miércoles, 22 octubre 2025

Dr. Alexander Krouham (67), experto en metabolismo: “El azúcar es la verdadera causa de la obesidad, la diabetes y la arterioesclerosis; las grasas fueron injustamente culpadas”

- El médico funcional Alexander Krouham revela por qué el azúcar, y no la grasa, está detrás del aumento de la obesidad, la diabetes y las enfermedades crónicas.

El Dr. Alexander Krouham, médico funcional y pionero en metabolismo, obesidad y diabetes en América Latina, lleva años diciendo en voz alta lo que muchos intuimos: el azúcar está metida hasta la cocina —literalmente— en la crisis de salud que vivimos. No habla de controlar síntomas y ya; propone ir a la raíz. ¿Por qué enfermamos? ¿Qué hay debajo de esas cifras que crecen sin parar?

Azúcar: epidemia y adicción

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El azúcar se esconde en más alimentos de los que imaginas. Fuente: Canva

Los números no mienten. En diabetes, medio millardo de personas es una estimación realista, y la obesidad se ha triplicado en apenas 50 años. Hace un siglo, diabetes, obesidad o hipertensión rozaban a menos del 5% de la población. ¿Qué cambió? Sí, nos movemos menos. Pero Krouham añade un factor incómodo: vivimos rodeados de tóxicos. Metales pesados, pesticidas, ftalatos, parabenos… ese “ruido de fondo” desgasta al páncreas y empuja a la resistencia a la insulina.

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Y luego está el azúcar. Es adictiva. No en plan metáfora, sino neuroquímica: toca el núcleo accumbens, el interruptor del “quiero más”. La industria lo sabe (no son ingenuos) y la esconde en sitios insospechados: salsas, condimentos, snacks salados. Abres la despensa y ahí está, camuflada con mil nombres.

La manipulación histórica: cuando la grasa cargó con la culpa

Fructosa y metabolismo Merca2.es
La fructosa en exceso dispara la insulina y promueve el almacenamiento de grasa. Fuente: Canva

Durante décadas nos contaron que la grasa era la mala de la película cardiovascular. Krouham recuerda cómo se construyó ese relato: financiación, intereses, titulares cómodos. ¿El resultado? Desviar el foco del verdadero problema. Su frase es directa: “el azúcar era el responsable… no la grasa”. En 2016 empezaron a salir a la luz documentos que lo confirmaban; la historia, por fin, se recolocaba.

Fructosa, zumos y el salto en el consumo

La fructosa merece capítulo aparte. En la fruta entera viaja con fibra y vitaminas: ralentiza la absorción, te sacia, te cuida. Pero el zumo… es otra cosa. Un disparo rápido de azúcar que dispara la insulina (sí, esa sensación de subidón y luego bajón). Evolutivamente, la fructosa nos ayudó a almacenar grasa para sobrevivir —piensa en los osos antes de hibernar—. El problema moderno se aceleró cuando, en 1982, los refrescos abrazaron el jarabe de maíz de alta fructosa.

El contraste histórico impresiona: de unas 22 cucharaditas de azúcar al año por persona hace siglos… a 65–85 kilos anuales hoy en un estadounidense medio. Es como pasar de una pizca ocasional a cargar el carro entero.

Insulina, cáncer y órganos diana

Comida real salud real Merca2.es
Comer fresco y natural es la mejor defensa frente al exceso de azúcar. Fuente: Canva

La glucosa es combustible, sí. Pero los azúcares refinados provocan picos de insulina; y si esos picos se vuelven rutina, llega la resistencia y el exceso crónico de insulina. Ahí se complica todo: la insulina activa vías de crecimiento celular y el vínculo con varios cánceres deja de ser una casualidad. La fructosa en exceso también se asocia al hígado graso no alcohólico, hoy primera causa de trasplante hepático. Y la diabetes golpea en cadena: corazón (primera causa de muerte; el riesgo de infarto se multiplica), cerebro (ictus), ojos (principal causa de ceguera), riñones (insuficiencia renal). No es un susto: es un sistema entero pidiendo auxilio.

Medicina funcional: de controlar a curar

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Krouham insiste en cambiar la pregunta: del “¿qué tomo?” al “¿por qué me pasa?”. Y propone empezar por tres movimientos sencillos (que no fáciles):

  1. Haz conciencia. Pon el piloto manual. Obsérvate (sí, suena obvio): ¿cuándo comes por hambre y cuándo por hábito, estrés o aburrimiento? Un paso atrás cambia la perspectiva.
  2. Evita lo que lleva etiqueta. Prioriza comida real: verduras, fruta entera, carnes, huevos, pescados, legumbres, frutos secos. Cuando el ingrediente es el alimento, aciertas.
  3. Minimiza lo industrial. Recorre la periferia del súper (fresco) y pasa rápido por el pasillo central. Tu cesta es tu medicina diaria (o tu veneno, según lo que metas).

Sobre edulcorantes, sugiere stevia y monk fruit en versiones naturales y orgánicas. Y mejor evitar sacarina, aspartame o xilitol: la microbiota lo nota (y no para bien). Pequeño apunte personal: cuando cambié el café “aromatizado” por café solo con un toque de canela, en dos semanas ya no echaba de menos el dulzor. Se entrena el paladar, de verdad.


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