En España, la vivienda siempre ha sido más que un bien material: es una aspiración cultural, una meta emocional y, para muchos, el símbolo de la estabilidad. Sin embargo, en un contexto donde los precios se disparan y el acceso se complica, el debate sobre si comprar o alquilar vuelve a ocupar el centro de la conversación.
El economista Diego Parrilla sostiene una idea clara: la primera gran inversión que una persona debe realizar en su vida es adquirir una vivienda. En su visión, más allá de los vaivenes del mercado o del precio del metro cuadrado, tener una casa propia representa una posición de neutralidad frente al sistema económico, una forma de protegerse ante la pérdida de valor del dinero.
La vivienda como punto de equilibrio financiero

Para Parrilla, no tener una vivienda equivale a estar “corto” en el mercado, es decir, en una posición de vulnerabilidad frente a las subidas de precios. Quien no posee una casa, explica, queda expuesto a los movimientos del mercado inmobiliario y termina pagando más por algo que podría haber asegurado antes. “Si tienes cero casas, estás corto”, resume.
Desde su mirada, la vivienda debe verse como una protección ante la inflación y no solo como una inversión inmobiliaria. Según el economista, el dinero ha perdido poder adquisitivo a una velocidad que pocos perciben. “El ser humano sigue creyendo que un billete de cien euros vale lo mismo que hace diez años, pero compra mucho menos”, advierte. En ese contexto, los precios de la vivienda no suben únicamente porque haya especulación, sino porque el valor del dinero se ha debilitado.
El aumento de la masa monetaria —esa “inyección de papelitos”, como él la llama— ha distorsionado la percepción de lo que es caro o barato. En su analogía con el juego del Monopoli, si el banco imprime más dinero, las propiedades suben casi de forma proporcional. Por eso, considera que tener una vivienda es una manera de estar protegido dentro de ese tablero económico que cambia a diario.
La inversión más emocional y necesaria
Más allá de los gráficos y las teorías financieras, Parrilla insiste en un aspecto humano: la vivienda es también un refugio emocional y una base para construir futuro. “Primero compra un pisito, aunque sea pequeño, y luego empieza a invertir”, aconseja a los jóvenes que buscan orientación financiera. En su experiencia, ese paso inicial brinda seguridad y sentido de pertenencia, algo que ningún otro activo puede ofrecer.
La dificultad, reconoce, radica en que los salarios no acompañan el ritmo del mercado. En España, los ingresos reales llevan años estancados, lo que complica el acceso a la vivienda incluso para quienes trabajan y ahorran con disciplina. Sin embargo, Parrilla insiste en que esa brecha no debe desalentar la planificación. Comprar una casa —aunque cueste más tiempo o esfuerzo— significa construir un escudo frente a la inflación y las incertidumbres del sistema financiero.
El economista critica además las políticas que intentan contener los precios a través de limitaciones artificiales. A su juicio, muchas de estas medidas acaban provocando el efecto contrario: reducen la oferta de viviendas y encarecen aún más los alquileres. La verdadera solución, dice, pasa por generar estabilidad, incentivar la inversión responsable y ofrecer a los jóvenes herramientas reales para acceder a una vivienda digna.