El deterioro cerebral es una de las mayores sombras que se ciernen sobre nuestro futuro, una preocupación silenciosa que muchos apartan de su mente. Pero, ¿y si una de las primeras señales de advertencia no estuviera en un olvido, sino en la nariz? El Dr. Ramón Téllez, un psiquiatra con una vasta experiencia, lanza una afirmación que resuena con la fuerza de una revelación, y es que la pérdida de olfato sin un resfriado podría ser una de las primeras señales de alarma de un problema mucho más profundo e irreversible. ¿Podría un sentido tan primario ser el guardián de nuestra memoria?
La mayoría asociaría una pérdida de olfato repentina con el Covid, una batalla que creíamos haber dejado atrás. Sin embargo, lo que plantea el Dr. Ramón Téllez va mucho más allá de una simple secuela viral, advirtiendo que confundir este síntoma con una infección pasada podría retrasar un diagnóstico crucial para la salud neurológica. Su mensaje es claro y directo: «La pérdida de olfato sin congestión es un síntoma precoz de deterioro cerebral irreversible, y no, no es Covid». Una advertencia que nos obliga a prestar atención a lo que nuestro cuerpo nos susurra.
¿UN AVISO SILENCIOSO EN LA NARIZ?
Pocos saben que el camino que recorren los olores hasta nuestro cerebro es un viaje directo, casi sin filtros, a zonas muy vulnerables. Imagina el sistema olfativo como un centinela en la misma puerta de nuestra consciencia, ya que el bulbo olfatorio es una de las primeras áreas afectadas por las proteínas anómalas que caracterizan la neurodegeneración. Antes de que la memoria falle o las manos tiemblen, este delicado sistema ya puede estar enviando señales de que algo no va bien.
Lo más inquietante es el factor tiempo, esa ventaja que se pierde al ignorar las primeras pistas. ¿Y si pudieras adelantarte años a un diagnóstico devastador? Según la experiencia clínica del Dr. Téllez, el fallo en este sentido no es un síntoma más en la lista, sino el prólogo de la historia, pues este fallo olfativo puede manifestarse una década antes que los problemas de memoria o motores. Es una oportunidad de oro que, lamentablemente, a menudo pasa desapercibida por completo.
EL MAPA DEL CEREBRO: DE LA NARIZ A LA MEMORIA

¿Por qué un perfume nos transporta de inmediato a la infancia o el olor a tierra mojada evoca una nostalgia profunda? La respuesta está en la anatomía de nuestro cerebro, porque la información del olfato viaja directamente a los centros de la memoria y la emoción, como el hipocampo y la amígdala. Esta conexión tan íntima explica por qué un daño en esta ruta precede a la incapacidad para recordar hechos recientes o reconocer a seres queridos en un futuro.
Esta ruta neuronal, tan poética como funcional, es precisamente el epicentro del aviso del psiquiatra Ramón Téllez. Cuando este camino empieza a mostrar fisuras, es un presagio claro de un futuro deterioro cerebral. No se trata de una simple pérdida sensorial, sino del desmoronamiento silencioso de los cimientos de nuestra propia identidad, lo que demuestra que el daño en esta vía anticipa la dificultad para crear y acceder a nuevos recuerdos. Un aviso que no podemos permitirnos ignorar.
NO, ESTA VEZ NO ES CULPA DEL COVID
Diferenciar la causa de la pérdida de olfato es fundamental, ya que el origen del problema determina el pronóstico y la urgencia de actuar frente a un posible deterioro cerebral.
La pandemia nos familiarizó con la anosmia, pero el mecanismo detrás de ella es radicalmente distinto al que nos ocupa. La gran diferencia es que el virus ataca principalmente las células de soporte del epitelio nasal, no las neuronas cerebrales de forma directa en la mayoría de los casos. Por eso, la pérdida de olfato por Covid suele ser súbita, intensa y, afortunadamente, tiende a recuperarse con el tiempo a medida que el tejido se regenera.
En cambio, la anosmia ligada al deterioro cerebral es mucho más sigilosa y progresiva, un enemigo que se mueve en la sombra. Tal como advierte el Dr. Téllez, a menudo la persona no se da cuenta de que ha perdido la capacidad de oler ciertos aromas, simplemente nota que la comida ya no sabe igual. Además, la anosmia neurodegenerativa es gradual y no suele acompañarse de congestión ni recuperación completa, una diferencia clave que debería encender todas las alarmas.
MÁS ALLÁ DEL ALZHEIMER: OTRAS SEÑALES DE ALARMA

Es un error pensar que este síntoma apunta en una única dirección. La enfermedad de Parkinson, por ejemplo, también se manifiesta a través de la nariz mucho antes de que aparezcan los temblores característicos, pues en la enfermedad de Parkinson, hasta el 90 % de los pacientes experimentan problemas olfativos en las fases iniciales. También ocurre en la demencia con cuerpos de Lewy, lo que convierte a este síntoma en un indicador temprano pero inespecífico de que algo está fallando en el cerebro.
Por eso, la perspectiva del Dr. Ramón Téllez es integradora, invitándonos a observar el cuadro completo del deterioro cerebral. Un cambio sutil en la capacidad para planificar, una apatía repentina o una mayor dificultad para seguir conversaciones complejas son piezas del mismo puzle. Por ello, los cambios de personalidad o la desinhibición social pueden ser tan reveladores como un olvido recurrente, y no deben ser minimizados ni atribuidos simplemente a la edad.
¿PODEMOS HACER ALGO PARA FRENARLO?
Aunque la palabra «irreversible» que utiliza el Dr. Téllez en su cita resulte intimidante, no es sinónimo de indefensión. La ciencia ha demostrado que, si bien no podemos detener por completo estos procesos, sí podemos construir una «reserva cognitiva», un muro de contención, ya que un estilo de vida activo y saludable puede retrasar la aparición de los síntomas clínicos. Cuidar la dieta, hacer ejercicio físico, aprender cosas nuevas y mantener una vida social rica son nuestras mejores herramientas.
Al final, todo se reduce a una cuestión de atención y de responsabilidad con nosotros mismos. Esa es la advertencia final del Dr. Ramón Téllez sobre el deterioro cerebral: no se trata de vivir con miedo, sino con conciencia. Entender que nuestro cuerpo nos habla constantemente, a veces a través de susurros tan sutiles como un aroma que ya no percibimos, porque escuchar a nuestro cuerpo y no subestimar señales aparentemente menores es el primer paso para cuidar de nuestro futuro y de nuestros recuerdos.