El doctor Elios Pareja, fisiólogo, experto en metabolismo y profesor universitario, lo tiene claro: la salud no se mide solo en calorías ni en pasos contados. Su mensaje fue directo, sin adornos: menos mitos, más ciencia… y un poco de cabeza.
Flexibilidad metabólica: el arte de adaptarse

Pareja habla de la flexibilidad metabólica con la naturalidad de quien ha pasado años observando cuerpos reales, no teorías. En sus palabras, es la capacidad que tiene el organismo para decidir qué combustible usar —grasas o carbohidratos— según lo que necesite.
“Es la base de la salud y del rendimiento”, explica. “Cuanto más flexible es tu metabolismo, mejor puedes oxidar grasa incluso cuando el ejercicio es intenso. Y eso retrasa la fatiga y ahorra energía para cuando realmente la necesitas”.
Luego suelta una frase que deja poco espacio para el autoengaño:
“No hay píldoras mágicas, y para la flexibilidad metabólica me temo que tampoco.”
La receta no es nueva, pero sigue funcionando: entrenar de forma constante, cuidar la masa muscular, moverse más y comer un poco menos de lo que gastas.
También desmonta el famoso mito de los 10.000 pasos diarios, que —dice entre risas— nació en los años sesenta como una campaña publicitaria de una empresa japonesa de podómetros. “Caminar es bueno, sí, pero los beneficios llegan antes, con 4.000 o 6.000 pasos. Lo importante no es el número, es moverse más que ayer”.
Y cuando se le pregunta por el gimnasio, es contundente:
“No se va al gimnasio a quemar calorías, se va a adaptarse.”
Para él, el verdadero gasto calórico no ocurre en una hora de entrenamiento, sino en el resto del día: levantarte más, caminar, moverte, hacer cosas. A eso lo llama NIT —la actividad física que no es ejercicio—, y es el motor silencioso de la salud metabólica.
No todas las calorías pesan igual

El Dr. Pareja no discute que, para perder grasa, hay que generar un déficit calórico, pero advierte que las calorías no son tan simples como parecen.
“Ni todas las kilocalorías cuentan igual cuando las consumimos, ni cuando las gastamos”, explica. El cuerpo no reacciona igual ante una pieza de fruta que ante un bollo ultraprocesado con el mismo número de calorías.
También derriba otro dogma: adelgazar no tiene por qué ser sinónimo de pasar hambre. Si la estrategia está bien planteada —ligera restricción y más movimiento—, se puede alcanzar el déficit sin sufrir. “Hay personas que tienen hambre, y otras que no, depende del método y del metabolismo”, añade. Lo importante es hacerlo despacio, sin prisas, para proteger la masa muscular y evitar el rebote.
Cuando le preguntan por el ayuno intermitente, sonríe.
“Yo mismo lo uso, pero tiene sus peligros.”
Y aclara: no se trata de no comer, sino de aprender a no compensar después. Si el ayuno termina en una cena hipercalórica, el beneficio desaparece.
Suplementos: menos promesas, más evidencia

Sobre los suplementos “fat burners”, no se anda con rodeos:
“La mayoría no hace absolutamente nada.”
Solo la cafeína demuestra resultados consistentes, al activar procesos que favorecen la liberación de grasa. Pero sin ejercicio, añade, “ese efecto se pierde en el aire”.
Entre los pocos suplementos con respaldo científico menciona la creatina, la beta-alanina, el bicarbonato sódico y los nitratos. Sin embargo, advierte que mezclarlos puede reducir su eficacia: “Cuando combinamos creatina y cafeína, por ejemplo, se anulan parcialmente los beneficios de ambas”.
Dormir, moverse y bajar el estrés: el trío olvidado

Al final, todo vuelve a lo esencial. Pareja explica que el metabolismo se apoya en cuatro pilares: ejercicio, movimiento diario (NIT), alimentación y descanso. Y de todos, el último suele ser el más ignorado.
“Las adaptaciones no se logran en el gimnasio; ocurren después, cuando descansamos.”
Durante el sueño, el cuerpo se repara. Dormir poco eleva el cortisol, altera la grelina y la leptina, y dispara el apetito. “El estrés por sí solo puede cambiar la forma en que almacenamos grasa”, advierte.
Por último, lanza un mensaje que combina empatía y firmeza. Apoya la aceptación corporal, pero sin negar la realidad biológica:
“Normalizar una situación que no es saludable puede ser peligroso. No hablo de estética, hablo de salud.”
La obesidad, recuerda, está vinculada a un mayor riesgo de enfermedades cardiometabólicas y algunos tipos de cáncer. “Quererse está bien”, concluye, “pero cuidarse también”.