus intervenciones combinaban humor, ironía y una cercanía que los espectadores agradecían en la sobremesa.

Sin embargo, detrás de las cámaras la realidad era completamente diferente. Jorge Javier confesó años después que hubo épocas en las que ambos no se soportaban, llegando al extremo de no mirarse a la cara durante las grabaciones. El realizador del programa tenía que hacer auténticos milagros para disimular las tensiones entre los presentadores, que vivieron momentos de altísimos picos de felicidad pero también de infelicidad profunda. La presión mediática y la repercusión del formato los superó, generando roces que marcaron especialmente la relación profesional durante algunos períodos de la emisión del espacio de Telecinco.

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