La próstata, esa glándula tan discreta como esencial en la anatomía masculina, a menudo se convierte en protagonista incómodo de la madurez. A partir de los 50 años, la mitad de los varones se encuentra ya con un compañero de viaje casi inevitable: la Hiperplasia Benigna de Próstata (HBP), un agradamiento de la próstata que puede ser realmente molesto y limitar nuestra vida.
Tranquilidad, no es cáncer, pero es una dolencia que, si no se gestiona bien, puede alterar el ritmo de vida, el sueño y hasta un viaje por carretera. Para entender a fondo esta dolencia, sus síntomas y los tratamientos más avanzados, recurrimos a los especialistas de la Policlínica Gipuzkoa, perteneciente al Grupo Quirónsalud, que este año cumple medio siglo de vida.
El Dr. Alejandro González, urólogo de este centro, simplifica la definición: «La hiperplasia benigna de próstata es una condición médica, una situación en la que la glándula prostática va aumentando su tamaño con el paso del tiempo. Es algo verdaderamente frecuente que va a ocurrir, al final, en la mayoría de los hombres. Sabemos que en hombres de en torno a 50 años la mitad va a tener ya la próstata agrandada de tamaño, es un proceso natural que va a ocurrir en la mayoría de los hombres.»
Este proceso, impulsado por factores hormonales a lo largo de los años, tiene una consecuencia física directa: la próstata, al crecer, estrangula la uretra, el conducto por el que se vacía la vejiga. Es como si un puño invisible apretara la manguera, dificultando el flujo de la orina.
LA SEÑAL DE ALARMA MÁS FRECUENTE: CORRER AL BAÑO
El crecimiento prostático no es una enfermedad que irrumpa sin avisar. Es lento y sutil, una progresión que el paciente a menudo minimiza o normaliza con el tiempo.
El Dr. Gregorio Garmendia, jefe del Servicio de Urología de la Policlínica Gipuzkoa, subraya esta cadencia: «La evolución de la hiperplasia de próstata, del prostatismo, habitualmente suele ser lenta. El paciente refiere ya a veces desde los 40 a 45 años clínica urinaria que suele ser leve, y muy lentamente va a notar que tiene un poquito más de frecuencia, un poco más de urgencia, etcétera, etcétera. Pero muchas veces el paciente ni siquiera es consciente, digamos, de cómo orinaba antes, y piensa que siempre ha orinado así y que está bien.»
Pero cuando el chorro pierde fuerza, el sueño se interrumpe y las prisas por llegar al baño se vuelven imperiosas, el problema deja de ser una anécdota. El conjunto de síntomas suele abarcar tres categorías que describen un deterioro progresivo de la micción:
- Síntomas obstructivos (de vaciado): El chorro es débil, la micción tarda en comenzar (tenesmo) y se percibe que la vejiga no se vacía por completo.
- Síntomas irritativos (de almacenamiento): La frecuencia para ir al baño aumenta de día, la necesidad de orinar por la noche (nicturia) perturba el descanso, y las ganas son urgentes, sin apenas margen de maniobra.
- Síntomas posmiccionales: El temido goteo final que requiere un esfuerzo extra para evitar mojar la ropa interior.
El impacto no se limita a la esfera urinaria; afecta directamente al ocio, el trabajo y el descanso. El Dr. Alejandro González lo constata cada día en su consulta: «Muchos pacientes vienen muy apurados a la consulta por estos síntomas, porque van a orinar y tardan dos minutos o tres en vaciar, porque van conduciendo en su coche y de repente tienen que parar en cualquier lado porque no aguantan más. Se despiertan por la noche, despiertan a su pareja, se enfadan, no descansan. Esto limita mucho en el día a día.«
PROSTATISMO NO ES IGUAL A CÁNCER
Uno de los principales temores que asaltan al paciente es la relación entre el tamaño de su próstata y el riesgo de desarrollar una patología maligna. Sin embargo, el Dr. Gregorio Garmendia es taxativo: «Clásicamente se pensaba que el volumen prostático estaba asociado a una mayor sintomatología y a mayor riesgo de aparecer un cáncer de próstata. En realidad, esto no es así. […] lo que hay que dejar siempre bien claro al paciente es que con independencia del volumen la sintomatología puede ser muy variable, es decir, tenemos pacientes con próstatas grandes y mucha sintomatología, y próstatas grandes y poca sintomatología, y al revés. Lo mismo ocurre con el riesgo de malignización; el volumen prostático es completamente independiente del riesgo que existe de aparición de un cáncer de próstata.»
Así, la correlación entre el tamaño de la glándula y el malestar urinario es sorprendentemente pobre. Un hombre puede tener una próstata enorme sin casi notarlo, mientras que otro con un crecimiento discreto puede vivir esclavizado por el baño. Esto recalca la importancia del diagnóstico médico, que no solo busca el volumen, sino la funcionalidad y la tranquilidad del paciente.
LA BÚSQUEDA DEL DIAGNÓSTICO PASO A PASO
Cuando el paciente acude al especialista con este tipo de síntomas, el urólogo se pone a la tarea de un buen detective: hay que descartar otras patologías que podrían causar problemas similares, desde una simple infección hasta la posibilidad de un cáncer.
El Dr. Alejandro González enumera las primeras acciones en consulta: «En todo paciente que nos refiere esta sintomatología miccional, como puede ser común a otras enfermedades que hay que ir descartando, vamos a hacer siempre cuatro cosas. La primera es una adecuada conversación para ver cuáles son los síntomas exactamente, si ha tenido algo sobreañadido a esta sintomatología: infecciones de orina, sangrados, etcétera. Luego vamos a explorar, vamos a ver los genitales, vamos a hacer un tacto rectal para ver la próstata. En tercer lugar, le vamos a pedir una analítica: hay que ver siempre que no tenga infección de orina, el funcionamiento general de los riñones y el PSA, que es el antígeno prostático específico.»
El PSA (Antígeno Prostático Específico) es el marcador clave en sangre que, junto con el tacto rectal, orienta el diagnóstico y descarta el temido cáncer. La tecnología de imagen interviene después para dar una visión detallada de la glándula y el aparato urinario.
El Dr. Santiago Andrés, experto en Radiodiagnóstico de Policlínica Gipuzkoa, explica el papel de estas herramientas: «La ecografía más que nada nos va a permitir y nos va a ayudar a evaluar el volumen de la próstata, a evaluar eventuales complicaciones en pacientes que presenten sintomatología renal… […] En el otro caso, la resonancia magnética cobra valor cuando la ecografía sumada al análisis clínico y al laboratorio muestran alguna alteración más evidente. Ahí es donde entra la resonancia magnética que, aparte de evaluar el volumen de próstata, nos va a poder ayudar a delimitar lesiones dentro de esa próstata para planificación de una eventual cirugía.»
LOS TRATAMIENTOS MÁS INNOVADORES
Una vez confirmado que se trata de una HBP, el plan de ataque es gradual. Se empieza por corregir pequeños hábitos y se escala hasta la cirugía si es necesario.
Antes de recetar, el médico aconsejará un replanteamiento de ciertos hábitos: evitar el alcohol y las bebidas excitantes como el café o el té, sobre todo por la noche, y restringir los líquidos antes de acostarse. Una dieta equilibrada y evitar el estreñimiento también son parte de esta «higiene prostática».
Si estas medidas iniciales no son suficientes, entra el tratamiento farmacológico. El Dr. Gregorio Garmendia apunta a su amplio espectro: «Es bastante amplio y variado, y estaría en función de la sintomatología, de la intensidad, del tipo, del volumen prostático y de la coexistencia de otras patologías.»
La cirugía se reserva para aquellos casos en los que la medicación no es efectiva (generalmente, tras probar al menos dos tratamientos durante unos meses), o cuando el paciente ha desarrollado complicaciones graves.
El Dr. González detalla las indicaciones: «Vamos a ofrecer también una cirugía en aquellos pacientes que, además de la hiperplasia de próstata, han tenido complicaciones: han tenido varias infecciones de orina, les han tenido que meter una sonda, han tenido infecciones, sangrados. También en aquellos pacientes que no desean seguir con la medicación o han tenido efectos secundarios por la misma. En todos ellos les vamos a ofrecer una intervención quirúrgica.»
Las intervenciones hoy en día buscan la mínima invasión, la mayoría por vía transuretral (a través del pene). El Dr. Alejandro González explica las técnicas más avanzadas, a menudo con láser, que han revolucionado el procedimiento: «Las intervenciones quirúrgicas pueden plantearse de diferentes maneras. Las menos invasivas se realizan vía transuretral… y básicamente se dividen en dos tipos: aquellas que resecan, raspan parte del tejido prostático, y aquellas que enuclean, vacían totalmente la próstata. Es como si fuera una naranja a la que quitamos todos los gajos del interior y dejamos solo la cáscara.»
Esta última técnica, la enucleación (siendo el láser Holmio una de las más conocidas), es altamente efectiva, especialmente para próstatas de gran tamaño.
Lo más gratificante para el paciente es la rapidez con la que se notan los resultados. El Dr. Alejandro González asegura que: «Prácticamente desde el principio va a notar mejoría en la mayoría de sus síntomas, sobre todo los de vaciado, los síntomas obstructivos. Va a notar un chorro más fuerte, que circula más veloz, ‘me quedo más a gusto’, ‘tardo menos tiempo en orinar’. Síntomas como orinar a menudo, levantarnos menos veces por la noche, puede tardar unas semanas en llegar la mejoría, pero poquito a poco también la vamos a ir notando.»
El camino de la HBP es largo, pero el futuro es alentador. El Dr. Gregorio Garmendia lo resume con esperanza: «La evolución tecnológica está permitiendo una mejora en los resultados terapéuticos, tanto farmacológicos como quirúrgicos, muy importante. El paciente vive cada vez más, quiere mejor calidad de vida y quiere tratamientos que funcionen sin menoscabo de funciones tan importantes como son la continencia, la erección o la eyaculación”. Por lo tanto, el futuro es muy esperanzador para el tratamiento de una patología tan prevalente, tan común, como es la hiperplasia benigna de próstata.» La clave está en no resignarse y consultar a tiempo.