
En nuestra sociedad, la idea de que emprender es solo cosa de jóvenes —llenos de energía, sin cargas— es desafiada por una ola silenciosa, pero contundente: personas mayores de 60 años que han decidido lanzarse a crear nuevos proyectos. Aportan un enfoque crispado que transforma lo que tal vez podría considerarse un “crepúspulo profesional” en una nueva aurora emprendedora: el riesgo, el tiempo, el legado, lo que he vivido y lo que todavía puedo vivir. En España, ya hay ejemplos de mujeres y hombres con más de seis décadas vividas que han encendido la chispa de una iniciativa propia.
¿POR QUÉ EMPRENDER A LOS 60?

Cuando alguien supera los sesenta años, ya tiene el mapa de su vida marcado por la experiencia profesional, por personas con las que ha trabajado o por las que ha tenido en su vida, por pensamientos profundos sobre el tiempo y el propósito que querían darle. Una vez llegado a esta etapa, hay quienes deciden emprender no por necesidad, sino por el deseo de hacer algo distinto: recuperar o empezar a hacer ocupación o reconectar con una pasión que estaban descuidando desde hace años; o dejar huella real a través de su trabajo.
Como dice la experta Isabel Díez Vial, “se puede emprender a cualquier edad, siempre que haya buena idea, talento, motivación y financiación”, y esta visión sólida cobra más fuerza cuando se combina con la madurez adquirida en décadas. Una de las grandes ventajas que obtienen los mayores al iniciar una empresa desde los sesenta radica en que ya no lastran muchas de las obligaciones que tenían cuando eran más jóvenes: la crianza de hijos pequeños, el pago de hipotecas, las dudas existenciales que se les presentaban en su inicio profesional, son parte de su pasado y, en muchos casos, mitigadas debido a la experiencia adquirida.
A veces, los mayores ya cuentan con una red de contactos, una buena reputación o recursos acumulados, que puede actuar como trampolín para lanzar su proyecto en el mercado con menos incertidumbre. Por ejemplo, Adelaida Mariño creó una empresa de textil basada en economía circular y reciclaje en el Valle del Jerte, movilizar el rescate de materiales y transformarlos en productos con valor, combinando su vocación con un modelo sostenible.
INSPIRACIÓN SÉNIOR QUE TRANSCIENDE

Con más de 60 años, Ignasi Vidal dejó atrás un empleo tradicional en una multinacional para lanzar una consultora estratégica y de apoyo ejecutivo. Su trayectoria laboral le había dado la versatilidad, contactos y reputación necesarios para poder comenzar rápidamente a hacerse con clientes. “Rey de los sables o de los olivares. El olivo también puede ser fuerte”, dice. Hay que recordar que al árbol más alto no se le mete el hacha porque el fruto está en la resistencia. Esta etapa “puede ser la más divertida de mi vida profesional” porque ahora trabaja por convicción, no por obligación.
Los emprendedores mayores de 60 no son solo un fenómeno anecdótico: son una corriente distinta que representa una nueva manera de plantearse el momento laboral en el que viven en una sociedad que envejece. Su decisión de crear no está marcada por la urgencia, sino por la intención —de dejar una huella, de reconectarse con lo que importa—, y con los recursos internos que no poseen los jóvenes: redes trabajadas, reputación ganada, y una claridad sobre lo que realmente importa. Enfrentan desafíos tecnológicos y necesitan reaprender, sí, pero en la lucha contra el edadismo lo hacen, como dice Aderet, “con valentía, humildad y determinación”.